El centenario del Torneo de las Cuatro Tierras ha llegado antes de lo esperado. Para conmemorar los cien años desde la creación del brutal torneo, los Padres de la Patria han decidido adelantar el evento, ignorando las reglas tradicionales y usando esta ocasión para demostrar su poder y someter aún más a las Nueve Ciudades.
Nolan, el mejor amigo de Nora, ha sido elegido para representar a Altum, enfrentando los peligros de las traicioneras tierras artificiales: hielo, desierto, sabana y bosque. Nora, consciente del destino que le espera a Nolan, no está dispuesta a permitir que se repita la misma tragedia. Junto a la rebelión, buscará acabar con los Padres de la Patria y poner fin a la dictadura de las Cuatro Tierras.
El reloj avanza, el torneo está a punto de comenzar, y esta vez, el objetivo de Nora no es solo salvar a Nolan, sino destruir de una vez por todas el yugo que ha esclavizado a las nueve cuidades
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En medio del caos
Nora se había infiltrado en la ciudad principal hacía ya dos días, utilizando la casa de un oficial simpatizante de la rebelión como su refugio temporal. Había llegado con un solo objetivo en mente: colocar explosivos en puntos estratégicos de la ciudad para debilitar la estructura de los Padres de la Patria, los opresores que dominaban las Nueve Ciudades. Cada minuto que pasaba en ese lugar la llenaba de ansiedad. Con la mochila cargada de explosivos sobre su espalda, respiró hondo y se dispuso a salir hacia su primer objetivo. Mientras caminaba por las bulliciosas calles, trataba de ocultar su nerviosismo bajo un manto de indiferencia, como si fuera una habitante más de esa metrópoli resplandeciente.
Las calles de la ciudad principal brillaban con opulencia y desbordaban vida. Las personas se movían a toda prisa, vestidas con ropas de colores vibrantes y ostentosos. Las tiendas estaban abarrotadas, y los vendedores ambulantes ofrecían productos de lujo que jamás habrían sido accesibles para los ciudadanos de Altum, su ciudad natal, o para cualquiera de las otras Nueve Ciudades. Mientras caminaba, vio cómo monedas caían al suelo sin que nadie se molestara en recogerlas. "Si estas monedas estuvieran en Altum", pensó Nora con amargura, "la gente ya estaría peleándose por ellas". Allí, la abundancia era la norma y la pobreza, una leyenda lejana que pocos se dignaban a recordar.
Sin embargo, su misión estaba lejos de ser un paseo. Los oficiales de los Padres de la Patria patrullaban las calles, siempre atentos a cualquier señal de actividad sospechosa. Nora sabía que, siendo la figura emblemática de la rebelión, cualquier error podría significar su captura o incluso algo peor. Estaba a punto de doblar la esquina cuando la voz de un oficial la hizo detenerse en seco.
—¡Oye, tú! —dijo una voz autoritaria. Nora sintió que un escalofrío le recorría la espalda. Se giró lentamente, sabiendo que cualquier movimiento en falso podría delatarla.
El oficial, un hombre corpulento de rostro sudoroso y uniforme arrugado, la miraba fijamente. El corazón de Nora latía con fuerza; estaba convencida de que la habían reconocido.
—Sígueme. No digas nada, solo camina —le susurró el hombre con un tono apremiante, mirando a ambos lados como si vigilara que no hubiera otros oficiales cerca.
Nora se quedó paralizada por un segundo, tratando de analizar si estaba siendo llevada a una trampa o si realmente podría confiar en aquel oficial. Decidió seguirlo, consciente de que cualquier otra opción la habría puesto en un peligro inmediato. La llevó por un callejón estrecho y oscuro, alejado de las miradas curiosas de los transeúntes.
—Escucha, no deberías andar así por aquí —le dijo en voz baja, tras asegurarse de que no había nadie alrededor—. Es peligroso para alguien como tú. Tienes suerte de que simpatizo con la rebelión. Si alguien más te hubiese visto, ya estarías en manos de los Padres de la Patria.
—Le... le agradezco mucho —contestó Nora, aún temblorosa. Aquel hombre le había dado una pequeña oportunidad de seguir adelante con su misión.
—No me debes nada, muchacha. Si logran liberar a las Nueve Ciudades, ese será mi pago. Pero ten cuidado. El tiempo se agota, y no todos los oficiales son tan comprensivos como yo —le advirtió el hombre, levantándose el sombrero en señal de respeto hacia ella.
Nora asintió con gratitud, pero no se quedó mucho tiempo para hablar. El oficial le dio un último consejo antes de marcharse.
—Si las cosas se complican, ve a la Biblioteca Central. Busca a una mujer llamada Maryuei. Ella sabrá qué hacer.
Nora no tuvo tiempo de procesar sus palabras. Apenas el oficial había terminado de hablar, otros dos guardias aparecieron al final del callejón. Al ver la escena, comprendieron de inmediato que algo estaba mal.
