La Súplica De Heran

Aun todas dormían y yo sin poder conciliar el sueño, pensando como habían transcurrido todos estos años separados de mi familia. La separación de mi familia había sido cruel. Lloré noche tras noche, a veces sin poder dormir.

Pero los deseos de mi Amma y de mi hermano se cumplieron.

Mi camino fue difícil después de mi huída. De vivir custodiada por mi familia como una mujer musulmana, preparándome desde que abrí mis ojos para ser una buena esposa. A no saber que hacer. Toda mi vida había sido órdenes que cumplir. Hacer esto, bordar sábanas, cocinar. La soledad y mi timidez me costaron caro.

La brújula de mi vida estuvo mucho tiempo dando vueltas, buscando un rumbo.

Llevaba muchos años con mi Señora Victoria, no le gustaba que la llamara así, y después de tanto tiempo Señora era un nombre de respeto, pero lo que yo sentía por ella, era mucho más amplio que eso, había sido muchas cosas pero mi, un poco madre, abuela, confidente, maestra y sobre todo mi protectora.

Mi primer trabajo fue desastroso. Era un matrimonio con tres niños que no buscaban una empleada, querían una esclava. Dormía tres horas, porque entre lavar y planchar, atender los niños y la casa, no me quedaba tiempo. Cuando quebraba algún objeto me lo descontaban. Estuve cinco meses con ellos y según mi jefa les quedé debiendo dinero.

Confieso que salí de ahí arrancando. Nuevamente comencé mi búsqueda.

Estaba sola, no conocía a nadie no había hecho amigas. Y con poco dinero, me habían pagado una miseria.

En mi segundo trabajo eran Tres hermanos, dos mujeres y un hombre, no fue mejor que el anterior. Cuando noté que el varón tocó mi trasero con suavidad, comprendí que debía salir de ahí. Pero ellos no me permitían salir. Manejaban las llaves y todo estaba cerrado. Eran desconfiados.

Tenía permitido salir los domingos después de doce. Pero mis salidas eran a una plaza que había al lado. Confieso que tenía miedo de todo.

Traté de hablar con una de las hermanas y mencionar el incidente y me respondió.

--" Si dejas de mover el trasero, tentado a mi pobre hermano, no se fijará más en ti"

--Entonces quiero irme señora.

--AH no! . Nos costó mucho encontrar una sirvienta. De aquí no sales hasta que encontremos otra sirvienta.

-- Pero no te preocupes buscaré desde mañana mismo y no una joven como tú. Das muchos problemas.

En la cena seguramente hablaron entre ellos. Y el viejo sinvergüenza me dijo.

--Camila, parece que confundiste un hecho. Yo me tropecé y te pasé a llevar.

Bajé mi cabeza. No fuí capaz de mirarlo. Tenía quince años y sentía miedo después de lo de Alex, desconfiaba de todos los hombres.

Ya no podía seguir ahí.

Había planeado huir el domingo.

Sabía que no podría sacar mis cosas por la puerta sin levantar sospechas. Llené mi bolso con mi ropa y lo tiré por detrás, entre medio de unos arbustos. Así que llené mi cartera con mis pocas pertenencias y lo más importante la bolsita que me dió mi Amma.

Cuando la abrí por primera vez, lloré, para ella era lo más valioso que tenía y me lo había dado.

Eran sus joyas, cada una de ellas eran el "Pago" que se le daba a una mujer musulmana por traer un hijo al mundo. Mi papá se las había dado, así era la tradición. Eran todas sus joyas, yo sabía exactamente por cuál hijo era cada una. Todas de oro macizo y piedras preciosas.

Amma me las prestaba para jugar y bailar, me narro la historia de cada una de ellas.

También iban incluidos cuatro anillos hermosos y una tiara. Amma me había contado que habían sido mandados a hacer para mí por mi prometido.

La tiara fue por mi compromiso y los anillos por cada año que cumplía. Todos eran maravillosos. Pero la Diadema era magnífica. Estaba hecha de oro y como una corona con la forma de flores de Camelia y con pequeños diamantes rosados. Que semejaban a la flor original. Era hipnótica para mí. Le tenía mucho cariño y no sabía porqué. Aunque nunca me la había puesto, solo la admiraba.

