Engañada Por Su Novio, Se Casa Con Un Joven Millonario

"Despacio, señora. No se apresure. Lo importante es que el resultado sea pulcro y resistente", dijo Aya con dulzura.

Esa tarde, el sol crepuscular se colaba por las ventanas del hogar de acogida. La luz guiaba pacientemente a una madre discapacitada que estaba aprendiendo a entrelazar círculos con hilo de macramé.

La mujer parecía nerviosa. "Sí, Neng Aya. Me da miedo equivocarme".

Aya la animó: "No pasa nada, señora. Equivocarse es normal. Lo importante es aprender de los errores. Inténtelo de nuevo".

"Sí, Neng. Gracias por tener paciencia y enseñarme".

"De nada, señora. Aya también le agradece que quiera aprender".

Después de asegurarse de que la mujer podía realizar su trabajo correctamente, Aya fue a enseñar a los demás. Y tras asegurarse de que todo estaba bien, se dirigió a una esquina de la sala donde había una gran máquina de coser blanca. Después de tener éxito con la fabricación de bolsos con material de vasos de plástico, ahora Aya también estaba intentando hacer bolsos con retales de tela.

Con el ceño fruncido en señal de concentración, Aya unía los trozos de tela para crear un bolso único. El sonido rítmico de la máquina de coser era la melodía que acompañaba su ajetreo.

Marcel, que acababa de entrar, se quedó de pie en el umbral de la puerta, observando a Aya con una mirada difícil de descifrar. No solo admiración, sino también un sentimiento que crecía con fuerza en su pecho. En su mano sostenía un informe sobre el desarrollo del proyecto de formación para discapacitados y personas de escasos recursos, prueba fehaciente del impacto positivo que Aya había logrado.

"Aya", llamó Marcel suavemente, rompiendo el silencio.

Aya levantó la vista, sonriendo sinceramente. "Kak Marcel", saludó. Un saludo que a menudo hacía que sus amigos y los sirvientes se sintieran celosos. Porque cada día que pasaba, Cahaya se volvía más cercana al joven amo Dirgantara.

Una vez Cahaya pidió permiso para vivir en el hogar de acogida con los discapacitados y las personas de escasos recursos. Sin embargo, la señora Syifana no se lo permitió. Cahaya podía estar en el hogar de acogida durante el día, pero por la noche tenía que volver a casa de los Dirgantara.

Marcel se acercó, sentándose en el borde de la mesa. "Este informe es increíble, Aya. No solo enseñas habilidades, sino que también infundes esperanza. Ahora tienen una nueva confianza en sí mismos, un espíritu para crear".

"Solo comparto lo que puedo, Kak. Creo que todo el mundo tiene potencial, solo necesita el toque adecuado", dijo Aya con modestia.

Marcel asintió, con los ojos brillantes. "Eso es precisamente lo que me inspira. Quiero invitarte a desarrollar esto aún más. Convirtamos esto en un proyecto social más grande, más estructurado. Le damos un nombre, buscamos apoyo y ayudamos a más discapacitados".

Aya se sorprendió, sus manos dejaron de moverse. "¿Habla en serio, Kak? Yo... no estoy segura de poder liderar un proyecto tan grande. Hasta ahora solo les he enseñado y usted se ha encargado de todo".

Marcel le tomó la mano, transmitiéndole convicción. "Estoy seguro de que puedes, Aya. Estaré a tu lado, apoyándote. Formaremos un equipo sólido, buscaremos ayuda de diferentes partes. No se trata solo de crear obras, sino de cambiar vidas, de dar un futuro mejor".

Aya miró a Marcel, con los ojos llorosos. "De acuerdo, Kak. Acepto esta oferta. Hagamos realidad este sueño juntos".

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El hogar de acogida se ha transformado en una oficina de proyectos. Las paredes están decoradas con carteles motivadores y fotos de actividades de formación, creando un ambiente lleno de entusiasmo y esperanza. En una esquina de la sala, hay un logotipo sencillo pero elegante. Una silueta de manos que protegen la luz, con la frase "CAHAYA HARAPAN" debajo.

