Ariana, una joven que, debido a las circunstancias de la vida, sufre una pérdida imborrable.
Esto se convierte en su tormento y decide vengarse de lo ocurrido.
En medio de todo esto, se embarca en una travesía en alta mar, donde tendrá la oportunidad de encontrar el amor, ese sentimiento que puede ayudarla a dejar atrás su pasado.
Sin embargo, ella lucha contra esto y no quiere rendirse hasta lograr su objetivo: vengarse de quienes le han causado tanto daño, aunque eso también la destruya.
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Capítulo IX — Historia.
Juan Pablo Marqués.
Le pedí a Aydan que fuera yo quien contara la historia, porque sé mucho más sobre ella que él. Y así comienza.
Mark Strauss Smith era un niño tranquilo y muy inteligente para su edad. Sus padres lo amaban profundamente, ya que era su único hijo.
Ellos le decían que, aunque no tuviera hermanos, siempre los tendría a ellos, pero nada dura para siempre.
Cuando estaba a punto de cumplir catorce años, sufrió un accidente junto a sus padres; él fue el único que sobrevivió al haberse alejado unos minutos antes de que un coche descontrolado chocara contra ellos, delante de sus ojos.
Fue una experiencia dura e imposible de superar para su edad.
Se trasladó a vivir con sus tíos paternos en Berlín, Alemania, hasta que, a los dieciocho años, viajó y se quedó en Londres, la ciudad natal de su madre.
Años después, conoció a una joven llamada Florence Walter, con quien decidió casarse, pero esa unión nunca se concretó, ya que su prometida fue diagnosticada con leucemia y solo le quedaban unos pocos meses de vida.
Esa noticia le rompió el corazón en mil pedazos, pero hizo todo lo posible por estar a su lado.
Tras la difícil pérdida de sus padres, se sumó la de su gran amor, a quien le prometió que nunca volvería a enamorarse.
Lo conocí dos años después de aquella tragedia, nos hicimos amigos y me asocié con él en la compra de este barco, al que llamamos Destino.
Al principio no me gustaba el nombre, pero luego lo acepté por algo que él me dijo.
— ¿Por qué le quieres poner Destino, Mark? — le pregunté, él suspiró y me respondió:
— Porque iremos a donde nos impulse la corriente, aunque sea desconocido, y a pesar de que todo esté en contra, seguir lo que te depare el destino es transitar un camino maravilloso. Por eso quiero que nuestro barco se llame así. ¿Qué te parece? — dice con una sonrisa.
Asentí, pensando en sus palabras.
— Entonces está decidido, ese será su nombre: un nuevo destino y un camino que personas como tú y yo querrán seguir para olvidar y encontrar una paz que se ha perdido.
— Empecemos a trabajar, Capitán Strauss — le dije, divertido. Mark se rió y nos dirigimos al barco.
A cinco años de haber comenzado aquella travesía en Sídney, Australia, conocimos a un fugitivo buscado por robar una gran suma de dinero a una persona importante, solo para ayudar a su hermano menor, quien estaba enfermo en el hospital.
Lo escondimos en uno de los camarotes del barco.
Cuando todo terminó, nos acercamos a hablar con él.
— Les agradezco por haberme ayudado, pero ahora debo marcharme — dice, visiblemente nervioso y asustado.
Mark lo detiene con un gesto.
— ¿Cuál es tu nombre? — preguntó con curiosidad.
— Aydan Dabaj, señor — responde, con inseguridad en la voz.
— Está bien, Aydan. No hace falta que des las gracias porque lo que hiciste no fue correcto, pero debo admitir que era por una buena causa, ¿no? — inquirió con sus ojos oscuros.
Aydan asiente, aunque de manera vacilante.
— Si ese es el caso, quiero hacerte una propuesta: únete a mi tripulación. Tendrás un trabajo y eso te permitirá salir adelante. Además, si no te gusta, siempre podrás irte. ¿Qué opinas? ¿Aceptas mi oferta?
Aydan aceptó la propuesta de inmediato y, a lo largo de los meses, logró ascender a un puesto destacado dentro de la tripulación. Con su nuevo cargo, pudo ayudar a su hermano, quien también formaba parte de su vida.
Lamentablemente, tres años después, su hermano falleció, lo que dejó a Aydan en una situación difícil. Sin tener a nadie más en quien apoyarse, decidió quedarse con nosotros y continuar su camino en el barco.
