Ming ha amado a Valentina Jones, su mejor amiga, toda la vida, pero nunca se ha atrevido a decirle lo que siente. Cuando su madre, que está muriendo por un cáncer, le pide como último deseo que despose a Valentina, Ming pierde la cabeza. Esa locura temporal lo arroja a los brazos de Valentina, pero el miedo a decirle la verdad arruina todo.
Ahora su mejor amiga cree que la está usando y se niega a escuchar la verdad.
¿Podrá el destino unirlos o las dudas terminarán separándolos aún más?
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Buen ejemplo
Ming
Sujeto su cabello y acaricio su espalda mientras vomita en el inodoro. Su cuerpo sucumbe con las arcadas y todo su cuerpo comienza a temblar.
–¿Qué está mal? –pregunto asustado–. Creo que tienes que ir a un doctor.
Otra ola de arcadas la ataca con violencia, preocupándome más todavía.
Paso mi mano por su frente sudorosa y helada.
Mierda, quizá tenga algún virus. O algo más grave, como lo que tiene mamá.
Un escalofrío recorre mi cuerpo, congelándome por completo.
Val comienza a respirar profundamente sin levantar su cabeza, y luego jala la cadena del baño antes de acostarse sobre el suelo, apoyando su rostro en el mármol frío.
–Llamaré a una ambulancia –digo y trato de levantarme, pero Val toma mi mano y niega con la cabeza–. No te ves saludable.
–Gracias –devuelve con una sonrisa extraña–. Eres experto en subirle el ánimo a una mujer.
Tiro de la toalla papel y limpio sus labios y mentón.
–Estoy preocupado, Val. No quiero…–callo incapaz de completar la frase. Incapaz de pensar siquiera en la posibilidad de que una enfermedad me quite a Val como me está quitando a mi madre–. Puedes tener algo grave. Tenemos que ir con un doctor.
–Yo soy doctora, Ming –me recuerda y luego rompe a reír, sorprendiéndome–. Estoy en tantos problemas. Si mamá estuviera viva de seguro tendría un discurso que darme en este momento –agrega antes de volver a reír–. Y papá de seguro me daría las nalgadas que nunca me dio.
–Tu papá no te golpearía –defiendo al señor Jones. Siempre fue un hombre amable, justo y amoroso, sobre todo con su hija.
–Sí, bueno, ahora tendría una razón de peso.
–No estoy entendiendo.
Val se sienta con los ojos cerrados. –Solo necesito un momento –pide.
Angustiado me siento frente a ella, y cojo su mano. –Val, dime qué está pasando.
Suelta otra risita antes de descansar su cabeza sobre la pared y mirar hacia el techo.
Respira profundamente y luego me mira con miedo y algo más que no consigo comprender, parece casi ilusionada.
–Val –insisto.
–Creo que estoy embarazada –dice mientras muerde su labio inferior.
Mi cabeza hace cortocircuito en este preciso momento. Sé lo que dijo, pero no logro entender qué es lo que quiere decir.
–¿Embarazada? –pregunto para ganar tiempo mientras trato de recordar el significado de la palabra.
Asiente mientras ladea su lindo rostro.
Puedo ver lo tensa y asustada que está, pero sigo sin entender por qué.
Embarazada.
Val está embarazada.
Eso debe significar algo, pero no consigo entenderlo.
–¿Qué quieres decir con embarazada? –pregunto mientras rasco mi garganta, nervioso. Val pensará que soy un idiota.
Suelta mi mano y se cruza de brazos, claramente molesta.
–¿Qué crees que quiero decir? –me devuelve la pregunta.
Mierda. Siento que estoy en problemas.
Rasco la parte de atrás de mi cabeza, incapacitado para hablar o para pensar. Mi mente está en blanco.
Le sonrío, con la esperanza de que me explique qué significa estar embarazada, pero niega con la cabeza y se levanta rápidamente.
Su cuerpo se tambalea y su piel se vuelve blanquísima. Si no lo supiera mejor pensaría que está esperando un bebé.
