Comenzando Amar

Narra Arie.

Cuando vi el mensaje de Andy, mi corazón dio un vuelco.

"Ponte más linda de lo que ya eres porque esta noche te invito a cenar."

Sonreí como una tonta y me mordí el labio, sintiendo un cosquilleo en el estómago. Desde que las cosas entre nosotros cambiaron, cada momento a su lado se sentía más especial, más emocionante. No sabía qué tenía planeado exactamente, pero quería que esta noche fuera perfecta.

Me arreglé con cuidado, escogiendo un vestido que resaltara mi figura sin parecer demasiado formal. Me maquillé con un toque sutil y dejé mi cabello suelto. Cuando Andy llegó por mí, sus ojos se iluminaron al verme.

—Dios… —susurró, recorriéndome con la mirada—. Eres impresionante.

Reí con timidez y él me tomó de la mano, llevándome al restaurante donde tenía preparada nuestra cena. No podía haber elegido un lugar más hermoso: una terraza iluminada con luces cálidas, una mesa decorada con flores y una vista espectacular de la ciudad.

Nos sentamos, y entre risas y miradas cómplices, disfrutamos la cena. Pero entonces, Andy tomó mis manos entre las suyas y su expresión cambió a una más profunda, llena de emoción.

—Arie… —susurró—, quiero decirte algo que he guardado por demasiado tiempo.

Lo miré expectante, sintiendo mi corazón latir con fuerza.

—Fui un estúpido por no darme cuenta antes —continuó—. Desde que te vi esperando el bus aquella vez, llamaste mi atención. Tu belleza, tu ternura… No pude dejar de pensar en ti durante días, esperando volver a verte. Y cuando nos volvimos tan cercanos, cuando pasaron los años… Me di cuenta de que siempre estuve enamorado de ti.

Mis ojos comenzaron a brillarde felicidad.

—Siempre quise protegerte, cuidarte, consentirte —dijo con una sonrisa—. Odiaba verte triste y amaba tu olor, tu cercanía. Y ahora, después de todo este tiempo, no quiero dejar pasar ni un segundo más sin que sepas cuánto te amo.

Sentia mi pecho a punto de explotar de emoción.

—Yo también siempre estuve enamorada de ti… —confesé con voz temblorosa.

Andy tomó aire, mirándome con intensidad, y luego me sorprendió con una pregunta que hizo que mi corazón diera un vuelco.

—Ya te considero mi novia, mi todo, la mujer más importante en mi vida… pero quiero pedírtelo bien. ¿Quieres ser mi novia?

No lo pensé ni un segundo.

—Sí, sí, sí…!—exclamé, sintiendo que todo a mi alrededor desaparecía excepto él.

Nos besamos con tanta pasión y ternura que sentí que flotaba. En ese instante, una orquesta comenzó a tocar suavemente, y Andy se levantó, extendiéndome la mano.

—Baila conmigo.

Sonreí emocionada y me levanté para aceptar su invitación. Nos movimos lentamente al ritmo de la música, envueltos en nuestra burbuja de felicidad.

Era una noche perfecta, una noche mágica.

[...]

Arie sentía que flotaba en una nube de felicidad. Su relación con Andy apenas comenzaba oficialmente, pero cada detalle, cada mirada y cada palabra la hacían sentir amada como nunca antes.

Esa mañana, mientras tomaba su café, llamó a su hermana para contarle la gran noticia.

—¡¿Qué?! ¡¿Tú y Andy son novios?! —gritó su hermana emocionada al otro lado de la línea.

Arie rió con ternura.

—Sí… pasó anoche. Fue todo tan lindo, tan especial…

Su hermana exigió detalles y Arie le contó cada momento de la noche, desde la cena hasta el baile bajo la luz de la orquesta.

—¡Sabía que esto iba a pasar tarde o temprano! —exclamó su hermana—. Ese hombre ha estado enamorado de ti desde siempre, aunque no lo admitiera.

Arie suspiró, sintiendo el corazón lleno de amor.

—Bueno, ya no hay dudas —dijo con una sonrisa.