Ese día salí, como cualquier domingo, recogí mi bolso y me fuí directo a la estación de buses, me alejé de esa ciudad.

En la madrugada llegué a una ciudad grande, hasta ahí llegaba el recorrido. Me alojé cerca del terminal, estaba cansada y necesitaba dormir. Al otro día era mi cumpleaños.

Cumplí mis dieciséis años pensando muchas cosas, en qué ese día me hubiese convertido en la esposa de Fuad Cobaise. Que todos festejarían y yo sería la novia. Mamá estaría contenta y rogando para que ese hombre fuera bueno conmigo y no como papá con ella.

Y mi Padre? estaría bailando con sus paisanos por el buen negocio que habría hecho, y no maldiciendo mi nombre como seguramente lo estaría haciendo.

Él tiene que haber prohibido mencionarme, ya no era su hija.

Hace muchos años que trabajo para la señora Victoria. Era ella y su perro. Nunca había visto que alguien tratara así a un perro cómo parte de la familia. Victoria es una mujer mayor muy dulce. Muy diferente a cualquier persona que yo conociera, fuí a su casa para la entrevista, por fuera no era una gran casa. Se veía grande y sencilla.

Ese día había tres mujeres esperando. Fuí la última, estaba tan nerviosa. Las demás como si me vieran como una enemiga ni siquiera respondieron mi saludo.

Cuando fue mi turno, no me senté y esperé sus órdenes.

--Pasa y siéntate por favor, me llamo Victoria. ¿Y tú eres?

--Camila.

--Que edad tienes Camila?

-- Dieciséis

--Porque no me miras? ¿Tienes temor de algo? No muerdo, pero mi Lucas si.

--Su hijo muerde?

--Sí. Tiene unos dientes muy grandes. Y se largó a reír.

Se paró y salió dónde las demás esperaban.

--Muchas gracias por venir ya me decidí quién me acompañará. Camila ha sido elegida. Espero que encuentren trabajo. Gracias.

Quedé sorprendida apenas había hablado con ella y me había elegido.

--Como escuchaste Camila quiero que seas mi persona de confianza.

--Quiero aclaraste dos cosas antes de empezar a trabajar.

--No soporto las mentiras, siempre tienes que ser franca conmigo. Soy una mujer independiente, que vivo sola con mi perro. Lucas es un perro pequeño que me acompaña a todos lados, aunque a veces tiene que quedarse en casa. Necesito una persona primero que todo buena y sensible.

--Por eso te elegí a tí. Hay en tí un aura de tristeza y a la vez de necesidad.

--Necesito una persona honesta a mi lado, confiable y tú eres esa persona.

--Esta segura? Yo nunca he estado a cargo de nada.

--Lei tu currículum. Lo hiciste tú verdad?

--Esta mal?

--Para lo que se usa. Muy mal,demasiado honesto. Y eso es perfecto para mí.

--Colocaste que no sabes hacer compras y cuánto habías recibido de sueldo en tus dos trabajos anteriores.

--Esto me hizo decidirme por tí. Tú inocencia. En estos tiempos eres una joya mi querida Camila.

--Yo soy la afortunada.

--Vamos a la cocina, es mi lugar favorito. Y te presentaré a mi pequeño tirano.

--Tomaremos una taza de té y me contarás de dónde saliste. No todos los días conocemos a una muchachita como tú.

Hizo entrar una pequeña cosa peluda que pasó directo a olerme. En casa nunca habíamos tenido animales. A papá no le gustaban.

Lucas era una mezcolanza de razas, Victoria me explicó que el veterinario lo clasificó como un mestizo, un poco poodle, también cocker, con unas orejas gigantes de sabueso y con un carácter de bull terriers.

La primera vez que lo vió me contó, fue debajo de el techo de una iglesia. Todos los feligreses salían de misa, contentos y felices por las palabras del sacerdote.

