En la vibrante y peligrosa Italia de 2014, dos familias mafiosas, los Sandoval y los Roche, viven en un tenso equilibrio gracias a un pacto inquebrantable: los Sandoval no deben cruzar el territorio de los Roche ni interferir en sus negocios. Durante años, esta tregua ha mantenido la paz entre los clanes enemigos.
Luca Roche, el hijo menor de los Roche, ha crecido bajo la sombra de este acuerdo, consciente de los límites que no debe cruzar. Sin embargo, su vida da un giro inesperado cuando comienza a sentir una atracción prohibida por Kain Sandoval, el carismático y enigmático heredero de la familia rival.
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07
Kain y Luca se quedaron mirando al techo de la cabaña sin saber qué decirse. Aquel primer beso había significado mucho para ambos, y Luca se moría de ganas por volver a sentir la suavidad y calidez de Kain en sus labios. A Kain le pasaba lo mismo; sus manos temblaban, pero deseaba besar una vez más a Luca, sentirlo cerca.
Kain se volteó con cuidado, quedándose a escasos centímetros del rostro de Luca. Luca lo miró y también se giró para encontrarse ahora con el rostro del pelinegro pegado al suyo. Tragó con dificultad, nervioso, y sintió cómo las manos de Kain acariciaban su rostro y luego, con su pulgar, tocaban sus labios. Luca sonrió avergonzado y le dijo:
—Me muero por besarte otra vez.
Kain mordió sus propios labios, sintiendo la misma necesidad, y acercando a Luca a su cuerpo temblando, llevó sus labios a los suyos y los rozó. Los acarició suavemente con los suyos y volvió a besarlo, esta vez de una manera única, como si lo devorara. Luca se dejó llevar, abriendo ligeramente la boca y sintiendo cómo Kain exploraba su cavidad con su lengua.
El beso se profundizó, y ambos jóvenes se entregaron al momento, dejando que sus emociones y deseos guiaran sus movimientos. Las manos de Kain se deslizaron por el cuerpo de Luca, acariciando su espalda y atrayéndolo aún más cerca. Luca correspondía, sus dedos entrelazándose en el cabello de Kain, disfrutando de cada segundo de ese beso apasionado.
Cada movimiento, cada caricia, parecía desatar un torrente de emociones contenidas. El roce de sus labios y la conexión de sus lenguas eran más que un simple gesto físico; eran la expresión de un amor profundo y sincero que ambos compartían.
Kain, sintiendo la intensidad del momento, se apartó ligeramente para mirar a Luca a los ojos. Sus respiraciones estaban entrecortadas, y sus miradas decían más de lo que las palabras podían expresar.
—Luca... te quiero —dijo Kain, su voz cargada de emoción.
—Yo también te quiero, Kain —respondió Luca, sus ojos brillando con lágrimas de felicidad.
Kain sonrió y volvió a besar a Luca, esta vez con una ternura que contrastaba con la pasión de antes. Sus labios se movieron lentamente, disfrutando de cada momento, saboreando la sensación de estar juntos.
El tiempo pareció detenerse mientras se besaban, y todo lo demás dejó de importar. La cabaña, el frío exterior, las rivalidades de sus familias... todo se desvaneció, dejándolos solo a ellos y su amor.
Finalmente, se separaron, pero sus cuerpos permanecieron pegados, sus frentes apoyadas una contra la otra. Kain acarició suavemente la mejilla de Luca, trazando líneas invisibles con sus dedos.
—Quiero que este momento nunca termine —murmuró Kain.
—No terminará, Kain. Siempre tendremos esto, siempre nos tendremos el uno al otro —respondió Luca, su voz suave pero firme.
Ambos sabían que el camino por delante no sería fácil, pero en ese momento, en la tranquilidad de la cabaña, todo parecía posible. Estaban juntos, y eso era lo único que importaba.
Kain se acurrucó junto a Luca, envolviéndolo en un abrazo protector. El calor de sus cuerpos entrelazados les proporcionaba consuelo y seguridad. Luca cerró los ojos, sintiendo el latido del corazón de Kain contra su pecho, y supo que nunca había sentido tanta paz y felicidad.
A la mañana siguiente, Kain fue el primero en despertar. Era domingo, primera hora de la mañana, y el sol apenas comenzaba a colarse por las pequeñas ventanas de la cabaña. Ver a Luca dormir en el colchón tan indefenso lo llenaba de un amor que nunca antes pensó que llegaría a sentir hacia alguien. Tenían que regresar a Roma y esa era la peor parte.
Kain se levantó con cuidado y se dirigió a la cocina a preparar algo de desayunar antes de partir. Intentó hacer el menor ruido posible, pero una cacerola cayó al suelo, despertando a Luca, que se levantó agitado y asustado tras escuchar el estruendo.
—Kain, ¿dónde estás? —gritó Luca, con voz temblorosa.
Kain fue hasta él, y al verlo en ese estado, se tiró en el colchón a su lado y lo abrazó. Luca comenzó a llorar, aferrándose a él con fuerza.
—Estoy aquí, Luca. Solo fue algo que cayó en la cocina. ¿Por qué estás así? —dijo Kain, confundido y preocupado.
Luca lo miró con los ojos cargados de lágrimas y le dijo:
—Me asusté mucho. Comencé a soñar que nos encontraban y pensé que había pasado lo peor.
Kain sintió un dolor punzante al verle así. Volvió a tenerlo entre sus brazos, acariciando su cabello con ternura.
—Todo está bien. Nadie nos ha encontrado. Estamos juntos, y eso es lo único que importa —susurró Kain, con voz firme pero llena de cariño.
Luca se aferró más a él, sintiendo la seguridad y el amor en cada palabra de Kain.
—No dejaré que nada nos separe. Te lo prometo, Luca. Pase lo que pase, siempre estaremos juntos —continuó Kain, con determinación.
Luca asintió, pero las lágrimas seguían cayendo por su rostro. Kain lo sostuvo con más fuerza, besando su frente.
—No puedo perderte, Kain. No puedo... —dijo Luca, su voz quebrándose.
—No me perderás, amor. No dejaré que eso ocurra. Vamos a encontrar la manera de estar juntos, siempre —respondió Kain, su corazón latiendo con fuerza.
Luca se calmó poco a poco, sintiendo el consuelo y la protección en los brazos de Kain. Sabían que el regreso a Roma sería complicado, pero en ese momento, se permitieron olvidar el mundo exterior y se concentraron en el amor que compartían, un amor que los mantendría unidos a pesar de cualquier adversidad.
Kain, sintiendo la desesperación de Luca, lo besó con ternura, tratando de calmar su angustia. Sus labios se encontraron en un beso lleno de promesas silenciosas, un beso que decía todo lo que las palabras no podían expresar. Luca respondió con igual intensidad, aferrándose a Kain como si fuera su ancla en un mar de incertidumbre.
—Vamos a desayunar, tenemos que regresar a Roma —dijo Kain, separándose ligeramente pero sin dejar de abrazar a Luca.
Luca asintió de nuevo, respirando hondo. Sentía que mientras tuviera a Kain a su lado, podría enfrentarse a cualquier cosa.
Kain lo miró a los ojos, susurrando una vez más:
—Te quiero demasiado, Luca. Y nada, ni nadie, podrá cambiar eso.