Dinorah mira las facturas médicas de su madre, a su alrededor, su hermana adolescente Dalila, parlotea haciendo peticiones totalmente ridículas en vista de la precaria economía; no sólo es la convalecencia de su progenitora, si no que tampoco tiene empleo y los ahorros familiares ya están en cero.
Su belleza serena, su porte elegante y la necesidad impresa en sus gestos apenas perceptibles por un experto jugador de poker, hacen que Renzo llegue con una propuesta, que significa soluciones a corto plazo, ¿se cuestiona?, sí, pero la necesidad vence sus barreras morales, sin saber que es sólo el inicio de una red de mentiras, dónde si él corazón no se involucra tal vez podría salir ilesa.
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Capítulo 16
En un café cercano al Central Park, Dinorah le manifiesta a su falso prometido la presión y el agotamiento que siente con cada sonrisa forzada y cada mentira dicha en las últimas semanas, siente que la están consumiendo.
—Renzo, no puedo más con esto— dice en un susurro ronco —Tenemos que parar la farsa, no es correcto, y me estoy— hace una pausa —me estoy perdiendo a mí misma.
—Sé que es difícil— comienza con voz suave, casi seductora, entrenada para sonar convincente; mientras se acerca un poco a ella, intentando transmitir una falsa empatía —pero, piensa en lo que significa, piensa en tu mamá.
Que nombre a su madre fue un golpe directo, la chica aprieta los labios con fuerza, sus ojos se cristalizan —Ella ha mejorado bastante, pronto será la mujer de antes de la enfermedad— responde.
Él niega suavemente con la cabeza, con una expresión conflictuada, casi que lamentable.
—Y por eso ya quieres terminar todo, es decir, Renzo, como ya no te necesito, jódete— reclama y ella baja la mirada —no eres ninguna santa paloma, Dinorah, eres más egoísta de lo que aparentas; claro, como ya resolviste gran parte de tu problema, entonces quieres retirarte.
La verdad tras esas palabras es amarga para la chica; sabe que Renzo es un derrochador empedernido, un hombre que aborrece el trabajo y que vive de las transferencias bancarias de su familia; sin embargo, ella no cree ser mejor que él, ella aceptó vender su dignidad por dinero, ¿que fue una solución desesperada?, sí, pero eso no le quita la mancha.
—¿Y si nos descubren?, ¿qué pasará entonces?, ¿y si me denuncian?— la voz de Dinorah se quiebra —lo peor es que tu familia no se lo merece— agrega casi inaudible.
Renzo se encoge de hombros, con un aire de despreocupación forzada, que no logra ocultar del todo su propia ansiedad.
—No nos van a descubrir, te prometo que en cuanto consiga lo que necesito, terminamos el compromiso, diré que no funcionó.
Mientras el joven habla, gesticulando con las manos y el ceño ligeramente fruncido, su mirada se desvía por un instante hacia la vista de la ciudad, con un brillo de inquietud cruzando sus ojos. A él también le está comenzando a pesar el engaño, y por primera vez en su vida no sabe si es por culpa moral, o por el constante miedo a ser descubierto, perder su flujo de dinero y entonces verdaderamente tener que trabajar...
Las luces de neón parpadean en las calles de Nueva York, Roberto conduce sin rumbo, repitiendo en su mente las palabras de su padre "Roberto, te conozco, sé cuándo te interesas por algo o por alguien", "¿qué tan fuerte es tu interés en ella?", "entró a la familia como prometida de tu hermano".
—¡Maldita sea!— exclama golpeando el volante, gira en el siguiente cruce y se detiene enfrente de un bar sin nombre en el East Village.
Roberto sorbe un trago de su whisky, pero no es el alcohol lo que busca, sino una distracción, un respiro de la crisis moral que le oprime el pecho. Su padre, con esa perspicacia que a veces le resulta incómoda, lo había visto en sus ojos, se dió cuenta en la forma en que su mirada seguía a la novia de su hermano.