El pobre cachorro iba por cada uno pidiendo algo de comida o una caricia. Victoria esperaba afuera para poder hablar con el cura. Toda la vida había sido católica y necesitaba de su consejo.

Pero mientras la lluvia caía, veía que a pesar de las palabras de amor que habían recibido adentro, cada uno de ellos, algunos lo empujaron, otros lo retaron y finalmente el sacerdote con un palo le pegó, el pobre perro salió aullando.

Las lágrimas de ella no dudaron en salir. Lo que buscaba no estaba ahí. En esos momentos no tenía a nadie y se sentía tan sola.

Comenzó a caminar y unos metros más allá lo volvió a ver lamiéndose el golpe recibido.

Se agachó, tocó su cabeza mojada y lo acarició. La miró con los ojos más tristes que había visto. Con miedo y dolor.

Lo tomó en brazos y paró un taxi. Era la señal que estaba pidiendo, este cachorro era el comienzo.

Sentí la soledad de ella tan parecida a lo que yo sentía. Yo era como el cachorro. Y así como ella compartió éste hecho, presentí tan importante en su vida, yo hice lo mismo.

Le conté mi vida.

Pasaron las horas y no me dí cuenta. Me abrí como una cajeta de castaña y no me guardé nada. Entre mis lágrimas y las de ella, terminé.

--Perdón, yo nunca había hablado así con nadie.

--No pidas perdón, eres una niña y te expusieron sola, sin defensas. La religión es un sistema cruel. No quiero ofender tus creencias. Yo también soy cristiana pero a mí modo. No creo que por cometer un error uno deba ser expulsado de su hogar. Estoy segura que Dios o Alá estuviera de acuerdo.

--La interpretación de los hombres es la equivocada.

--Quieres volver a tu casa, con tú mamá?

--No. No podría, soy una paria. Mi sola presencia los avergonzaría.

--Si alguna vez vuelvo será con otra situación. Sabía que esos eran sueños, pero eran mis sueños y podía permitirmelos.

--Te quiero ofrecer un hogar aquí conmigo. Nunca te faltará nada, nadie te atropellará y ésta será tu casa. Se que con esa pena no serás feliz, pero aquí lo tendrás todo y por sobre todo mucho amor. Yo soy la que te necesita. Serás mi mano derecha.

--Soy una mujer que ha vivido mucho. Que la gente que amó la traicionó. Pero eso mi querida niña es para que lo conversemos otro día.

--Te enseñaré muchas cosas si tú quieres.

--Que edad crees que tengo?

Sabía que era mucho mayor que papá.

--Más de cincuenta?

--Gracias Mi querida, que halago. Tengo setenta y cuatro años. Soy una vieja que se niega a vivir enjaulada.

--Creo que contigo voy a rejuvenecer, te gusta pasear? ¿Sabes manejar? ¿Y andar en bicicleta?

--Nada de lo que usted me dice, señora Victoria.

-- Ves, tengo mucho que enseñarte.

Los años pasaron

Llevábamos viviendo juntas y realmente mi Dios si me había protegido tenía a una persona a quien cuidar que me quería. Y que me había ayudado en la vida. Dos hermanas amadas y una maravillosa sobrina. Que más podía pedir.

Éste fin se semana mi señora se había ido con unas amigas a las Termas, aunque me invitó ella sabía que teníamos nuestra reunión de hermanas.

Sentí que alguien me tocaba. Nos habíamos dormido después del desayuno y de la explicación que le dió Rosario a su mamá.

Sabía por la mirada que después conversariamos, no le gustó el muchacho. No había secretos para nosotras. Hacía muchos años que habíamos hecho un pacto de sinceridad. Éramos mucho más que amigas, nos habíamos encontrado por una fuerza superior. Le pedí tanto a Alá que no me dejara sola y no lo hizo. Cada día seguía orando y pidiendo por mi Amma y mis hermanos, y que papá lograra apaciguar su corazón.

Sentí a Ana moverse era tiempo de preparar un rico almuerzo. Amaba estos fines de semana sentía que tenía una familia. Las risas de las chicas se sentían, era tiempo.

Mi brújula se había detenido.

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