**La vida perfecta no existe, y menos cuando la creamos basándonos en otras personas. Soy Elena Hernández, una mujer común que se enamoró del hombre perfecto. Juntos soñabamos con salir adelante y poder emprender nuestro propio negocio. Pero, para que esto pudiera ocurrir, uno de los dos debía sacrificar sus sueños. ¿Y adivinen quién se sacrificó?**
**Vivía en una burbuja que pronto me reventaría en la cara, haciéndome caer en el más profundo abismo. ¿Seré capaz de salir adelante? ¿Podré alcanzar mis propias metas? Acompáñame en este nuevo inicio y descubramos juntos de qué estoy hecha.**
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Capítulo V Sere tu abogado
Punto de vista de Leonardo
Una vez dentro de la tienda note algo extraño en los empleados de la misma. Esas personas estaban nerviosas y al parecer era por mi presencia.
"Disculpe, señor, pero aún no abrimos", dijo finalmente uno de los sujetos presentes
"Lo siento, pero no vi el cartel de cerrado", dije indiferente. "Vamos amigo ya estoy aquí, ¿por qué no me atienden?", comenté mientras tomaba una botella de agua.
"Diaculpe señor, aún no abrimos la caja, así que no podemos facturar su agua", explicó el sujeto claramente nervioso. Estaba a punto de contestar cuando escuché gritos de auxilio provenientes de una oficina, la voz se escuchaba cargada de desesperación: era la voz de una mujer. Miré a los trabajadores con curiosidad; era obvio que estaban ocultando lo que sucedía en esa oficina. Sin mediar palabra, caminé hacia el lugar de donde provenían los gritos; dándome cuenta de que la puerta estaba cerrada. De un golpe logré abrirla y vi a un hombre desagradable intentando forzar a una mujer vestida con el uniforme de la tienda. Lleno de furia, levanté al gordo y lo lancé contra el piso. Al voltear para ver a la mujer que estaba siendo atacada me sorprendí al darme cuenta de que era mi desconocida.
"¿Estás bien?", fue lo primero que se me ocurrió preguntarle. Ella me miraba aterrada; pude notar en sus ojos el miedo que sentía. El cobarde del dueño de la tienda salio corriendo en un momento de distracción; sin embargo, mi chófer y logró neutralizar al tipo y devolverlo a la oficina después de que Luis le diera una buena paliza. Ayudé a Elena a ponerse de pie mientras llegaban las autoridades; no podía dejar pasar esto; ese desgraciado tenía que pagar por lo que había intentado hacer.
"Ella se me ofreció, yo no hice nada", gritaba el individuo mientras lo llevaban esposado a la patrulla. Durante todo este tiempo, Elena permaneció callada, aguantando las lágrimas; estaba en shock.
Uno de los policía se acercó a nosotros y con mucho profesionalismo se dirigió a Elena. "Señora, necesitamos que vaya a la estación de policía para poner la denuncia.
Elena asintió con la cabeza para luego emitir algunas palabras. "Sí, señor, iré a poner la denuncia", se notaba que estaba tensa, ahora no sabia si era por mi presencia o por lo que acababa de suceder. Los empleados de la tienda también fueron detenidos; los llevarían mientras se desarrollaban las investigaciones debido a su sospechosa actitud al momento en que entre en la tienda.
"¿Estás bien?", le pregunté a Elena una vez estuvimos solos.
Ella se quedó mirándome por unos segundos antes de reaccionar. "Sí, gracias por ayudarme", respondió dirigiendo su mirada al piso.
"Vamos, te llevo a la estación de policía", indiqué poniéndome de pie.
Elena volvió a guardar silencio por unos segundos, habia algo que le incomodaba, pero no podía o no quería decirlo. "Puedo ir sola; no quiero seguir molestando con mis problemas", dijo ella luciendo tan frágil y dulce como una gatita asustada.
"Seré tu abogado así que debo acompañarte. Además, como los dos vamos al mismo sitio, podemos compartir el auto". Elena me miró confundida; sus ojos azules me hipnotizaban como aquella noche en que la conocí.
Me miró extrañada y sus labios se abrieron "¿Mi abogado?", preguntó mientras fruncía el ceño.
"Por supuesto; no dejaremos que ese individuo se salga con la suya", manifesté con firmeza.
"No es necesario, además no tengo dinero para pagar por sus servicios y como puede darse cuenta tampoco tengo trabajo para pagarle en el futuro", explicó mostrando preocupación en su rostro.
"Por eso no te preocupes, después vemos cómo me pagas. Lo importante ahora es que ese tipo se quede tras las rejas por un buen tiempo y así no acose a nadie más".
Vi la duda reflejada en su rostro, ella estaba tratando de ocultar algo, mientras yo estaba deseoso de descubrír que era. Elena se levantó y, en ese instante, noté un pequeño abultamiento en su vientre. El tiempo pareció detenerse; tenía razón: ella estaba embarazada. Cuando se dio cuenta de que mi mirada estaba fija en su abdomen, estiró su camisa tratando de ocultarlo.
Antes de que pudiera hacerle alguna pregunta, Elena salió de la tienda. Luis, que me estaba esperando, la detuvo abriendo la puerta del auto para que entrara.
Deteniendo sus pasos miró a Luis mostrando el terror en sus ojos. "¿Acaso esto es una redada?", preguntó nerviosa.
"No sé de qué habla, señorita. Solo hago mi trabajo", respondió Luis con su habitual educación y profesionalismo.
La alcance y me acerqueun poco a ella, notando esa fragancia tan exquisita que me volvió loco aquella noche. "Por favor, sube al auto, no podemos perder tiempo", le dije con frialdad, un signo característico de mi personalidad.
"Ya le dije que puedo irme sola y que no necesito sus servicios. Ya veré cómo me defiendo de esto". La mujer valiente que sabía vivia en ese escultural cuerpo finalmente salió a la luz; la gata salvaje de aquella noche mostró su verdadero rostro.
"Y yo te dije que te vas conmigo. Sabes bien que tenemos que hablar". La acorrale contra el auto y, por unos segundos, sentí un impulso irrefrenable de besar esos provocativos labios.
"Por favor, déjeme ir. No tenemos nada de qué hablar; siga con su vida y yo haré lo mismo". Elena temblaba; no sabía si era por nervios o si sentía lo mismo que yo.
"Sabes que hay cosas de las que debemos hablar. Sube al auto; después de terminar en la estación de policía, vamos por un café", suavicé mi tono para tranquilizarla. No quería asustarla; eso podría dañar al bebé.
"Mejor imagina que no me encontraste y sigue tu camino".
"Eso no lo puedo hacer. Por favor, sube al auto".
Sin más opciones, finalmente accedió a entrar. Sonreí al lograr lo que buscaba, pero ahora debía ser cauteloso. Aún no sabía si ese niño que esperaba era mío. Como había pasado esa noche conmigo, también podría haber estado con cualquier otro antes o después. La posibilidad de que ese embarazo fuera de su ex también rondaba mi mente mientras subía al auto, reviviendo los momentos vividos aquella noche.