Melanie Harper quiere disfrutar de unas merecidas vacaciones antes de enfrentar su dura realidad y tomar una decisión que afectará, sin duda, el resto de su vida, sin embargo, no contaba con que Conor Sullivan apareciera en su vida, y la hiciera vivir todas las aventuras que alguna vez soñó con experimentar.
Conor Sullivan guarda un secreto, es el Capo de la mafia Irlandesa, pero no dejará que Mel se aleje de él por su trabajo, antes peleará con la misma muerte de ser necesario.
Porque si encuentras a la persona que te hace feliz tienes el derecho a hacer lo que sea para conservarla a tu lado, incluso si aquello implica que sangres.
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Historia incompleta
Melanie
Abro las cortinas y la luz de la mañana entra con fuerza a la habitación. Dejo la toalla que usé para secarme el cabello sobre la cama y comienzo el difícil trabajo de peinarlo. Lucho hasta que se ve lo suficientemente decente.
Luego busco en los cajones hasta que encuentro un vestido con flores que es lo suficientemente cercano a mi talla.
Trato de colocarme la zapatilla en mi pie lastimado, pero es imposible, sigue muy inflamado.
Imagino que tendré que andar descalza al menos un día más.
–Adelante –digo cuando escucho un golpeteo en la puerta.
–¿Sigue inflamado? –pregunta Conor cuando me ve con la zapatilla a medio poner. Se sienta a mi lado en la cama y toma mi pie–. Necesitarás antiinflamatorios.
–Sí –digo y muerdo mis labios cuando pasa su pulgar cuidadosamente por el empeine.
–¿Te duele?
Niego con mi cabeza y comienzo a toser para enmascarar un suspiro.
–Estaré bien. ¿Qué es eso? –pregunto apuntando al enorme bolso que tiene sobre sus piernas.
–Ah, esto. Salí a la ciudad temprano y te compré ropa y otras cosas que creo que puedes necesitar –dice dejándolo sobre la cama–. Y te compré un teléfono. Imagino que querrás llamar a tus padres.
Sonrío. –Muchas gracias. Deben estar preocupados y mi teléfono murió.
Se levanta y golpea mi barbilla con su dedo índice. –Mi abu nos espera para tomar desayuno –dice antes de salir.
¡Qué hombre más guapo!
Me dejo caer contra la cama y suspiro.
Tomo el bolso y lo abrazo. Se preocupa por mí. Por una desconocida que ha complicado su vida.
–Quieta, Mel –me digo–. No dejes correr tu imaginación. Un hombre así debe tener cientos de mujeres dispuestas a caer a sus pies. Está siendo amable, eso es todo.
Me siento en la cama, ahora más desanimada, y abro el bolso y lo primero que hay es una caja sellada con el último iPhone.
Ni siquiera Lenny, sin contar la argolla, me ha regalado algo de ese valor.
Comienzo a sacar la ropa, la cual es preciosa. Dentro hay otro pequeño bolso con distintas cajas de perfumes y productos de higiene.
–Pensó en todo.
Sigo sacando el contenido y me sonrojo cuando encuentro lencería. Y no cualquiera. Es lencería de lujo de La Perla, y es preciosa. Todo en colores pasteles. Hay un solo conjunto en rojo y negro que enciende mis mejillas de inmediato.
No puedo creer que Conor me haya comprado ropa interior.
Ni siquiera mi prometido lo ha hecho por mí.
–Deja de compararlos –me ordeno.
Elijo un vestido verde petróleo y un conjunto de ropa interior blanca.
Me pruebo las bragas y el brasier y me quedo varios segundos mirándome en el espejo.
Me siento atractiva. El brasier empuja mis pechos hacia arriba, exigiendo atención.
Creo que desde ahora en adelante compraré siempre en La Perla. Probablemente gastaré todo mi sueldo, pero vale la pena.
Me coloco el vestido rápidamente y salgo de la habitación. Trato de recordar el camino hacia la cocina y quedo maravillada con las vistas que ofrecen los enormes ventanales que rodean la casa.
Es un lugar maravilloso.
–Al fin llegas –dice la abuela de Conor–. Te gustan los huevos con tocino, ¿verdad?
–Me encantan –digo y me siento al lado de Conor, quién ya está tomando café.
