Rubí huye a Nápoles buscando escapar de Diego Salvatore, un pasado que la asfixia con su enfermiza obsesión. En Italia, creyendo encontrar un respiro, se topa con Donato Valletti, un capo mafioso cuyo poder y magnetismo la atrapan en una red de intrigas y deseos prohibidos.
Donato, acostumbrado a controlar cada aspecto de su mundo, se obsesiona con Rubí, una flor exótica en su jardín de sombras. La seduce con promesas de protección y una vida de lujos, pero la encierra en una jaula dorada donde su voluntad se desvanece.
Diego, consumido por la culpa y la rabia, cruza el Atlántico dispuesto a reclamar lo que cree que le pertenece. Pero Nápoles es territorio Valletti, y para rescatar a Rubí deberá jugar con las reglas de la mafia, traicionando sus propios principios para enfrentarse con el mismísimo diablo.
En un laberinto de lealtades rotas y venganzas sangrientas, Rubí se convierte en el centro de una guerra despiadada entre dos hombres consumidos por la obsesión.
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Capítulo 12
Al llegar a casa después de dar una vuelta en el auto, la adrenalina aún corría por mis venas. Cuando entré, vi a Camila y Sofía sentadas en el sofá, con sus caras iluminadas por la emoción del día. Me uní a ellas, sintiéndome como si estuviera flotando.
—Ruby, creo que Diego sí quiere algo más contigo— comentó Camila, con esa chispa de complicidad en su mirada.
—¿Tú crees?— pregunté, sintiendo cómo mi corazón se aceleraba un poco. La idea de que Diego pudiera tener interés en mí me llenaba de nervios y emoción.
—¡Claro que sí! No cualquiera te regala un auto como ese— insistió Camila, y no pude evitar sonreír. Tenía razón; el gesto de Diego era algo especial.
—No me importa, a mí también me gusta mucho— respondí, sintiendo una mezcla de confianza y emoción.
Sofía, con su mirada siempre perspicaz, se inclinó un poco hacia adelante. —¿Eres consciente de que quizás él quiere algo más que besitos?— preguntó, y su tono me hizo pensar. —Sabemos que él es un hombre maduro y no se anda con niñerías—
—Lo sé, por eso iré preparada hoy. Que pase lo que tenga que pasar— dije, riendo y tratando de restarle importancia a la situación. Era un momento emocionante y, aunque un poco aterrador, estaba lista para enfrentar lo que viniera.
Sofía levantó una ceja, con su expresión preocupada. —¡Por Dios, Ruby! ¿cómo puedes decir eso? Estás vendiendo tu virginidad— dijo, y su cara me hizo reír aún más, mientras Camila soltaba una carcajada.
—Prefiero venderla, como dices, que dársela a cualquier pobretón que no lo vaya a apreciar— respondí, levantándome del sofá y sintiéndome empoderada. La verdad era que no quería entregarme a alguien que no supiera valorar lo que significaba.
Con una sonrisa en el rostro, me dirigí a mi habitación. Necesitaba una buena ducha para relajarme y rejuvenecerme. Mientras el agua caía sobre mí, me dejé llevar por la emoción del día. El auto, la cena con Diego, y la posibilidad de que algo más pudiera surgir entre nosotros me hacían sentir viva.
Me miré en el espejo después de la ducha, sintiéndome renovada. ¿Quién diría que un simple regalo podría cambiar tanto mi día? La idea de lo que podría pasar esa noche me llenaba de mariposas en el estómago.
Me vestí con cuidado, eligiendo un atuendo que me hiciera sentir segura y hermosa. Mientras me arreglaba, no podía evitar pensar en Diego y en cómo sería nuestra cena. ¿Estaría él tan emocionado como yo? La incertidumbre me hacía sonreír.
Estaba lista para lo que viniera. Esa noche prometía ser especial, y yo estaba decidida a disfrutar cada momento.
