Una famosa Agente de las fuerzas especiales reencarna en un mundo lleno de magia, incertidumbre y tal vez un poco de romance... ¿Podrá adaptarse a su nuevo mundo? o ¿su nuevo mundo se adaptará a ella?...
NovelToon tiene autorización de the legend of the moon para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capítulo 11
Capítulo 11
El Duque me observó con una expresión tan gélida como su presencia. Su rostro estaba pálido, y la sangre que manchaba su pañuelo no parecía ser suficiente para apagar el fuego que ardía en sus ojos. A pesar de la furia que claramente sentía, se mostró distante, como si mi accidente de codo en su nariz no fuera más que una molestia menor.
—¿De verdad no te das cuenta de lo que hiciste? —su voz era baja, casi congelante, mientras limpiaba la sangre con un pañuelo blanco, tan meticulosamente que me hizo pensar que para él este tipo de situaciones no eran nada fuera de lo común.
—¡Fue sin querer! —expliqué, levantando las manos en un gesto de disculpa que no se correspondía con mi tono. No iba a ser tan sumisa para aceptar un golpe que claramente no había sido intencional. Pero no era como si el Duque me creyera, ya lo sabía. —¡Te lo juro! —
Él me miró fijamente, sin cambiar de expresión. Parecía más un hombre ofendido por una leve incomodidad física que por una falta de respeto. Un hombre que acostumbraba a mantener su orgullo intacto, a pesar de todo.
—¿Sin querer? —repitió, con el tono más frío que jamás había oído en su voz. —ja, no me hagas reír, parecias una experta golpeando, "sin querer"—
Siguió limpiándose, sin mirar el pañuelo siquiera, como si todo fuera parte de un protocolo para no perder el control de su imagen.
Mis ojos se entrecerraron, su actitud me sacaba de quicio. La situación era absurda y no podía quedarme callada.
—¿Una experta? Que exagerado, además tú me sostuviste de golpe por mi cintura, ojos en mi nuca no tengo para saber que harías algo así —repliqué, con un tono desafiante, cruzando los brazos sobre mi pecho. —No sé qué tipo de mujer crees que soy, pero si realmente quisiera lastimarte, no tendría solamente la nariz con un poquito de sangre—
El Duque me lanzó una mirada que me heló la sangre. Luego, de manera muy casual, guardó el pañuelo en su bolsillo, como si lo que acababa de suceder no fuera más que un incidente menor.
—Dime rápido, ¿a qué debo tu visita? O solamente viniste a acosar a mis guardias y sacar sangre de ni nariz? —
Reí despreocupadamente y lo miré clavando mi mirada en la suya, sin bajar ni un poco la cabeza y respondí
—Quiero saber, ¿por qué diablos estamos casados? —
Me miró con incredulidad —No sé si perder la memoria es un truco de tu padre o si realmente lo has olvidado, pero... —su voz era burlona, como si se estuviera divirtiendo con la situación. —¿Realmente no recuerdas por qué estamos casados? —
La pregunta me golpeó con fuerza, pero logré mantener la calma. Este hombre... ¿este hombre realmente pensaba que yo no entendía lo que pasaba entre nosotros? Tenía que ser broma.
—No, no lo recuerdo. No lo recuerdo porque no me lo dijiste, no me explicaste por qué diablos nos casamos, desde que desperte no entiendo que hacemos "juntos". —La frustración en mi voz era palpable, pero mi sarcasmo lo hacía más incisivo. —A lo mejor fue solo un favor para tu familia, ¿no? O tal vez solo para hacerle un favor a mi querido padre.
La sonrisa que se dibujó en sus labios fue fría, calculadora. Como si esperara que yo dijera algo como eso.
—Vaya, qué audaz. No tienes ni idea de lo que hablas. —Su tono se suavizó un poco, pero no por compasión, sino por algo más cercano al desdén. —¿No sabes por qué estamos casados? —repitió, más para sí mismo que para mí. Se cruzó de brazos, mirándome de arriba abajo como si fuera una pieza más en un tablero que había dejado de comprender.
—No. ¿Por qué, Duque? ¿Por qué seguimos casados? Si tanto desconfías de mí, si tan poco me conoces, ¿por qué seguimos juntos? —Mi voz fue baja, mordaz, con una mezcla de hastío y una pizca de desesperación.
El Duque se quedó en silencio unos segundos, su mirada fija en la mía, y algo en sus ojos brilló, un resplandor que, en el fondo, parecía querer comprenderme. Pero la fría expresión de su rostro no se rompió ni un poco.
