DESPUÉS DE MUCHOS TRAGOS ALEXA Y DAVID TERMINAN CASADOS EN LAS VEGAS ,¿QUE PODRÍA SALIR MAL?
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CAPÍTULO 4
Estoy sentada en una pequeña cafetería, esperando a David. Ayer en la tarde, me llegó un mensaje que me dejó desconcertada.
David: Alexa, ¿nos podemos reunir mañana? Tenemos que hablar. No me puedo divorciar.
¿Qué carajos quería decir con eso? ¿No es que allá algo que me impida seguir con este matrimonio? El problema es que no soy muy buena para la convivencia, y menos con una persona que no me tolera.
Hace 2 meses Cuando conocí a David, ya estaba en una relación con Jeff. A diferencia de él, a mí me gusta serle fiel. David me pareció muy guapo y me llamó mucho la atención, pero como ya dije, me gusta respetar la relación que tengo en el momento. Traté de ser amable con David el día que llegué al buffet, pero se comportó muy tosco conmigo. Traté de entender, creyendo que tuvo un mal día, pero los días siguientes también se comportó de igual manera.
Siento una mirada encima, alzó la mirada y conectó con el castaño de ojos azul eléctrico que se encuentra tomando asiento frente a mí.
— Hola Alexa—Dice David con un asentimiento—Voy a ser directo sobre por qué no me puedo divorciar. Yo tengo…
David es interrumpido por el mesero que llega con mi orden: un café y un cheesecake de Oreo. ¡Qué puedo decir! Amo el dulce y más el chocolate.
—Les puedo ofrecer algo más— nos dice el mesero, pero ambos negamos.
—Como te decía anteriormente, no me puedo divorciar porque tengo una hija— concluye David, haciendo que expulse mi café por todos lados.
La verdad, no sé qué decir. Pensé que no se podía divorciar porque necesitaba reclamar una herencia, o porque apareció una ex y él quería demostrar que ya la superó. Si me gusta leer mucho, pero una hija... ¡Eso sí que no me lo esperaba!
David es quien rompe el silencio incómodo en el que estamos.
—Veo que te tomé por sorpresa—dice con una sonrisa tensa en la cara.—Pero necesito tu ayuda.
—La verdad, sí me tomaste por sorpresa. No me esperaba que tuvieras una hija. Sin ofender— soy sincera— Pero no entiendo en qué puedo ayudar.
David tomó un profundo respiro antes de comenzar a relatar el motivo:
—Hace 3 meses, llamó una señora a mi puerta con una bebé en brazos. En ese tiempo, mi princesa tenía cuatro meses de nacida. Amaya, la mamá de mi hija, la dejó para que yo me hiciera responsable de ella. Así lo hice durante todo estos meses. Esa niña ha sido la luz de mis ojos. He estado a cargo de que se alimente bien, de su salud, de sus vacunas, de conseguirle su leche, de que tenga sus siestas, le mandé arreglar una habitación con las cosas que más le llaman la atención, de que tenga una persona que la cuide mientras estoy en el trabajo. Yo a mi princesa la amo y haré cualquier cosa para su bienestar.
>>Hace 2 meses , me llegó una notificación de un juzgado, donde Amaya pide la custodia de mi princesa alegando que yo no soy capaz de cuidar a mi hija porque no puedo conseguir una relación y un hogar estable. Con mi abogado, contrapusimos una demanda alegando que ella abandonó a la bebé. Pero como mi hija es muy pequeña, necesita una madre... Ya sabrás lo que pasa. Mi abogado me dijo que, como estamos casados, esto puede ayudar en el caso. Alexa, yo no puedo perder a mi princesa. Me entiendes, ¿verdad?.
Joder, claro que lo entiendo. Pero no sé qué hacer. Soy consciente de que David necesita ayuda con su hija y se nota que la ama Solo basta ver cómo le brillan los ojos cuando habla de ella, o la forma en que la describe, la forma en que se preocupa por el bienestar de ella.
Sé que no debo juzgar a la madre de Anneliese, pero ¿qué madre abandona a su hija a su suerte? Amaya contó con la suerte de que David nunca dudó en darle amor y protección a esa bebé, pero si este fuera otro caso, ella nunca habría pensado en el sufrimiento que podría pasar su hija.
—David, sé nota que amas a esa niña—le digo, tratando de ser sincera.—Pero no puedo ayudarte. Lo siento, pero esa es una responsabilidad muy grande. Ojalá logres ganar la custodia de Anneliese, ella merece un padre que la ame tanto como tú, que es capaz de todo por su bienestar, pero yo no puedo hacerlo. Perdóname.
David asiente, resignado. —Te entiendo ,Pero por un momento, sopese la idea de que me pudieras ayudar. Sé que es una responsabilidad muy grande, pero gracias por escucharme.
Se pone de pie y se dirige hacia la salida. —En unos días, estarán los papeles para que firmemos el divorcio—dice, sin mirar hacia atrás.
Me quedo sentada, perdida en mis pensamientos. Pago la cuenta y me dirijo a mi apartamento, sopesando todo. Me acomodo en mi cama, dándome cuenta de que no puedo dormir. Mi mente está sopesando muchas opciones.
¿Qué debo hacer? ¿Debo ayudar a David a ganar la custodia de su hija? ¿O debo seguir adelante con mi vida, sin mirar hacia atrás?
La respuesta es clara, pero no quiero admitirlo. No quiero admitir que me importa David, que me importa su hija. No quiero admitir que estoy dispuesta a hacer cualquier cosa para que esa niña no viva lo que yo viví.
Pero la verdad es que si estoy dispuesta a hacer cualquier cosa por ayudarla a ella y a David incluso si eso significa sacrificar mi propia felicidad.