Me apliqué mi crema corporal de coco y vainilla. Y tomé la lencería que compré hace algunos días cuando salimos de compras. Es algo justo para este momento y si va a ser mi primera vez, quiero que sea lo mejor.
Me puse un vestido rojo que me hacía sentir poderosa y cómoda, con el detalle de ocultar la lencería que llevaba debajo. Los tacones negros altos añadían un toque de elegancia, y el perfume que apliqué me hizo sentir como si estuviera lista para conquistar el mundo.
Con mi bolso en mano, salí decidida hacia la sala, donde Camila y Sofía estaban esperando. Al entrar, Camila me miró de arriba a abajo, con sus ojos brillando con admiración.
—¡Ruby, estás súper sexy!— exclamó, con una sonrisa que iluminaba su rostro.
Sofía, sin embargo, frunció el ceño un poco, como si estuviera pensando en algo más. —¿Estás segura de lo que vas a hacer?— preguntó, con su tono un poco más serio.
Me detuve un momento, sintiendo un torbellino de emociones, pero decidí no dejar que la duda me afectara. —Claro que sí, chicas. Estoy lista para disfrutar de esta noche— respondí con confianza, sonriendo.
—Bueno, si estás segura...— dijo Sofía, aunque su mirada seguía siendo preocupada.
Con una sonrisa, me acerqué a ellas y les di un beso en la mejilla. —Gracias por todo, chicas. Las quiero— dije, sintiendo que su apoyo era todo lo que necesitaba.
Tomé las llaves de mi nuevo auto, sintiendo el peso en mis manos, y el corazón comenzó a latir más rápido. Este era un momento importante, una nueva etapa en mi vida. Con una última mirada hacia mis amigas, salí de casa y me dirigí al auto.
Al subirme, el olor a nuevo me envolvió, y no podía evitar sonreír al girar la llave en el encendido. El motor rugió y, con una mezcla de emoción y nervios, puse el pie en el acelerador. Mientras conducía hacia la casa de Diego, el viento me acariciaba el rostro y la música sonaba a todo volumen.
Estaba lista para lo que esa noche tenía reservado. La aventura apenas comenzaba.
POV DIEGO
Después de una larga ducha, salí del baño sintiéndome renovado. El vapor aún flotaba en el aire mientras me vestía. Elegí un conjunto que reflejara mi estilo: todo de negro, con una camisa que dejaba entrever mis tatuajes en el pecho y los brazos. La camisa estaba medio abierta, dándole un toque de misterio.
Mientras me miraba en el espejo, noté cómo la luz resaltaba mis tatuajes, cada uno con su propia historia. Me sentía listo para la noche. Justo en ese momento, escuché un golpe en la puerta.
Era Marcos.
—Diego, todo está listo— dijo, entrando en la habitación.
—¿La mesa en la azotea?— pregunté, ajustando mi camisa.
—Sí, todo preparado. El ambiente está perfecto— respondió Marcos, con una sonrisa que mostraba su aprobación.
—Dile al personal que se vaya temprano— le dije, sintiendo que quería que la noche fuera privada y especial.
Marcos asintió. —Ya lo he hecho. Están terminando de recoger y se están yendo— dijo, asegurándose de que todo estuviera en orden.
Asentí, sintiendo que la emoción crecía en mi interior. —Perfecto, gracias— respondí, mientras comenzábamos a salir de la habitación.
—Iré a la entrada, y apenas llegue Ruby, me marcharé— comentó Marcos, y yo asentí de nuevo.
Subí hacia la azotea, sintiendo que la brisa nocturna me envolvía. La vista era espectacular, y el ambiente estaba diseñado para impresionar. Las luces tenues y la decoración creaban una atmósfera mágica. Solo necesitaba que Ruby llegara para que todo cobrara sentido.
Mientras esperaba, me pregunté cómo sería la noche. Ruby siempre tenía una forma de iluminar cualquier lugar...