—Eso es lo que no entiendo de ti —dijo con tono grave, sin apartar los ojos de los míos—. De dónde demonios aprendiste a golpear así, si ni siquiera eres una dama que pelea.
No pude evitar una ligera risa, aunque fue amarga.
—¿Dama? ¿De verdad crees que una "dama" no puede defenderse, Duque? —Lo miré de arriba abajo, mis palabras llenas de ironía. —Hay demasiado que no sabes de mí. Demasiado.
El Duque parpadeó, sorprendido, pero no dijo nada. Solo se quedó mirándome, como si algo en su mente estuviera desordenado por completo. Algo en su interior había cambiado, aunque no fuera capaz de verbalizarlo.
—Lo que sé —dijo al fin, de manera lenta y precisa— es que, si hubieras sido tan clara desde el principio, tal vez las cosas serían diferentes. Pero... no lo fuiste. Así que ahora, estamos atrapados en una situación que no hemos elegido.—
Sus palabras hicieron eco en mi cabeza, y la ira comenzó a formar burbujas en mi interior, pero me las tragué. Estábamos atrapados, y aunque la verdad era dolorosa, el hecho de que él lo aceptara me sorprendió. Pero, ¿sería suficiente para cambiar lo que había entre nosotros?
—Pues sí, estamos atrapados. —Lo miré a los ojos, desafiante—. Pero ni tú ni yo hemos hecho nada para que esto funcione.—
Él me miró despreocupado —nunca lo hicimos porque esto es un matrimonio solo por política, tu padre quería poder y ser mi suegro se lo daba, de paso se sacaba sus deudas de encima—
Lo miré indignada, ese mal padre me vendió, no lo conozco, pero me gustaría lastimaron mucho...
—Dime algo, entiendo que mi padre me vendió y ganó mucho, ¿usted que ganaba?—
Suspiró y se masajeó la sien mientras me contestaba
—Necesitaba casarme por varias razones personales, no quería comprarte, se supone que tu padre te hablaría del acuerdo, aquí podías llevar una buena vida, tranquila pacífica, sabiendo que conmigo no ibas a tener más que un título de Duquesa—
—¿Y a mí de que me sirve eso?—
—Estatus, comodidad, no lo sé, tu padre te convenció, tú aceptaste, nunca te obligue a nada, solamente debías seguir las reglas, tampoco te dije nunca nada por tu amante...—
—¡Ay dios! No puedo creer que me haya gustado ese cerdo, por lo menos me hubiera fijado en alguien más agraciado, por lo menos con una linda cara, no soy muy exigente, ¿pero eso era mi amante?—
El hombre que tenía frente a mí por un segundo quito su mirada fría y una leve sonrisa se dibujó en su rostro, solo levantó los hombros y me respondió
—No lo sé, ya se conocían antes que nos casáramos, por lo que tenía entendido, incluso su amante le dijo que le convenía casarse conmigo—
todo empezaba a encajar poco a poco, el maldito hombre del que está mujer estaba enamorada, fue el que junto con el maldito hombre que la crió, la arrastraron hasta este punto... qué mujer ciega, pero había algo que no me cerraba para que se casó el Duque, no creo que me cuente sus razones personales, pero ahora voy teniendo en claro cuál es mi lugar.
Me giré hacia la ventana y suspiré. Algo me decía que el Duque, no iba a entender nunca la frustración que sentía por esta situación...
—Deberíamos divorciarnos —dije finalmente, casi en un susurro.
El Duque se quedó en silencio por un largo rato, observándome, y su expresión se endureció aún más.
—¿Divorciarnos? —repitió, casi incrédulo. Como si esa palabra no hubiera tenido cabida en su mente hasta ese momento.
Una chispa de sorpresa y molestia cruzó su rostro, pero no dijo nada más. Estaba claro que la idea de un divorcio era más fuerte de lo que esperaba... y tal vez, más aterradora.
—¿Por qué no? —dije, mirándolo fijamente, mi voz ahora más firme. —Si tanto te desagrada estar casado conmigo, ¿qué estamos esperando? Puedes buscar alguien que te agrade y ser feliz, mientras yo puedo hacer mi vida tranquilamente sin molestarte ni molestar a tu gente, porque no creo que en esta mansión además de Diana, alguíen más me tolere—
El silencio llenó el aire entre nosotros, pesado y tenso...