Un encuentro con un salvador desconocido provoca que Jaden recuerde su primer vida. Y se da cuenta de que en realidad es un carne de cañón, quien es sacrificado por el villano en la historia original.
No solo eso, sino que su salvador resulta ser su personaje favorito del libro, quien también muere traicionado por sus amigos.
Con esta nueva información Jaden toma una decisión, ¡destrozar la trama del libro!
¿Lo logrará? O, antes de que pueda hacer un movimiento, ¿será arrastrado de nuevo a lado del villano para ser sacrificado?
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Nueva clase
...
A primera hora del lunes, Jaden se levantó. Y aunque una parte de él ansiaba regresar a la calidez de su cama, ya había decidido que implementar un poco de ejercicio matutino mejoraría su calidad de vida, así como su condición física.
Y este último punto era demasiado importante, pues si por alguna razón se veía en la necesidad de escapar del imperio —y quizás secuestrar a cierto pelirrojo en el proceso—, una buena aptitud física para correr sería algo indispensable. Porque pasara lo que pasara, en esta vida planeaba llegar a la vejez, y su favorito también lo haría.
Fue así que con esta determinación, el pelinegro se vistió con la ropa más cómoda que encontró, lo que fue un poco difícil, dado que no existía algo como “ropa deportiva” en el mundo de la novela. Tuvo que conformarse con un pantalón negro, y una camisa simple. De unos tenis deportivos ni hablar, solo tomó el par de zapatos más viejos que tenía.
—Supongo que no todo podía ser perfecto… —balbuceó. Antes no lo recordaba, pero ahora sí, y añoraba ligeramente la comodidad de la vida del siglo XXI. Por suerte, los baños eran similares a los de su primera vida, así que no debía comenzar a preocuparse por la higiene en el futuro. Lo demás podía pasar a segundo plano, después de todo, ya llevaba viviendo de esta manera desde hace dieciséis años.
Como fuese, salió de la habitación y se dirigió al enorme campo de entrenamiento en la escuela. Este no pertenecía a ningún departamento, por lo que podía ser usado por cualquiera siempre que no hubiese clases programadas, y según recordaba, a esa hora no había ninguna clase. De hecho, le sorprendería que alguien estuviese despierto tan temprano. Así que pensó en ejercitarse en dicho lugar.
No obstante, fue una sorpresa que para el momento en que llegó al campo, se encontrase con varios alumnos y alumnas.
Miró alrededor, y notó que los chicos corrían y se atacaban unos a otros, lo que le hizo pensar que estaban peleando enserio. Su primer instinto pacifista fue el de intervenir para detenerlos. Por suerte, antes de hacerlo, entendió que debían ser los plebeyos del departamento de caballería.
Darse cuenta de esto… lo hizo sentir vergüenza de sí mismo.
Antes de esa mañana, a él ni siquiera se le pasó por la cabeza que podría haber alguien en el campo; pero ahora comprendía que dicho pensamiento solo había incluido a los nobles de la escuela. No a los plebeyos.
Era obvio que estos alumnos, al no tener ninguna de las comodidades ni facilidades de los nobles, —y a pesar de su gran talento, dado que fueron admitidos en la Academia más importante del imperio— debían entrenar con mayor ahínco que esos niños mimados si querían obtener un trabajo decente al graduarse.
Entonces, ¿cómo podrían disminuir un poco aquella brecha enorme? La única manera era entrenando más duro, y fortaleciéndose más que los nobles, pues solo así —y si tenían la suerte suficiente— llamarían la atención de alguna familia importante, quien podría contratarlos para unirse a su guardia privada. De ahí su buena predisposición en este tipo de “auto estudio”.
“¿Siempre he sido así de ciego?”, se preguntó Jaden. Ahora se percataba de que aun con la alienación de su padre adoptivo, y el poco dinero que recibía —comparado con otros hijos nobles—, su propia situación era mucho mejor que la de muchos plebeyos. Y en cierto sentido, no era tan diferente de aquellos privilegiados como había pensado. Y si era sincero, no sabía de qué manera procesar este nuevo conocimiento sobre sí mismo.
El sonido de las espadas de madera chocando unas con otras le devolvió al presente. Jaden levantó el rostro, y se concentró en aquellos chicos. Algunos estaban entrenando en parejas, y otros simulaban batallas de tres contra tres. Cual fuera el caso, cada uno ponía su mejor esfuerzo para ganarle a su rival.
Y, verlos en pleno entrenamiento le hizo percatarse de que el esfuerzo que ponían en cada movimiento era equitativo a las ganas que tenían de forjarse un mejor futuro, e incluso de cambiar el destino que se les había dictado al nacer sin un título. Y eso —de cierta manera—, ¿no era lo mismo que intentaba hacer él mismo?
Notar esto le hizo sentir un poco de empatía, y deseó que las cosas salieran bien para todos esos chicos. Y desde luego, al verlos tan concentrados en su entrenamiento, decidió también enfocarse en lo suyo.
Hizo los calentamientos necesarios, y al cabo de diez minutos ya estaba corriendo de un lado a otro en el campo.
Al principio, nadie reparó en este solitario chico que corría en la distancia, pero pronto su presencia llamó la atención de varios alumnos.
Y debido a que el sol no se asomaba en el horizonte todavía, esos chicos no podían ver con claridad el color de su cabello y huir despavoridos al segundo siguiente. Por suerte para Jaden, la curiosidad inicial se esfumó cuando vieron que solo correría. Nadie se acercó a él, y él no se acercó a nadie.
Aunque de manera solitaria, así pasaron treinta minutos.