Antes de colgar, Arie le pidió que le mandara besos a su sobrino Liam, lo que hizo reír a su hermana.

El día siguió con normalidad en el restaurante. Un cliente importante pidió conocer al chef que había preparado su comida, y como el platillo era suyo, Arie acudió sin problema.

El hombre, un experimentado gastronómico, la felicitó con palabras que la llenaron de orgullo.

—Pocas veces me encuentro con un talento como el tuyo. Se nota que cocinas con pasión.

Agradecida, Arie sonrió y le dio la mano, sintiendo que todo en su vida estaba alineándose perfectamente.

Pero la felicidad se disipó en un segundo.

Cuando salió del restaurante, un auto negro aceleró hacia ella a gran velocidad, deteniéndose en seco a centímetros de su cuerpo.

Arie sintió el aire golpearle el rostro por la fuerza de la frenada y su corazón se detuvo por un momento.

Entonces, una risa burlona la hizo estremecerse.

Evelin.

La mujer bajó la ventanilla con una sonrisa maliciosa.

—Ups, no te vi —dijo con falsa inocencia antes de soltar una carcajada.

Arie la miró con rabia y miedo al mismo tiempo.

—¡¿Estás loca?! ¡Casi me atropellas!

Pero Evelin solo se encogió de hombros con indiferencia.

—Relájate, fue un accidente —dijo con tono despreocupado mientras apagaba el motor y se bajaba del auto.

Se acercó a Arie con una mirada de superioridad.

—Por cierto, ¿te acuerdas de lo que te dije? —preguntó con fingida dulzura—. Que Andy siempre termina a mis pies.

Arie sintió una punzada en el estómago.

—Estás mintiendo —respondió, tratando de mantenerse firme.

Pero Evelin sonrió con malicia y sacó su teléfono.

—¿Estoy mintiendo? —dijo, deslizando la pantalla antes de girarla hacia Arie.

Arie sintió que el aire abandonaba sus pulmones.

El teléfono de Evelin brillaba frente a Arie como si fuera un arma cargada.

La imagen era clara: Andy estaba dentro de la casa de Evelin, de espaldas a ella. Lo que hacía que la foto fuera devastadora era Evelin, completamente desnuda, inclinándose hacia él y besándolo.

Arie sintió que algo se rompía dentro de ella.

—¿Ves? —susurró Evelin con una sonrisa victoriosa—. Me dices que miento, pero las pruebas hablan por sí solas.

Arie apartó la mirada. Quería convencerse de que era un truco, una manipulación. Andy no haría eso. No después de todo lo que habían pasado.

Pero la imagen seguía ardiendo en su mente.

—Eso no prueba nada —murmuró, aunque su voz tembló ligeramente.

Evelin chasqueó la lengua y suspiró con falsa lástima.

—Ay, pobrecita… qué ingenua eres. Andy y yo tenemos historia, algo que tú jamás entenderás. Es el padre de mi hija. Siempre habrá algo entre nosotros.

Arie sintió el nudo en su garganta volverse insoportable.

—Lo que sea que haya entre ustedes ya terminó —dijo con más firmeza de la que sentía.

Evelin soltó una carcajada.

—¿Tú crees? Qué adorable. Mira, haz lo que quieras con la información. Puedes llorar, patalear, hacerte la fuerte… Pero al final, Andy y yo siempre terminamos juntos.

Arie no quiso escuchar más. Se dio media vuelta y entró al restaurante con el corazón latiéndole con fuerza.

Tamara la vio y su expresión cambió de inmediato.

—¿Qué pasa? ¿Por qué tienes esa cara?

Arie sintió sus ojos llenarse de lágrimas, pero se obligó a mantenerse entera.

—Nada… Solo estoy cansada.

Tamara no le creyó, pero no insistió.

Sin embargo, el resto del día, Arie sintió que su mente estaba en guerra.

Por un lado, confiaba en Andy. Sabía que él la quería y que Evelin era experta en manipular las cosas a su favor.

Pero por otro lado…

La imagen.

Las dudas.

El miedo.

Y sobre todo, la pregunta que la atormentaba:

¿Y si Evelin tenía razón?