La vida de Malik nunca fue fácil. Además de ser un hombre gay y pobre, sufría desde su infancia. En la escuela fue aún peor, hasta el día en que se enamoró y su amor fue correspondido. Estaban en plena relación y planeando su boda cuando una traición descarada de su prometido hizo que su corazón se rompiera en pedazos.
Por otro lado, la vida de Dimitri Romanov fue aún más trágica. Como líder de la mafia, su esposa fue secuestrada, torturada y abusada por otro grupo mafioso. Su sed de venganza crecía cada día más, hasta que mató a su último objetivo.
Tras la muerte de su esposa, Dimitri juró no involucrarse amorosamente nunca más, pero su padre cree que debe casarse de nuevo para infundir miedo en los demás líderes.
Un encuentro inesperado lleva a Malik a intentar resolver el problema de uno de sus estudiantes, encontrándose con Dimitri Romanov. ¿Qué propuesta de pago le ofrecerá Dimitri a Malik?
¿Qué tal un matrimonio por contrato, solo para burlarse de los demás mafiosos?
Lo único que será increíble será el hecho improbable de que ambos se enamoren.
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Capítulo 8
Bajé muy emocionado para supervisar todo como Dimitri me había indicado, me hizo prometer que todo saldría perfecto, y cumpliré con lo prometido.
En la cocina todo estaba perfectamente bien, algunos errores mínimos que corregí sin mucho alarde.
En la decoración ya estaba más complicado, en cuanto vi el camión descargar me di cuenta de que estaba todo mal, fui hasta el decorador para resolverlo.
- Disculpe señor, soy el...
- Ahh, por fin mandaron a un ayudante, mira chico no sé si la gente como tú tiene un mínimo de buen gusto, así que haz exactamente lo que te diga, ¿ok?
- Disculpe señor, debe haber algún malentendido...
- Realmente espero que no, ¿sabes dónde estás? Esta casa pertenece a uno de los hombres más peligrosos del país, no es que tu gente entienda algo de poder y riqueza pero en fin, intenta no hacer tonterías, no necesitamos el drama que hacen cuando muere gente de tu raza.
Debería estar sorprendido, pero realmente no lo estoy. Ya he vivido muchos episodios de racismo a lo largo de mi vida, y nunca deja de doler.
Como no me había encontrado personalmente con ninguno de ellos, la gente de la boda nunca había visto mi rostro, ahora entiendo por qué me trataron tan bien.
Pero, ¿sabes qué? Ahora estoy casado con el jefe de una mafia ¿no? Creo que ya es hora de sacar ventaja de ello.
Fui hasta el otro lado del salón y llamé a ese idiota racista, que me atendió lleno de falsedad.
- ¡Señor Akello, qué placer! ¡Sepa que estamos aquí trabajando duro para que su recepción sea perfecta!
- ¿Ah, sí? ¿Seguro que no querrá ver a mi marido enfadado, verdad? Ya sabe lo protector que es conmigo.
- Entiendo señor, por eso estamos haciendo todo con maestría, estoy seguro de que le encantará.
- Entonces señor, ¿puede decirme por qué el salón está lleno de astromelias y gardenias, cuando yo claramente pedí rosas y orquídeas blancas?
El idiota empezó a tartamudear
- No señor, está usted equivocado, trajimos sus rosas.
Lo vi gesticular a los empleados que estaban descargando las flores.
- ¿Usted sabe lo que mi marido hace con la gente que comete errores así? ¿Y más el día de nuestra boda?
- Señor, lo siento mucho, vamos a resolverlo inmediatamente...
- Ahora, imagínese lo furioso que se pondrá mi marido cuando descubra cómo usted fue racista y despreció a su marido tan descaradamente dentro de su propia casa.
En ese momento yo ya estaba detrás de él, cuando el infeliz se giró se quedó blanco, empezó a temblar todo y a tartamudear palabras sin sentido.
- Señor Akello...
Fue lo único que el idiota consiguió decir.
- Ahora es señor Romanov.
El hombre estaba casi al borde del colapso. Tiago, que percibió la extraña conmoción, vino hacia mí a saber si todo estaba bien.
- Señor, ¿algún problema?
- Tiago, por favor acompaña a este señor a la salida, yo asumiré todo de aquí en adelante.
Tiago sacó a ese hombre despreciable de la casa mientras yo intentaba arreglar el desastre que había hecho. Fueron dos largas horas hasta que todo empezó a volver a la normalidad. Llevaba 30 minutos de retraso en mi cronograma, cuando el estilista llegó con los trajes para los últimos ajustes. Fui a su encuentro en cuanto terminé de dar las órdenes en el salón de fiestas.
- ¿Disculpe, señor Vittorino?
- Ohh, por fin, tráigame un champán, ¿sí? Y un vaso de agua también, por lo visto esperaré aquí un buen rato ya que el novio no se ha dignado a aparecer hasta ahora.
- Mucho gusto señor, soy Malik Romanov, sea bienvenido.
El hombrecillo no demostró ningún tipo de arrepentimiento cuando le dije quién era, sólo frunció aún más la nariz y continuó hablando con desprecio.
- Era de esperar, viniendo de un Romanov. Si hubiera sabido que Dimitri era gay, yo mismo me habría presentado, cualquier cosa es mejor que un criollo.
Estaba a punto de hablar cuando apareció Tiago, que venía a pedirme que fuera a la cocina a resolver un imprevisto.
Llegué a la cocina y cambié las servilletas que estaban equivocadas y elegí una nueva vajilla que combinara con ellas.
Cuando volví a donde estaba el estilista, vi que Tiago e Ivan estaban en la puerta.
- Tiago, ¿qué pasa?
- Lo siento señor, pero mi deber es protegerlo.
- ¿De qué estás hablando?
- El señor Romanov debía saber cómo le estaba hablando el italiano, aquello fue una falta de respeto y estuvo mal.
Sentí mucho cariño por Tiago en ese momento, e hice como siempre lo correcto en el momento equivocado. Abracé a mi amigo bien fuerte y le di un beso sonoro en la mejilla.
- Señor, ¿quiere que me castiguen a mí también?
- Está todo bien amigo, yo te protejo.
Tiago miró a Ivan y asintió, luego bajó la cabeza. Cuando ya iba a entrar en la habitación, Dimitri salió, su rostro estaba desencajado de odio, y se asustó al encontrarse conmigo. Tenía los nudillos magullados y parecía cansado.
- Dimitri, ¿qué ha pasado? ¿Qué has hecho?
- Lo que le prometí a tu hermana. Protegiéndote de gusanos racistas como ese italiano irritante.
- Ivan, limpia esta porquería.
Ivan, como siempre, corrió a hacer lo que le había mandado. Dimitri ya iba a volver a repartir tareas cuando lo agarré del brazo.
- Tú vienes conmigo a mi habitación, voy a curar esas heridas.
- No seas ridículo, yo mismo me ocupo de eso, no es nada.
- Para mí sí que lo es, no voy a presentarme por primera vez en público con un marido que parece haber perdido una pelea contra un gato rabioso.
No le di oportunidad a negarse, y salí andando agarrándole de la mano hasta mi habitación. Por cómo íbamos, quien nos viera pensaría que íbamos a hacer otra cosa.
Pero eso era imposible...
¿O no?