"¿Por qué tiene que usar la palabra cahaya, Kak?"

Aya no entendía por qué Marcel usaba su nombre como marca.

"Aya, eres la luz para todos ellos. Eres la luz que les da esperanza. Eres el símbolo de su despertar. Así que es muy apropiado que tu nombre se utilice como marca".

"No me alague demasiado, Kak. Tengo miedo de volverme engreída. No he trabajado sola. No podría haber hecho todo esto sin su ayuda. En realidad, usted es quien los ha levantado. Yo solo soy una guía".

Marcel tomó la mano de Cahaya y la apretó suavemente. "Esto es una de las cosas que me gustan de ti. Aunque estés en la cima, sigues siendo humilde. ¡Sigue así! ¡Sigue siendo un punto de luz en medio de la oscuridad!"

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Aya y Marcel estaban sentados uno frente al otro en una mesa llena de expedientes y documentos. Estaban discutiendo con varios voluntarios sobre la estrategia de marketing de los productos reciclados, buscando formas de que el trabajo de los discapacitados fuera conocido y valorado por la sociedad. Marcel explicó su visión de "Cahaya Harapan" como una marca que no solo vendía productos, sino también historias y valores humanos.

El sonido de las teclas del ordenador, el timbre del teléfono y las conversaciones ligeras de los voluntarios llenaban la sala. En un rincón, varios discapacitados cosían diligentemente bolsos, guiados por un instructor paciente. Cada bolso lleva ahora una pequeña etiqueta con el logotipo de "Cahaya Harapan".

"Cahaya Harapan", murmuró Aya, probando el nombre de su proyecto. "Espero que este nombre pueda realmente dar una luz de esperanza para ellos".

Marcel sonrió: "Estoy seguro de que sí, Aya. Con trabajo duro y sinceridad, seguro que podemos hacer realidad este sueño. Y al convertirlo en tu marca, podemos asegurarnos de que estos valores sigan vivos e inspirando".

Trabajaron duro para diseñar un programa de formación integral, buscaron apoyo de diferentes partes y se aseguraron de que cada detalle funcionara sin problemas. Su objetivo era claro: empoderar a las personas con discapacidad a través de habilidades y darles esperanza para un futuro mejor, bajo la bandera de "Cahaya Harapan".

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Unos meses después. El resplandor de las luces del estudio de televisión cegó a Aya. Estaba sentada en una silla de entrevista, frente a un famoso presentador. Su corazón latía con fuerza, pero intentó mantener la calma y sonreír. En la pantalla del fondo, aparecía el logotipo de "CAHAYA HARAPAN".

"Bienvenida, Aya. Tu historia es muy inspiradora. ¿Cómo se te ocurrió ayudar a las personas con discapacidad a través de las habilidades de costura y reciclaje, y cómo 'CAHAYA HARAPAN' se ha convertido en una marca tan fuerte?", preguntó el presentador.

Aya respiró hondo, tratando de encontrar las palabras adecuadas. "Tal vez porque yo también soy una persona con discapacidad, Kak. Y he estado en su posición. Entonces pensé que, si se les dan las habilidades adecuadas, seguro que pueden producir obras valiosas y mejorar su nivel de vida".

"Y el proyecto 'Cahaya Harapan' ha demostrado que tienes razón. Muchos discapacitados han tenido éxito gracias a la formación que has impartido. ¿Qué mensaje quieres transmitir a la sociedad en general?"

Aya miró a la cámara, transmitiendo un mensaje sincero. "Quiero invitar a todo el mundo a abrir los ojos y el corazón. Se han convertido en discapacitados no por su propia voluntad. Y no deberían ser comparados con personas normales. Los discapacitados también tienen el mismo potencial que nosotros. Solo necesitan una oportunidad y apoyo. Démosles la oportunidad de crear, de empoderarse y de alcanzar sus sueños. Apoyen 'Cahaya Harapan', y apoyen sus sueños".