Debido a un accidente, el esposo Omega del presidente Alfa, dió a luz y quedó en estado vegetativo.
El Alfa destinado del Omega que estaba en coma hace 12 años, de repente despertó.
_ Nada es más honorable que ser un Alfa Fuerte, inteligente y guapo. Soy un Alfa que ha estado en estado vegetativo durante doce años, he despertado con un gran secreto
_ ¿Cuál será? ┐( ˘_˘)┌
_ ¿Quieres saberlo?¯\_(ツ)_/¯
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Capitulo 8
Viernes en la tarde...
Abel despertó en un mundo que le resultaba familiar y extraño al mismo tiempo. Las paredes de su hogar estaban adornadas con fotografías de momentos felices: risas compartidas, cumpleaños y vacaciones familiares. Sin embargo, ahora habitaba un cuerpo que no era el suyo, el de Daniel. A pesar de esta transformación, había algo innegable que lo guiaba: el amor por sus hijos y su esposo.
Abel había terminado de llevar sus cosas a la casa que una vez hábito. Los niños estaban felices y Hudson miraba la escena en silencio.
Abel entró a la habitación de invitados a organizar sus pertenencias, los dos pequeños Alfas fueron detrás de Abel. Estaban felices. Abel se llevó a Noelia en sus brazos y los dejo en la cama mientras él organizaba, habla y jugaba con ellos.
Hudson se fue a la cocina a preparar la cena.
Esa tarde cuando Abel llegó a casa, el ambiente estaba impregnado de una mezcla de alegría y nerviosismo. Quién una vez fue su esposo, Hudson, lo miraba un poco raro.
Después de terminar de organizar sus pertenencias, con cada paso que daba por la casa, Abel sentía los recuerdos fluir a través de ella como un río.
Mientras Hudson aún se estaba encargando de la cena, Abel se acercó a los niños, Isaac jugaba en el suelo con bloques de colores. Abel se sintió abrumado por un torrente de emociones. Se agachó lentamente para estar a su nivel. Al ver su sonrisa inocente, un impulso natural lo llevó a imitar un gesto que solía hacer cuando era un Omega: elevar las manos con entusiasmo y decir
_ ¡Construyamos algo juntos! _ Ese pequeño detalle no pasó desapercibido para Hudson.
Hudson observó desde la distancia cómo Abel interactuaba con los tres niños. Sus movimientos eran tan familiares; había algo en la forma en que se reía al jugar o cómo acariciaba la cabeza de sus hijos que le resultaba profundamente reconfortante.
Era como si la esencia de su esposo Abel estuviera entrelazado con este Daniel.
_ ¿Te acuerdas cuando hacíamos esto? _ preguntó Abel mientras ayudaba a Isaac a apilar los bloques.
La voz sonaba diferente, pero había un tono familiar que hizo que Hudson se detuviera en seco. Se dio cuenta de que estaba viendo a Abel, no solo físicamente sino también en esos pequeños gestos que hablaban más allá del tiempo.
Después de la cena, Abel baño a los niños, les leyó cuentos para dormir y Hudson lo seguía observando.
El sábado...
Abel despertó tarde, ya era casi medio día. Hudson estaba en el parque cerca de casa con los niños.
Abel después de llegar a la cocina vió alimentos bien servidos y una nota que decía: Estamos en el parque, come y luego alcánzanos.
Abel después de comer se preparó y bajo rápidamente, en el parque los pequeños Alfas estaban enojados.
_ ¿Por qué están enojados? _ preguntó Abel dirigiéndose hacia ellos.
Isaac corrió a alcanzarlo.
_ Papi... Papi. ¡Que bueno que llegaste!
_ Llámalo tío.
Abel lo levantó.
_ ¿Por qué no se están divirtiendo?
_ Unos zorros no dejan de ver a papá...
Abel sonrió y se sintió incómodo.
_ Es cierto, eso nos enoja mucho papi _ Dijo Isaac dulcemente.
_ Hudson tosió mirando a Isaac.
_ Es normal, no pueden seguir siendo tan celosos _ Abel tomó a Noelia en sus brazos y dijo _ Señor Hudson, vaya y juegue con ellos. Yo me encargo de la bebé.
Mientras Hudson acompañaba a los pequeños Alfas a jugar. Muchos Omegas se acercaron a Abel, Pero este los espantó fríamente.
Esto fue visto por Hudson quien sonreía disimuladamente.
Al llegar la tarde, Hudson y Abel volvieron con los niños a casa. Abel los bañaba, mientras Hudson hacia la cena.
Fue un día divertido, un día que hizo que Abel se sintiera feliz y a la vez muy triste.
El domingo en la mañana...
Abel se levantó temprano como de costumbre en su vida como Abel, se había olvidado de que ahora habitaba la piel del Alfa.
Abel preparaba el desayuno como solía hacerlo: tostadas con mermelada y café recién hecho para Hudson. Mientras revolvía los huevos en la sartén, una risa suave brotó de sus labios cuando recordaba cómo siempre le decía a Hudson que no se olvidara del toque secreto: una pizca de sal extra.
Las feromonas de Abel estaban desprendiéndose suavemente, Abel no lo había notado.
Hudson entró en la cocina justo cuando él estaba sirviendo los platos. Al ver esa escena cotidiana, sintió una punzada en el corazón. Era como si Abel nunca se hubiera. Se acercó y le dio un beso en la frente y olfateo su cuello notando cómo sus ojos brillaban con esa chispa especial que siempre había amado.
Abel le devolvió el beso en los labios diciendo.
_ Buenos días, cariño... Toque secreto, una pizca de sal extra.
Hudson al escuchar las palabras y ver directamente a los ojos de quién ahora es Abel (Daniel). Se despertó de golpe.
Cuando Abel vio la confusión en sus ojos, entro en shock. Los nervios hicieron que dejara caer los utensilios de la mano.
_ Disculpa me dejé llevar. Lo mejor es que vuelva a mi antigua casa _ Abel quiso correr, pero Hudson lo detuvo.
_ Lo siento, la culpa es mía. Es la costumbre de ver a mi esposo los fines de semana en la cocina preparando el desayuno. Es como si nunca se ha ido. No te vayas, por favor.
_ ... Está bien, no me iré... por ahora.
Después de ese incidente, Hudson entro a su despacho y no volvió a salir hasta la hora de la cena.
Después de cenar, Abel lo invito a ver películas en el área de cine de la casa.
Los niños querian ver la sirenita.
Hudson pensó en las noches familiares, cuando se acurrucaban en el sofá para ver una película, Hudson se dio cuenta de cómo Daniel se acomodaba junto a él exactamente igual que Abel: apoyando su cabeza en su hombro y riendo durante las partes divertidas. Cada gesto evocaba recuerdos profundos; cada mirada era un recordatorio del amor eterno que compartió junto a su esposo Abel.
Después que terminó la película, los niños se durmieron en el sofá frente a la pantalla, Abel los arropo con una manta. Mientras Hudson y él veían una comedia romántica, Abel soltó una frase cómica justo antes del chiste final, algo que solía hacer siempre para sorprenderlo y hacerle reír. Hudson soltó una risa genuina y miró a Daniel con asombro e inquietud.
_ ¿Serás tú? _ murmuró casi para sí mismo.