DRAGÓN DORADO

Ricardo dejó a Ely y avisó a los Reyes lo sucedido, muy apenado, pero Carlota reía por eso.

—Parece que Aria es muy fuerte. Me alegro de que no haya pasado a mayores, General —decía César.

—Mi culpa por hacerla fuerte —sonrió nervioso—. Me retiro, que tengan una buena noche.– Reverencia—. Nos vemos mañana, Princesa Ely.

—Nos vemos, General —sonrió Ely.

Ricardo volvió en su carruaje, soltando un suspiro pesado.

Kael llegó en ese momento junto a sus padres.

—¿Ocurrió algo?

Ely le contó lo sucedido.

—Y ella es de verdad, no mi imaginación —le sacó la lengua. Kael le apretó la nariz haciendo una mueca.

—Su padre es el General Ricardo… ¿Te acuerdas de él? —preguntó César.

—Sí, fue mi último mentor… Veo que su hija salió con su carácter.

—Sí, y muy bella como su madre —agregó Carlota, sonriendo.

—Madre… no empieces —suspiró.

Todos estaban ya sentados en la mesa.

—Sí, madre, Aria es mucho para Kael —dijo Ely. Sus padres rieron.

—Disculpa… ¿cómo es eso? —dijo sorprendido Kael.

—Es verdad, esa niña no quiere saber nada de matrimonio —dijo César.

—Tú también, padre… —Kael se sintió atacado. Ely y su madre reían.

—Sí, tienes razón. No está a tu alcance… Es mejor que ni la mires —dijo Carlota. 《Seguro caerás, hijo mío》 pensó.

Kael hizo una mueca.

—No sé si es una ofensa o un halago… mmm —dijo, dudoso. 《Así que Aria Eldrida, eh…》 pensó.

Ely y su madre se miraron. Sabían que Kael buscaría verla.

Ely sabía que Aria era buena para su hermano, como él para ella. Cuando se conocieran, se darían cuenta de que eran tal para cual.

•••

—Sube.

Lyra subió como pudo las escaleras. Estaba sucia, con hambre y sed; su rostro pálido por esos cuatro días sin comida.

—Te informo que Aria es muy amiga de la princesa Ely, y se las ve muy seguido juntas —dijo Ester, sosteniendo la vela.

Lyra abrió los ojos.

—Imposible… ¿y los rumores de su maldición?

—Ese estúpido rumor tuyo. Te dije que sería temporal. La gente se dio cuenta de a poco de que no tiene nada. Ambas andan por el pueblo agarradas del brazo. Ahora todos murmuran sobre quién pudo decir tal cosa de la princesa.

—No puede ser… ¿qué podemos hacer? —balbuceó Lyra.

Ester le dio un plato lleno de comida y agua, casi tirándoselos de mala manera.

—No es mi problema. Esa niña no es importante… —dijo nerviosa.

Lyra entrecerró los ojos.

—¿Algo te preocupa? Estás caminando en círculos.

—Amenacé a la reina —Lyra abrió los ojos—. Y ahora me mandó una invitación de té —suspiró.

—Eso es bueno… quiere decir que no lo tomó en serio.

—No, idiota. Quiere decir que me tiene en la mira. Pero no dejaré que me calle. El idiota de su hijo está hasta las manos y seguro querrá callarme… —se sentó, suspirando. 《Tengo que averiguar algo más de ella. Algo más oscuro》.

—No pienso quedarme encerrada de nuevo. Iremos a la ceremonia. Podemos hacer algo ahí —dijo Lyra.

—No. Si metemos la pata, nos pueden colgar. Debes actuar como ofendida por la pérdida de amistad con Aria. Haz como si te afectara —decía Ester—. Que crean que es una mala amiga.

Lyra rodó los ojos.

—Ella tendría que rogar por mi amistad, no yo.

—Es lo que harás. No pienso caer contigo. Acuérdate que Ely es una princesa de los Kvalir, y son más fuertes. Si la ofendes y descubren tu estúpido rumor, estás perdida, Lyra. No seas idiota y piensa —gritó.

Lyra suspiró, furiosa.

—Bien —comió con rabia.

Aria limpiaba los últimos elementos de entrenamiento en el área de caza. Lucas estaba en el área de lucha.

Cuando terminó fue a los baños mixtos, y escuchó que al lado estaban los chicos con Lucas.

《Aún siguen acá》 pensó Aria. Suspiró tratando de relajarse en el vapor mientras pensaba que tenía que hablar con su padre; él podría saber sobre los conflictos entre los reinos.

《Tendré que preguntarle sin que sospeche》

Estaba desconectada cuando escuchó las risas de los chicos y que dijeron su nombre.

—¿Crees que durará? —preguntó uno.

—No lo sé, parece fuerte —agregó otro.

