Elizabeth es una mujer de veinte años con condiciones de vida precarias, luchando por sugir en una sociedad empeñada a darle la cara difícil de la moneda, trabaja y estudia en la universidad, tiene ua familia numerosa, su madre y sus hermanos, su padre los abandono cuando eran pequeños, por ende su madre siempre fue su apoyo.
Las cosas comienzan a ponerse mas difíciles para Elizabeth cuando una tarde normal de su dia a dia es secuestrada por unos traficantes, luego es llevada a una gran subasta realizada solo para los grandes magnates de la alta sociedad, con ella siendo la pieza principal de dicho evento. Su comprador resulta ser un hombre alto, de cuerpo fornido, quien promete liberarla luego de que esta le pague el costo de su compra con intereses incluidos, mientras el será su dueño.
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CAPITULO 8
Dos meses en encierro absoluto, solo podía ver al mundo exterior desde la ventana de su habitación, tantas personas libres transitando en las calles, los coches que iban y venían, todo un mundo al cual tal vez ya no podría pertenecer, ¿Quién de esas personas pudiera imaginar que en lo alto de aquel enorme edificio se encontraba una mujer atrapada observándolos?, es cómico pensar en esas cosas, pero era mejor que pensar en su familia, siempre que lo hacía un sentimiento de tristeza y desesperanza se apoderaba de su ser. La soledad también estaba acabando con su espíritu, aunque Frederick compartía la cena con ella, no dejaba de verlo como un simple captor, también estaba el trato que le propuso para poder saldar su deuda y poder entregarle su libertad, desde ese día el hombre no había intentado tocarle ni un pelo, tampoco volvió a tocar ese tema, tal vez solo esperaba que ella entrara en un tipo de desesperación por salir y de esa forma le venda su cuerpo por cuenta propia, algo que ella nunca pensaba hacer.
Debía pensar en alguna forma de poder salir de allí, quizás no podría retomar su vida como era antes, pero prefería eso antes que seguir de esa forma y morir allí. Comenzó a detallar a la seguridad que el hombre dejaba para cuidar que no se fuera, entre todos había uno que en ocasiones le dirigía la palabra, además parecía un poco más amigable que los otros a quienes no podía decirle ni media oración, los hombres la veían como un simple objeto de su jefe el cual debían cuidar. Poco a poco fue entablando una especie de amistad con el hombre, su objetivo era causarle la mejor impresión y ganarse su confianza, hasta llegar al punto que el hombre acepte ayudarla a escapar, entre todas sus opciones tal vez esta era la más fiable, había pensado lastimar su cuerpo y luego pedir que la lleven a un hospital y luego escapar, pero tal vez no le cumplan esa petición, así que debía poner todo su empeño en este plan.
- Usted quiere que la ayude a escapar- le dice el hombre de improvisto, tomando a Elizabeth por sorpresa.
- ¿Por qué lo piensa? – le pregunta, aunque era cierta la suposición del hombre, no quería parecer tan obvia, además no le dijo que la ayudaría, solo planteo el tema.
- Es una mujer muy fácil de leer – le dice mirándola a los ojos – supe desde un principio cuando comenzó a dirigirme la palabra con más regularidad que quizás ese era su objetivo.
- ¿Qué harías si dijera que estas en lo correcto? – le dice mirándolo fijamente, tal vez se estaba arriesgando mucho, pero ya no tenía más nada que perder.
- Diría que no puedo hacerlo – le responde - ¿sabe lo que me haría el jefe si la dejo ir?
- Entiendo – obviamente el hombre velaría por su seguridad antes que ayudarla.
- Pero – interrumpe los pensamientos de Elizabeth – no puedo impedirle luchar por su vida, ¿no es así? - sonríe
- ¿a qué se refiere? - dice sin entender las palabras del hombre.
- Digo que usted en un estado de desesperación y locura por estar tanto tiempo en cautiverio, se lanzó sobre mí – saca una navaja de un bolsillo de su pantalón – y me apuñalo en el hombro – sin pensarlo clavo la navaja en su hombro, Elizabeth vio como el arma se introducía en la piel del hombre y este emitió un grito debido al dolor de la puñalada.
- ¡qué haces! – grito
- Le doy una salida – dice adolorido – ahora es su oportunidad, cubra bien su rostro, los otros hombres no saben quién es usted, así que podrá salir si es precavida, tampoco utilice el ascensor, podría conseguirse con el jefe o alguno de sus guardias, cubra su rostro y mucha suerte – le sonríe
- Yo, yo – estaba paralizada, no sabía qué hacer, todo era tan rápido.
- ¡vaya! – le grita el hombre soportando el dolor – antes de que venga mi relevo y no pueda irse.
sin pensarlo más, Elizabeth corrió, tomo una chaqueta con capucha tratando de cubrir se rostro, salió a toda velocidad corriendo por el pasillo, por suerte no se encontraba nadie, consiguió las escaleras de emergencia y bajo los escalones corriendo, su corazón latía a toda velocidad, y sentía un gran impulso en su cuerpo, quizás fuera adrenalina por el momento. Llego al final de las escaleras, abrió la puerta y miro hacia afuera, unos hombres de traje estaban justo al frente de la entrada, de inmediato retrocedió antes de que se percataran de su presencia, por suerte del destino frente a ella logro ver un extintor de fuego, lo tomo pensando que podría usarlo para atacar a los tres hombres, pero luego se le ocurrió una mejor idea, algo arriesgada, pero confiaría en sus instintos, salió de forma sigilosa hacia el pasillo, lanzo el extintor hacia la ventana frente a las escaleras, luego rápidamente volvió a esconderse hacia las escaleras dejando la puerta entre abierta para poder ver si su plan había funcionado, al escuchar el ruido del vidrio de la ventana romperse los tres hombres corrieron hacia allí sacando sus armar, al verlos pasar frente a la puerta Elizabeth aprovecho de salir rápidamente y correr hacia la salida mientras los hombres seguían distraídos mirando hacia afuera buscando la causa de la ruptura del vidrio.
Al salir por la puerta del edificio logro sentir el calor del sol en su cara, escuchar el ruido de las personas y una chispa de esperanza recorrer todo su cuerpo, estaba afuera, era libre, la felicidad la comenzó a invadir mientras corría por las calles alejándose lo más posible de aquel lugar, al sentir que ya se había alejado lo suficiente paro para descansar, sus piernas temblaban y sentía que vomitaría, además su vista comenzó a verse un poco borrosa, quizás fuera el estrés por el que cuerpo tuvo que pasar para poder salir de allí, en ese momento se encontraba frente a una tienda.
Un auto negro que venía a alta velocidad paro frente a ella, sabiendo lo que quizás significaba intento correr, pero fue en vano, sintió un gran jalón en su cabello que obligo a retroceder cayendo al suelo, las personas a su alrededor sin hacer nada para ayudarla atemorizados por las armas que portaban los hombres que arrastraban a Elizabeth, solo miraron mientras esta fue subida al auto por la fuerza, (no, no quiero volver allí), pensó mientras luchaba contra ellos con todas sus fuerzas, pero ante tales hombres fornidos no hubo mucho que pudiera hacer, al final la subieron y el coche arranco.
- Hola – le dice un hombre de mediana edad sentado frente a ella – Así que tú eres la mujer a la cual el maldito de Frederick protege, dime algo ¿crees que se moleste si sabe que te tengo? – sonríe – bueno, eso lo averiguaremos, mientras, lamento que tengas que irte a dormir – uno de los dos hombres a sus dos lados le dio un gran golpe en la cabeza con su arma causando una gran contusión provocando que se desmayara al instante.