Aprieta el vaso con fuerza, hasta que los nudillos se tornan blancos. ¿Qué clase de hombre soy?, ¿un traidor?, ¿un envidioso?, son cada una de las preguntas que llegan a su mente; él que siempre ha sido el responsable, el que arregla los desastres de Renzo; pero ahora, él mismo es el desastre, piensa en la lealtad, el honor y el amor fraternal. Sus elucubraciones se ven interrumpidas por el camarero que le hace una seña para saber si quiere otro trago y él asiente.
Luego de un par de horas, Roberto se mueve por el bar, tropezando más con sus propios fantasmas que con la clientela, la imagen de Laura Villamizar sigue clavada, pero el alcohol le ofrece una niebla densa y seductora; entonces ve a una mujer sentada en la barra, riendo con una amiga, con una blusa rosa, falda color gris y el cabello recogido elegantemente. Sabe que no es su cuñada, pero en la penumbra del bar, con los sentidos embotados, el parecido es lo suficientemente perturbador como para que su mente desesperada se aferre a ello.
Habla con la mujer que se presenta como Sarah y entablan una conversación, mientras su compañera se aleja.
La mujer ríe con cada palabra que a estas alturas de la borrachera del CEO balbucea, pero a él, lo único que busca es un apagón. Salen del bar, la noche de Nueva York tan incierta como su propio futuro, las luces de los taxis se difuminaban en destellos borrosos mientras suben a uno que ella detiene, él aunque está ebrio, prefiere no conducir.
La mujer le indica al conductor la dirección de un hotel, mientras él la mira, intentando forzar la imagen y superponer el rostro de la mujer de sus tormentos sobre el de Sarah; pero la máscara se cae, una y otra vez, revelando la amarga verdad, no es ella y nunca lo será.
Llegan a un hotel barato, con un letrero de neón intermitente que promete "descanso". El ascensor sube lento, cada segundo es un martillazo sobre su conciencia, una vez en la habitación, con las luces tenues, Sarah se mueve como si estuviera familiarizada con el lugar, se desabrocha los primeros botones de su blusa, en tanto sus ojos lo invitan a la lujuria; sin embargo, el hombre se sienta en el borde de la cama, la cabeza le da vueltas, la cercanía de esa mujer, su perfume, el roce "accidental" de su mano, en lugar de encenderlo únicamente aviva la culpa.
No es esto lo que busca, ni de esta manera, su mente adormecida por el alcohol, se rebela. A quien quiere con él es a Laura, sólo a esa mujer que para desgracia es la prometida de su hermano, y la idea de buscar consuelo, o de intentar olvidarla en los brazos de una extraña que apenas se le parece, la siente como una traición aún mayor.
Finalmente, sin tocarle un cabello a la mujer con la que entró a ese cuarto de hotel, se desploma sobre la cama, con la ropa aún puesta, cayendo en un profundo sueño.
Se Acabó el tormento de la mentira!
Aunq ahora esta ese Tormento llamado Roberto, Instalado en tu cora!!!
Por ahora concéntrate en Ti y en tus proyectos. No dejes q Te Afecte lo q Otros, piensan de Ti...
Por q Si No , Creerán q es Verdad¡!!!
A otra cosa Mariposa,por q te Aseguro q Nuestros Suegritos Chilos, No dejaran de visitarte!!!
Vaya, vayaaaaaa!!!
Renzo menso, por fin empieza a utilizar ese pedazo de Neurona q aun vive dentro de esa cabezota!!!
Val, ay te encargo q le des su bue a dosis de Ubícatex y de Humildad!!
Tu tienes esa encomienda mana, tal vez seas Tú quien le enseñe por fin lo q es Vivir sin Mentiras!!!
Roberto pemdejo, a chillar a la Maternidad cabron!!!
Ahora la Bebes o la Derramas!!!
No puedo con esta angustiacion mana!!!!
Osea q de la mañana y yo pensando como partirle la mema a Beto!!!!
se pasoooo!!!!