—¡Alto ahí! ¡Que nadie se mueva! —gritaron los oficiales, mientras el primer hombre se giraba rápidamente hacia Nora.
—¡Corre, cubre tu rostro y vete! —le gritó—. ¡Ve a la Biblioteca Central, ya!
Nora no se lo pensó dos veces. Se cubrió con la capucha de su chaqueta y comenzó a correr a toda velocidad, sintiendo la adrenalina fluir por su cuerpo mientras escuchaba los gritos de los guardias persiguiéndola. Mientras corría por las concurridas calles, los oficiales pedían a gritos la ayuda de los civiles, exhortándolos a detenerla.
—¡Detengan a esa mujer! ¡Es la esperanza de la rebelión! —vociferaban los guardias, señalándola.
Algunos transeúntes intentaron sujetarla, pero Nora, rápida y ágil, logró esquivar sus manos. Corría con todas sus fuerzas, sabiendo que si caía en ese momento, la rebelión perdería a una de sus figuras más importantes. Las piernas le ardían, y su respiración se volvía cada vez más pesada, pero al fin logró llegar a la biblioteca. Entró precipitadamente y se dirigió hacia el mostrador principal, donde una mujer de mediana edad la miró con ojos inquisitivos.
—Necesito ayuda. Soy Nora... la esperanza de la rebelión —susurró con urgencia, jadeando.
La mujer, que respondió al nombre de Maryuei, no hizo más preguntas. Con rapidez, accionó un mecanismo oculto bajo el mostrador y abrió una trampilla que conducía a un pequeño refugio subterráneo.
—Entra rápido, y mantente en silencio —le dijo Maryuei con voz firme—. No dejes que te atrapen, muchacha. La rebelión necesita a personas valientes como tú.
Nora descendió por la trampilla, sintiendo una oleada de alivio cuando la puerta se cerró sobre ella. Apenas tuvo tiempo de orientarse en el pequeño espacio subterráneo cuando escuchó las voces de los oficiales invadiendo la biblioteca.
—¡Somos oficiales de los Padres de la Patria! ¡Sabemos que la mujer de la rebelión está aquí! ¡Muéstranos dónde está!
—No sé de qué están hablando —respondió Maryuei con calma—. Aquí no ha entrado nadie.
Los oficiales empezaron a registrar la biblioteca, volcando estantes y revisando cada rincón en busca de Nora. Desde su escondite, ella podía escuchar cómo el caos se desarrollaba en la superficie, pero no podía hacer nada más que esperar y rezar para no ser descubierta.
Mientras tanto, en la base de Vire, Eli observaba la transmisión en la única cadena de televisión disponible. La noticia de que Nora, la esperanza de la rebelión, había sido vista en la ciudad principal lo dejó paralizado. La pantalla mostraba imágenes borrosas de una figura encapuchada huyendo entre la multitud. El pánico se apoderó de él.
—Tengo que ir por ella. No puedo quedarme aquí sentado —dijo Eli, poniéndose de pie con una expresión desesperada.
—¡Cálmate, Eli! —respondió Sora, poniéndose frente a él—. Si sales, pondrás en riesgo a todos. Sabemos que los Padres de la Patria estarán esperando que alguien de la rebelión intente rescatarla.
—Pero es mi hermana. No puedo simplemente quedarme de brazos cruzados. ¿Qué pasa si la atrapan? ¡Ella es la esperanza de la rebelión! —protestó Eli, sintiendo cómo el pánico crecía en su interior.
—Nora es fuerte. Sabía a lo que se enfrentaba cuando aceptó la misión. Si ha sobrevivido a las pruebas del torneo, tiene lo necesario para salir de esta —intentó tranquilizarlo Sora.
Mientras Eli luchaba contra su impulso de salir a buscar a su hermana, Nolan, antes de entrar en las tierras artificiales del torneo, escuchaba la noticia con el corazón en la garganta. La mención de Nora en la transmisión lo dejó atónito, y un torrente de emociones lo invadió.
—No puedo creerlo... ¿Qué hace Nora en la ciudad principal? —murmuró para sí mismo.
—Cálmate, Nolan —dijo Sarah, una compañera de la rebelión, acercándose a él—. No muestres nerviosismo, o se darán cuenta de que eres parte de la rebelión. Ya sospechan de ti.
Nolan, sin embargo, no podía mantenerse sereno. La preocupación por su amiga llenaba su mente, y no sabía si podría concentrarse en el inminente desafío del torneo.
Mientras tanto, en el refugio subterráneo de la biblioteca, Nora escuchaba con atención los pasos de los oficiales sobre su cabeza. Sabía que la verdadera prueba aún no había comenzado, y que debía salir de allí lo antes posible para cumplir con su misión.