Amaris creció en la ciudad capital del magnífico reino de Wikos. Como mujer loba, fue entrenada para proteger su reino por sobre todas las cosas ya que su existencia era protegida por la corona
Pero su fuerza flanquea cuando conoce a Griffin, aquel que la Luna le destino. Su mate que es... un cazanova, para decirlo de esa manera
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El Dolor del Vínculo
La luna llena brillaba intensamente sobre Amanecer, pero para Amaris, la luz plateada parecía más fría de lo habitual. Estaba sola en su habitación, en el ala más apartada del castillo, donde había encontrado refugio desde que Griffin había partido en su nueva misión. El aire nocturno que se filtraba por la ventana abierta hacía que su piel se erizara, pero el frío externo no se comparaba con el dolor que ardía en su interior.
El lazo de mate tiraba de ella con una fuerza insoportable, y la ausencia de Griffin era como un puñal clavado en su pecho, girando y desgarrando a cada segundo que pasaba. Aunque intentaba distraerse con sus responsabilidades como cazadora y líder de su manada, el vacío que sentía por dentro era imposible de ignorar. Era un dolor físico, real, como si cada fibra de su ser estuviera conectada a él, y ahora que él estaba lejos, cada segundo se sentía como una agonía.
Amaris se llevó una mano al corazón, apretando el pecho como si pudiera detener el dolor palpitante que la consumía. No era solo su ausencia lo que la atormentaba, sino también la incertidumbre. Griffin no había aceptado el lazo, no completamente. Desde el momento en que le confesó que él era su mate, había sentido una barrera entre ellos, una distancia emocional que la hacía sentir aún más sola.
—¿Por qué duele tanto? —murmuró para sí misma, su voz rota.
Sabía la respuesta, aunque deseaba que no fuera así. Los hombres lobo no eran como los humanos. Su vínculo de mate era más que un simple sentimiento de atracción o amor; era una conexión ancestral, algo que iba más allá de lo físico y emocional. Estaban destinados a estar juntos, y ese destino, si era rechazado, podía tener consecuencias devastadoras. Para Amaris, el lazo de mate no era una opción, era una necesidad. Su cuerpo y su alma lo reclamaban, y si Griffin la rechazaba, ese dolor que sentía ahora sería solo el comienzo.
Había oído historias, rumores dentro de su manada, de lobos que habían sido rechazados por sus mates humanos. Hombres y mujeres que habían muerto de tristeza, consumidos por la angustia de estar destinados a alguien que no los quería de la misma manera. Era raro, pero cuando sucedía, la tragedia era inevitable. Y ahora, Amaris temía que ese fuera su destino.
Se levantó de la cama, incapaz de quedarse quieta. Sus piernas temblaban ligeramente mientras caminaba hacia la ventana, mirando la ciudad dormida debajo. Sabía que Griffin estaba lejos, enfrentando peligros, y una parte de ella quería correr hacia él, seguir el rastro del vínculo que los unía. Pero sabía que no podía. Había elegido alejarse, aceptar una nueva misión para pensar, para procesar lo que ella le había revelado.
El problema era que, para Amaris, cada día que pasaba lejos de él era una tortura. No era solo el dolor físico, que se manifestaba en forma de punzadas en su pecho y un vacío constante en su estómago, sino también el miedo abrumador al rechazo. ¿Y si Griffin decidía que no podía aceptar el lazo? ¿Qué haría ella entonces? La idea de vivir sin él, de seguir adelante sabiendo que estaban destinados a estar juntos pero que él había elegido apartarse, era insoportable.
Se apoyó en el alféizar de la ventana, dejando que el aire fresco acariciara su rostro mientras cerraba los ojos. Los recuerdos de sus interacciones con Griffin se arremolinaban en su mente: la intensidad en sus ojos cuando la miraba, la forma en que su presencia calmaba el caos interno que siempre sentía. Había algo en él que la atraía de una manera que no podía describir, algo que la hacía sentirse completa. Pero esa misma conexión la hacía vulnerable.
El dolor en su pecho aumentó, como si el lazo entre ellos estuviera tensándose cada vez más. Sabía que no podía soportar esto mucho más tiempo. El vínculo no solo exigía cercanía física; también pedía reciprocidad. Y la incertidumbre de si Griffin sentiría lo mismo la estaba desgarrando lentamente.
Amaris se dejó caer al suelo, abrazando sus rodillas mientras las lágrimas comenzaban a brotar de sus ojos. No recordaba la última vez que había llorado. Era una cazadora, una guerrera entrenada para soportar el dolor físico y mental, pero esto era diferente. Era como si algo dentro de ella estuviera quebrándose lentamente, y no podía detenerlo.
—Griffin… —susurró, su voz apenas un eco en la habitación vacía.
Lo amaba. Sabía que lo amaba, pero no era solo amor lo que sentía. Era algo más profundo, más primitivo. Amaris no solo deseaba estar con él; lo necesitaba. Su alma estaba ligada a la suya, y si él la rechazaba, ese vínculo se rompería, llevándose consigo una parte de ella que jamás podría recuperar.
El lazo de mate era su bendición, pero también era su maldición.
Había crecido escuchando historias de mates perfectos, de cómo el vínculo traía paz y armonía a las vidas de aquellos que lo compartían. Pero nadie le había advertido sobre el dolor que acompañaba a esa conexión cuando no era correspondida. Nadie le había dicho que estar lejos de su mate se sentiría como si le arrancaran el corazón del pecho, dejándola vacía y rota por dentro.
El dolor la consumía, y cada minuto que pasaba sin saber si Griffin la aceptaría la acercaba más a la desesperación. Si él decidía que no podía estar con ella, que no podía aceptar el lazo, Amaris sabía lo que eso significaría. Sabía que su cuerpo comenzaría a fallarle, que el dolor físico se convertiría en algo que no podría soportar. Moriría de tristeza, como aquellos lobos antes que ella. Y no había nada que pudiera hacer al respecto.
—Por favor, Selene, no permitas que me rechace —murmuró, sus palabras un ruego silencioso.
Pero incluso mientras lo decía, sabía que no podía depender de los dioses para resolver su problema. Esto era algo que solo Griffin podía decidir. Y la idea de que él pudiera elegir apartarse la llenaba de una angustia tan profunda que apenas podía respirar.
Pasó las siguientes horas sentada junto a la ventana, mirando el cielo estrellado, esperando algún tipo de señal, algún indicio de que Griffin estaba pensando en ella, de que sentía lo mismo. Pero la noche permanecía en silencio, y el vacío en su corazón solo crecía.
Finalmente, cuando el cansancio la venció, Amaris se deslizó hacia la cama, su cuerpo temblando por el dolor emocional que la invadía. Sabía que no podía seguir así por mucho más tiempo. Sabía que el vínculo de mate la estaba consumiendo, y que, si Griffin no regresaba pronto, si no le daba una respuesta, el lazo podría terminar destruyéndola por completo.
Mientras se acurrucaba bajo las mantas, sintió una última lágrima deslizarse por su mejilla. No era solo el miedo al rechazo lo que la atormentaba, sino también el hecho de que su propia naturaleza la obligaba a sentir tanto por alguien que aún no la había aceptado. Y si Griffin no lo hacía, si no correspondía a ese vínculo, Amaris sabía que no tendría futuro.
El dolor físico y emocional la envolvió mientras cerraba los ojos, dejando que la oscuridad de la noche la arrastrara. Y en lo profundo de su ser, una parte de ella sabía que, si Griffin no regresaba pronto, ese dolor sería lo único que quedaría de ella.