–Gracias por las compras –digo y lucho contra un sonrojo–. Has sido muy amable.
Asiente con una sonrisa.
–¿Cómo se llama tu abuela? –le pregunto en su susurro. Creo que ayer no lo dijo.
–Fiona –responde–. ¿Café?
–Por favor –digo.
–Por cierto, te ves preciosa –susurra mientras me sirve café.
Sonrío a modo de respuesta.
Su abuela deja un enorme plato de huevos con tocino frente a mí.
–Adelante, coman –nos ordena mientras deja pan rebanado frente a nosotros.
–¿Cómo dormiste? –me pregunta la señora Fiona.
–Muy bien. Gracias.
–¿Te gustaría ir a conocer las caballerizas? –pregunta–. Mi Conor hoy tiene que ir y sé que le encantaría tu compañía.
Conor sonríe.
–Me encantaría, si no es mucha molestia –digo.
–Para nada –responde–. Iremos en vehículo y luego bajaremos al pueblo a comprar medicina para tu pie.
–Eso suena maravilloso –celebra Fiona–. Deberías llevarla a almorzar al restaurante de Toñito.
–No quiero ser una molestia.
Conor toma mi barbilla y me obliga a mirarlo. –Deja de decir eso, no lo eres.
–Sí, señor –respondo de inmediato.
–Listilla –dice antes de concentrarse en su desayuno nuevamente–. ¿Quieres venir donde Toño con nosotros, abu?
–Oh, no, muchacho hay mucho que hacer en esta casa.
–Si gusta yo puedo ayudarla –me ofrezco–. Otro día puedo ir a las caballerizas.
Coloca una mano en su cintura y niega con la cabeza.
–No. Ustedes pasarán el día juntos y dejarán que esta vieja se entretenga sola. No quiero interrupciones.
–Vieja listilla –masculla Conor con la boca llena.
–¿Ah? –pregunto extrañada.
–Olvídalo –dice antes de ponerse de pie–. Tengo que hacer unas llamadas. Salimos en diez minutos –agrega antes de golpear mi barbilla con su dedo índice y desaparecer.
–Estoy tan feliz de que estés aquí, cariño –dice Fiona sentándose a mi lado–. Mi muchacho necesitaba una distracción. Ha tenido mucho trabajo últimamente y no ha podido divertirse –me cuchichea–. Cuando era joven solía salir de fiestas y desaparecía por días. Su hermano era el responsable, pero desde que Colin no está…–calla y mira por la ventana–. Imagino que ha tratado de llenar el espacio que Colin dejó y se ha olvidado de él. Me gustaría recuperar a mi nieto. A veces siento que ese día los perdí a los dos.
Tomo su mano cuando veo como su rostro se contrae con los dolorosos recuerdos.
–¿Eran muy unidos?
–Lo eran –dice mientras toma una servilleta de papel para secar las lágrimas que comenzaron a correr por sus mejillas–. No sabías donde empezaba uno y terminaba el otro.
–¿Cómo murió? –pregunto curiosa.
Golpea mi mano. –Fue algo terrible. Ellos solían cambiar de lugar a conveniencia. Muchas veces me engañaron a mí –dice y suelta una risita–. Eran tan parecidos, que no había como distinguirlos. El único que podía era mi esposo. Decía que la sonrisa de Conor iluminaba sus ojos. Colin fue siempre algo más serio que su hermano. Extraño tanto esa sonrisa –susurra–. Ayer vi un atisbo del chico que solía ser.
–¿Ayer?
–Cuando bromeaban en la mesa.
Recuerdo la conversación del tamaño versus la inteligencia y sonrío.
–Ese día –continúa con su historia–. Conor quería ir a una fiesta, pero estaba castigado. El papá de los chicos era un hombre cruel –dice y arruga su ceño–. Mi hija cometió muchos errores en su vida y casarse con ese hombre fue el peor de todos.
–¿Qué pasó? –insisto cuando calla nuevamente, pérdida en sus pensamientos.
–Colin se hizo pasar por su hermano…
–¿Lista? –pregunta Conor desde el umbral de la cocina.
–Vayan, vayan –nos anima Fiona.
Me obligo a sonreír. Imagino que tendremos otra oportunidad para hablar a solas.
La periodista en mí no parará hasta saber toda la historia.