Por otro lado, conocimos a Simon en Miami. Se unió a nuestro equipo gracias a su habilidad excepcional para vender y negociar la mercancía que transportábamos.
Su destreza en el área comercial fue un gran aporte para la tripulación, facilitando nuestras operaciones y mejorando nuestros resultados.
Es importante señalar que nuestra conversación se limita a temas específicamente legales.
Discutir asuntos ajenos a la ley no corresponde a ninguno de nosotros, ya que esos asuntos son de confidencialidad y solo los puede mencionar el Capitán.
Mark y yo conocimos a Alan en un momento particular, cuando íbamos a reunirnos con un comprador.
Fue entonces cuando lo encontramos en un estado físico realmente lamentable.
Alan había salido de un orfanato en el que había vivido durante varios años y, lamentablemente, terminó habitando en un barrio que parecía estar completamente alejado de la mano de Dios, un lugar marcado por la desolación y la falta de oportunidades.
En ese entorno, se llevaban a cabo peleas callejeras que se organizaban de manera habitual, y Alan se veía obligado a participar en ellas.
Su motivación para someterse a esa dura realidad era simplemente obtener algo de dinero que le permitiera sobrevivir y mantenerse a flote en esas difíciles circunstancias.
Después de conversar con él y conocer su situación, decidimos proponerle que se uniera a nuestra tripulación.
Luego de reflexionar un tiempo sobre nuestra oferta, Alan finalmente aceptó unirse, pero no sin antes poner una condición: quería nuestra ayuda para encontrar a su hermana, a quien había estado buscando durante mucho tiempo.
Al concluir de relatar la historia, Ariana se muestra entre asombrada y reflexiva, especialmente después de descubrir lo que le sucedió a Alan.
— ¿Por qué no me lo dijiste cuando te pregunté qué había sido de tu vida? — inquirió con la voz suave y casi temerosa.
— Porque eso ya no tiene relevancia, Ariana. Lo que realmente importa es que en este momento estamos juntos, hermanita — responde Alan mientras la envuelve en un cálido abrazo.
— Lamento la forma en que me dirigí a ustedes, de verdad no quería hacerlo; no sé qué me pasó — murmura con un tono de vergüenza, y no puedo evitar pensar que se ve muy adorable en ese instante.
— Tranquila, no es necesario que lo hagas. Es comprensible que hayas reaccionado así después de lo que ocurrió. En realidad, debería ser yo quien se disculpe por haberte tratado de esa manera — dice Aydan, dejándome sorprendido, ya que nunca lo he visto pedir disculpas a nadie.
— ¿Qué te ha pasado para que digas eso? — le pregunto, mientras Aydan hace una mueca y gira los ojos con fastidio.
Todos en la mesa nos reímos, incluso Aydan se une a la risa.
— Vaya, ¿qué tenemos aquí? — escuchamos su voz resonar en la habitación.
Nos quedamos inmóviles, sin decir una palabra.
— Ahora mi tripulación se dedica a contar historias, en lugar de discutir qué haremos con el resto de la carga que no hemos logrado vender. ¡Estupendo! — exclamó, su tono impregnado de sarcasmo.
Ante esto, rápidamente nos levantamos de nuestros asientos, sintiendo la presión de su presencia.
— No se preocupe, Capitán, ya nos ponemos en eso — le respondí con un tono calmado, intentando tranquilizar la situación.
Sin embargo, él nos dirigió una mirada de advertencia que dejó claro que no toleraría más distracciones, y tras un breve instante, se dio la vuelta y se alejó de nosotros.
Al verlo marcharse, solté un suspiro de alivio.
Aunque Mark es, sin duda, una de las personas más amables que he conocido, tiene una aversión profunda hacia cualquier falta de obediencia.
Su deseo de ser escuchado y seguido es algo que todos en la tripulación aprendimos a respetar.
Desde que Ariana llegó a este lugar, he notado que su estado de ánimo ha empeorado considerablemente.
Estoy al tanto de la razón detrás de este cambio, aunque él no esté dispuesto a admitirlo, la presencia de Ariana parece estar despertando emociones que pensaba que ya estaban enterradas y superadas.
Esto, definitivamente, podría conducir a una situación complicada y con un desenlace desfavorable si no se maneja con cuidado.