Fue cuando el sol por fin estaba a punto de hacer su aparición, que él decidió dejarlo por esa mañana. Y si era sincero, su cabeza ya comenzaba a doler un poco. De todos modos, debía volver a su habitación para tomar un baño antes de ir a clases. Y siguiendo la línea de su cambio de actitud hacia la vida, comenzó a llenarse de pensamientos positivos.
El cambio que estaba por experimentar era una buena oportunidad para establecer una conexión con sus nuevos compañeros de grupo, y estaba emocionado por intentarlo. ¿Cómo no estarlo si además compartiría clase con su favorito?
Con la respiración agitada y el sudor escurriendo por su rostro, el chico se dispuso a regresar a su habitación.
¡Ese día era el inicio de su nueva vida!
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Jaden se había cambiado de ropa recién, y hubo que decirlo, se sintió un poco desacostumbrado cuando se puso la nueva camisa. Algo en su interior le hacía sentir que vestía el uniforme del enemigo, pero agitó el rostro de un lado a otro para ignorar la sensación. Aunque, frente al espejo, fue inevitable no enfocarse en las pequeñas cruces que adornaban su cuello, y las cuales ahora eran rojas.
Luego de mirarlas más de lo necesario, se palmeó ambas mejillas para salir de aquel extraño trance.
—Quizás es la trama haciendo de las suyas… —dedujo. Como fuese, no quería pensar más en ello. No había traicionado a nadie, tan solo cambió de grupo en la escuela. ¿Acaso eso era un crimen? No lo creía.
El pelinegro salió de su habitación luego de tomar su portafolio. Y se dirigió a su nuevo salón.
Sin embargo, el trayecto que solía tomar para asistir a su antigua clase era tan conocido para Jaden, que inconscientemente caminó por él sin desviarse. Y solo se percató de ello cuando estaba por dar un paso al interior del edificio que ya conocía tan bien.
Se sorprendió, y rezó en el fondo de su corazón para que esa acción suya fuese un simple error producto de su propio descuido, y no algo que la trama le había hecho hacer sin percatarse de ello.
Por suerte se detuvo antes de ingresar por la puerta. Aunque, fue entonces que notó la mirada chismosa de varios alumnos del 2A, las cuales no se despegaban de él —quizás porque el rumor de cierta pelea ya se había difundido durante todo el fin de semana—. Se imaginaba que las habladurías ya distaban un mundo de distancia de la verdad inicial. ¿Quién sabía? Es probable que para ese momento ya tuviese la reputación de un acosador despreciable.
“Es una bendición que en este mundo no existan las redes sociales… de no ser así… no quiero ni pensar en lo que se diría de mí…”
Antes de recuperar sus recuerdos, es probable que para este punto ya estuviese temblando de pies a cabeza, mientras resentía al mundo por hacerlo sentir rechazado. Tal vez buscaría al príncipe como un punto de apoyo, pensando que eran amigos sinceros… sin saber que era él quien se encargaba de difundir los rumores desde el inicio.
Afortunadamente, ahora recordaba, por lo que ya no se sentía tan pequeño y patético como en el pasado.
Aun cuando todavía temblaba un poco, disimuló su estado de ánimo bastante bien. Se paró lo más recto que le permitió su columna vertebral, y no dejó que su expresión se distorsionara por el nerviosismo o el miedo.
“Sin duda, estos buitres quieren ver un buen espectáculo… tal vez yo humillándome frente a Astor. Pero me temo que los decepcionaré.”
El chico suspiró, y mientras apretaba la correa del portafolio en su mano, giró sobre sus talones para ingresar al edificio de enfrente. Esto solo provocó que los cuchicheos y exclamaciones de sorpresa estallaran a su espalda.
Nadie se molestó en fingir siquiera discreción.
“Debo agradecer que los grupos se lleven tan mal, que los directivos decidieron separarlos tanto…”, se dijo mientras intentaba sofocar el nerviosismo que ya comenzaba a convertir sus piernas en dos espaguetis. “Y que el profesor Bastian no anunciara la noticia de mi cambio de clase…”
En la Academia era común que las clases del mismo grado estuviesen en un solo edificio… Pero, dada la terrible enemistad en ambas clases, los directivos decidieron alejar a estos dos grupos luego de la primer semana del año pasado. Y ese arreglo se había extendido hasta el presente.
Debido a la animosidad entre los grupos 2A y 2B, sus clases ni siquiera se cruzaban ni por un minuto. Mientras unos estaban en el exterior, los otros en el interior. En un día normal, estos enemigos naturales no podían ni verse un solo cabello.
Cosa que no podía ser más perfecta para Jaden. Siendo así, no tendría que volver a enfrentarse a Astor. ¿No era una excelente noticia? No verlo ya se consideraba media victoria para esta pequeña carne de cañón.
Fue bajo la mirada curiosa de varios, que Jaden subió las escaleras al tercer piso de aquel edificio que antes nunca visitó —y el que incluso consideró alguna vez como el nido de las ratas… no le juzgues, ya se avergonzaba de estos pensamientos sin sentido…—, y llegó hasta la clase 2B sin siquiera perderse.
¿Cómo conocía el camino de antemano, si nunca había puesto un pie ahí? Esto en realidad no fue por el nuevo cronograma de clases que se le había dado el sábado por la tarde, si no más bien se debía al conocimiento milenario de la novela, o mejor dicho, del autor, quien se había tomado el tiempo de describir esa clase de detalles.
Luego de contener la respiración, abrió la puerta. Y varios rostros se dirigieron hacia él. Pero lo único que llamó su atención fueron aquellos ojos rojos.
Tan pronto como cruzaron miradas, algo en su interior se agitó. Y no supo cómo describirlo.
...
posdata autora mira seirei gensouki je