Elizabeth Mc Carthy es una mujer de tan solo 18 años, llegó a New York sola, procedente de Irlanda.
Es pelirroja, de fuerte carácter y con mucha decisión.
Es el año de 1840, las caravanas de aventureros comenzaban a salir en busca de fortuna, hacia el lejano Oeste.
Las circunstancias obligaron a Elizabeth Mc Carthy, a embarcarse en ésta aventura. A través de ella va a pasar por tantas vicisitudes y acontecimientos que la van a obligar a echar mano de toda su fortaleza de espíritu y carácter para poder lograr su sueño.
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Al salir el Sol, la caravana reanudó la marcha, a través de llanuras verdes y dónde se perdía la vista. Mirando hacia el horizonte, solo alguna que otra lomilla se veía, eso provoca que la caravana avance con más rapidez y que los pioneros se sientan más tranquilos.
Las dos hermanas se turnaban la conducción de la carreta, de vez en cuando se pasaban tasas con aguantar fresca y alguna tortita que habían preparado en el desayuno.
Mucha tranquilidad Liz.
Demasiada, diría yo, contestó Elizabeth.
Espero que los maleantes ahora sí nos dejen dormir, dijo Petra.
Yo también hermana, yo también lo deseo.
Petra, Clark no deja de hacerte ojitos.
Liz, deja ya de molestar.
Voy a investigar si es soltero.
Tu no vas a investigar nada.
No veo como me lo puedas impedir.
Elizabeth Mc Carthy, te estás comenzando a acercar al callejón de los guantazos.
Esta noche le preguntaré.
Liz, estoy hablando en serio.
De repente Elizabeth que grita hacia la carreta de adelante: Clark, eres soltero?.
Se oyeron risas en la carreta de adelante y la de atrás. De la carreta de Clark salió un largo siiiiii.
Le gustas a mi Hermana.
Ja, ja, ja, risas del propio Clark.
Petra sintió que los colores subían y bajaban. Elizabeth, te lo advertí y le dio un fuerte jalón de orejas.
Auch. Dijiste guantazo, no jalón de orejas.
Te lo ganaste.
Te aprovechas porque vengo conduciendo.
Y tengo ganas de darte otro jalón.
No hermana hermosa, ya me estoy quieta.
Eso espero, soy implacable.
Que pasa aquí, dijo Nelson, que se acercó al escuchar las risas.
Mi querida hermana Liz, me está molestando.
Bueno, una ocurrencia, para romper el tedio.
Nelson solo dijo: Mujeres.
Nelson, te gusta mi Hermana?. Preguntó Petra.
Nelson prefirió alejarse, volviendo a decir: Mujeres.
Oye!, dijo Elizabeth.
Ya estamos a mano, dijo Petra.
La que no se salva, vas a ser tu Petra.
Al atardecer hicieron la segunda parada y volvieron a acomodar las carretas en círculo.
Salieron a buscar leña 10 hombres, pero solo por los alrededores.
Después cada carreta prendió su propia fogata y las mujeres se dispusieron a cocinar, una chica rubia muy guapa, se acercó a Clark y dijo que si gustaba, ella podía cocinar para él.
Clark le contestó que Petra ya lo iba a hacer.
Elizabeth, que estaba atenta, soltó la risa. Petra se puso roja, y dijo: Cuando esté lista la comida te aviso Clark.
La rubia puso cara de enojada y dijo:
Eso me pasa por andar de ofrecida, dio media vuelta y regresó hecha una furia a su carreta.
Elizabeth no paraba de reír, Petra aprovechó para darle otro jalón de orejas. Liz protestó: Oye!!.
Petra le dijo: Para que no la vuelvas a hacer de Celestina.
Petra intentó otro jalón de orejas.
Ya para, para. Ya no le vuelvo a decir a Clark que te gusta.
Liz, te la estás ganando.
Te aprovechas porque eres mi hermana mayor y te quiero.
A Petra no le quedó más que abrazar a su hermana y dijo: Yo también te quiero, pequeña hermana mía y solo mía.
Pero te gusta Clark. Y Liz de un salto, entró en la carreta y Petra dijo. Ya ven a cenar, no pienso llevarte la comida a la carreta. Cuando Petra subió, Elizabeth ya estaba durmiendo. No sé que haría sin ti, dulce hermana, nunca voy a terminar de agradecer a la vida, por haber cruzado nuestros caminos, y tapó a su hermana con una manta y salió.