—Ch, es una niña. Si la molestamos, seguro se cansará antes de la ceremonia —agregó Lucas—. Ni el General la ayudará. No me va a arruinar la ceremonia.

Aria chistó los dientes. 《Así que quieren joderme… Bien, veremos quién jode a quién》. Se envolvió con la toalla y salió del sauna.

Lucas vio que la luz se apagó del otro lado. Se levantó con su toalla y siguió los pasos.

—¿Qué? ¿Viste algo? —dijo uno de los chicos.

—Nada. Pensé que había alguien —dijo Lucas volviendo al sauna.

Aria estaba en un rincón, oculta, cuando sintió que él volvía. Se cambió rápido y fue directo a su carruaje, donde la esperaba Nely.

—¿Me esperaste mucho, Nely? —preguntó.

—Recién llego, señorita. Supe lo sucedido. El General está furioso. Fue directo con el concejal a hablar con los padres de Larisa y Marisa —decía.

—Uf… estará de muy mal humor por no contarle —suspiró. Nely asintió. Ricardo odiaba que trataran mal a la gente, y peor si era Aria. No dejaría cabos sueltos.

Llegaron al castillo. María las esperaba afuera. Aria bajó y su madre la abrazó de golpe.

—Mi niña… ¿por qué no nos dijiste? —dijo con tristeza.

—Madre…

—No digas nada. No dejaremos que lo sigan haciendo. Vamos adentro, hice tu comida favorita —se secó las lágrimas.

Aria asintió. Ricardo estaba junto al concejal y Javier. Los saludó y cenaron.

—Señorita, mañana daremos aviso a la madre de Lyra sobre la advertencia. Quería informarle —dijo Augusto, el concejal.

—Gracias, concejal —respondió Aria.

—No dude en avisarme si intenta amenazarla —agregó Javier. Aria asintió, aunque no pensaba hacerlo.

Después de la cena, Aria escuchó parte de la charla entre el concejal y su padre. La discordia entre los Valkir y los Oskcor estaba en la cuerda floja. Afectaba las tierras del norte, y los Kvalir estaban ayudando allí, pues eran parte del reino.

《Les están tirando sus problemas a los Kvalir. No me sorprende. Sus reinos están perdiendo poder y no quieren al príncipe Kael. Todos son unas ratas.》

—Padre… disculpa que me meta… ¿habrá alguna manera de ayudar a la gente? —preguntó Aria.

Ricardo miró al concejal, quien asintió, dándole permiso para contarlo.

—La gente tiene problemas de desnutrición y falta de agua potable —suspiró Ricardo.

—¿Y solo el reino de los Kvalir ayuda? ¿Cuántas personas son las afectadas? —preguntó seria.

—Más de mil, señorita. El príncipe Kael es el único que los ayuda —respondió Javier, con tono enojado.

—Ch, ¿y eso no va en contra de sus deberes como príncipes? ¿Acaso no pueden obligarlos a ayudar? —preguntó.

《Qué príncipes idiotas》

—Ya fueron avisados y dieron solo un veinte por ciento de ayuda.

—Bastardos —soltó Aria.

—Aria —regañó María.

Javier apretó los labios para no reír, igual que su padre. Ricardo soltó una carcajada, pero María lo miró y él carraspeó.

—Disculpen, pero lo son… ¿Padre, se podrá ayudar en algo? La cosecha es buena. Podemos pedir a los tíos ayuda con el agua, y la madera del bosque serviría para hacer un pozo —dijo determinada.

Javier miró sorprendido a su padre. Ricardo miró a María, que asintió.

—Concejal, ¿se podrá? —preguntó Ricardo.

—Sí. Tendríamos que proponerlo a los Reyes —dijo firme—. Pero sería muy bueno, podría abastecer a la gente. ¿Puedo preguntar por qué desea hacerlo, señorita?

—Porque la gente buena merece ayuda. Sin ellos no existe reino —dijo Aria, mirando la ventana.

Recordó su vida pasada: cuando no tenían un peso y nadie los ayudaba, ni siquiera el gobierno por quien una vez votaron. Solo los más humildes les dieron la mano.

Javier sonrió de lado. El concejal asintió, satisfecho.

—Bien. Mañana avisaré a los Reyes. Estarán más que felices —dijo el concejal. Aria asintió.

Se despidieron. Javier se presentó formalmente ante Aria.

—Me disculpo por lo de esta mañana. Imaginé que miré a la princesa juzgándola, pero no fue así… realmente nunca la había visto en persona —dijo.

—Está bien. Seguro te impresionó su belleza. Noté tu rostro rojo y esas miradas tuyas —respondió burlona. Javier tartamudeó. —Tranquilo, tu secreto está a salvo… por ahora —río Aria, entrando, dejándolo nervioso.

《Ely estará feliz al saber que tiene un admirador》