Mierda.
Mierda.
Mierda.
La tomo de sus brazos y la obligo a mirarme. –¡¿Estás embarazada?!
Pone los ojos en blanco. –Es lo que he tratado de decirte desde hace cinco minutos –devuelve dándome un manotazo y alejándose de mí.
Tomo su brazo y la pego a mi cuerpo cuando la realidad me golpea en pleno rostro.
–¿Embarazada? –pregunto mientras su rostro está en mi pecho. Val asiente–. ¿Vamos a tener un bebé? –pregunto porque me es difícil creer que esto me esté pasando a mí.
Tanta felicidad no puede ser real.
Val me mira, asustada. –No lo sé.
Mi alegría se desinfla de golpe. –Pero…–Me obligo a respirar profundamente para calmar mis ideas antes de continuar–. Pero acabas de decir que estás esperando a nuestro bebé.
Val muerde su labio y trata de mirar a cualquier lado menos a mis ojos. Tomo su barbilla y la obligo a ser contacto visual.
–No estoy segura si lo estoy, pero tengo todos los síntomas –me explica profesionalmente–. Y no sé si es nuestro bebé, Ming.
–¿Qué quieres decir con que no sabes si es nuestro? ¿De quién más va a ser?
–Milton –responde avergonzada.
Santa mierda.
Un odio nace dentro de mi pecho cuando entiendo que la mayor alegría que puede tener un hombre en su vida, que la mujer que ama esté esperando un hijo suyo, me acaba de ser robada por ese maldito hijo de puta.
Val toma mi rostro entre sus manos, terriblemente angustiada. –No tuve sexo sin protección con él, pero sé que mi palabra no tiene ninguna validez en este momento –explica y puedo volver a respirar–. Puedes pedir una prueba de paternidad. No te la negaré, Ming. Todo esto es mi culpa –continúa mientras sus ojos se llenan de lágrimas.
Sonrío y vuelvo a abrazarla. –Es mi hijo, Val. No tengo ninguna duda. Esa noche fue especial, pude sentirlo en mi carne, en mi sangre y en mis huesos. Y sé que tú también lo pudiste sentir. Esa noche fue más. Más que cualquier noche que haya tenido en mi vida. –Tomo su rostro y la beso, sin importarme nada–. Esa noche concebimos a nuestro pequeño. Puedo sentirlo. ¿Lo sientes tú? –pregunto mientras me arrodillo frente a ella, sin importarme el dolor en mi torso. Beso su vientre, amándola más de lo que la he amado antes–. Te amaré –susurro–. Te amaré por siempre –le juro a mi hijo.
Una ola de recuerdos de mi niñez me inunda. Primero recuerdo los golpes que papá me daba cada día, pero los empujo lejos. Soy mejor que él, siempre lo he sido, y es por eso por lo que me odiaba tanto. Luego recuerdo mi niñez junto a mi mamá y sonrío.
Seré un excelente papá, he tenido el mejor ejemplo de todos.
–Siempre estaré a tu lado –le juro–. Te amo y te protegeré cada día.
Val acaricia mi cabello. –Ming, no lo sabemos, no con seguridad.
–Lo sabemos –discuto. Sus ojos me miran recelosos. Me levanto y tomo su mano–. Iremos a una Clínica ahora mismo –digo y comienzo a tirar de su brazo.
–Podemos ir mañana –devuelve mientras trata de soltarse.
–No –la corto–. Tienes dudas y necesitas aclararlas.
Se detiene en seco y giro para verla.
–¿Qué está mal? –pregunto cuando la veo llorar.
Me acerco y seco sus lágrimas con mis pulgares.
–Tú –responde.
–No entiendo, Val.
Niega con su linda cabecita y me abraza con fuerza. –Gracias –susurra.
Quiero preguntarle por qué me agradece, pero decido aprovechar este momento y disfrutar de su cercanía.
Mientras entierro mi rostro en su cuello sé con seguridad que nunca me he sentido tan feliz antes.
Espero que esto no cambie nada los resultados🥺😬