Midnight Promises (Libro I)

El líder y un par de sus hombres se marchan, dejándome sola frente a la amenaza restante que me rodea. Uno de los ladrones, con la clara intención de capturarme, se acerca con paso decidido, pero antes de que pueda alcanzarme, reacciono con rapidez. Con un giro de mi cuerpo y en un movimiento fluido, lo dejo noqueado en el suelo. Los demás ladrones, sorprendidos por lo que acaban de ver, retroceden momentáneamente, pero pronto recuperan su compostura y deciden atacarme con sus espadas.

Gracias a que mi cabello está recogido en una coleta alta y visto un atuendo ligero con pantalones, hace que todo esto sea más sencillo. Con gracia y destreza, me enfrento a todos ellos esquivando los cortes afilados de sus armas. Mi defensa es precisa y calculada ya que no deseo salir herida y aprovecho cada oportunidad para contraatacar. Les doy golpes precisos y veloces, derrotando uno a uno dejándolos caer al suelo. El líder al percatarse de la situación decide volver y aprovechar el momento en el que estoy ocupada luchando contra los últimos de sus hombres, se abalanza hacia mí apuntando directamente su espalda con la intención clara de acabar con mi vida.

«¡Mierda!» pienso al ver el filo de la espada que se acerca a una velocidad increíble ante mis ojos. «¡No lograré esquivarlo a tiempo!»

Un hombre con ojos de tono dorado verdoso como hojas resplandecientes bajo la luz del sol emerge de entre las sombras, moviéndose con una agilidad sin igual. En un rápido movimiento, interviene justo a tiempo, bloqueando el ataque del líder de los ladrones con su propia arma y desviándolo hacia un lado. Con una habilidad marcial impresionante, ejecuta una serie de movimientos fluidos y letales, incapacitando al líder en cuestión de segundos dejándolo indefenso en el suelo.

Los guardias ingresan repentinamente al lugar, alertados por el alboroto y los ruidos de la confrontación. Él, con una calma en su rostro, se dirige hacia los guardias y les explica la situación con una voz firme asegurando que la amenaza ha sido neutralizada. Mientras recupero el aliento, el niño que envié con Azuran se acerca a mí dándome las gracias. Con una sonrisa de alivio, acaricio con ternura a mi fiel compañero equino y el pequeño me contó que ese hombre que me salvó peleó valientemente con los ladrones que seguían a los aldeanos por el camino. Gracias a su valentía, nadie salió lastimado y que estaba muy agradecido con nosotros dos por defender su aldea.

El niño se fue, y tomé las riendas de mi caballo. Miré a un costado, donde él me observaba en silencio.

—¿Tienes algo que decir? —pregunté, mi voz cargada de una mezcla de intriga y desafío.

Él hizo una mueca, una expresión que parecía despectiva. Ante su reacción, desvié la mirada y continué con mi camino. No iba a tolerar su falta de respeto; podía haber negado con la cabeza o decirme simplemente "no". En lugar de eso, su actitud parecía una burla a mi pregunta. ¡Qué idiota!

—Regresemos a casa, Azuran —murmuré.

Mi caballo, Azuran, comenzó a andar, sus pasos marcando el ritmo de mi enojo contenido.

                                                                                                   ------

En el viaje de camino a casa me imaginaba el regaño que Betty y Rosse me iban a dar por llegar tarde y ver que tengo un par de raspones en el cuerpo y creo unos pequeños en el rostro. «¿Debería decirles lo que pasó? Mmm…». Mientras mi mente divaga en qué es lo que debo decir cuando las vea, mis pensamientos se ven interrumpidas cuando escuché el sonido de los cascos de otro caballo acercándose. Al girar la cabeza, lo vi de nuevo, se acercaba con una sonrisa en el rostro y me saludo con un gesto amistoso con la mano.

Mis labios se tensaron ligeramente en una mueca de molestia mientras apretaba las riendas de mi caballo. «¿Quién es este tipo y por qué me sigue de esa manera?» Decidí enfrentar la situación, deteniendo a mi caballo y esperando a que él se acercara. Tal como supuse, se detuvo frente a mí, sonriendo con una confianza que me resultaba irritante.

—No me digas que… ¿me esperabas? —dijo con un tono coqueto, mirándome directamente a los ojos.

Fruncí el ceño, sintiendo una mezcla de molestia e irritabilidad ante lo que acababa de decir.

—¿Esperarte? —me burlé—. ¿Por qué me estas siguiendo? Y no me digas que es "coincidencia” que estemos en el mismo camino.

 Él se encogió de hombros con una actitud de despreocupación que solo aumentaba mi frustración.

—Solo estaba disfrutando del paseo y me pareció que… sería agradable seguirte un rato. —respondió haciendo que mi pregunta pareciera insignificante.

Aprieto los labios, frustrada por la falta de una respuesta clara. Su actitud sólo aumentaba mi incomodidad.

—Bueno, no me gusta que me sigan sin motivo. —dije con firmeza, esperando que él entendiera mi incomodidad— ¿Qué es lo que quieres?

Él inclinó la cabeza ligeramente, manteniendo su expresión relajada.

—Lo siento si te molesté. No era mi intención. —expresó con tono suave, pero su mirada coqueta y su actitud despreocupada contradecían sus palabras.

Suspiré, sintiéndome frustrada por la forma en que él parecía desarmar mis intentos de confrontación con su actitud descortés. Decidí no continuar la discusión; era evidente que tratar de obtener una respuesta clara de su parte sería en vano. Con una última mirada de desdén, me di media vuelta y me alejé. Él se quedó allí, observándome mientras me marchaba.