Laura, una mujer de 30 años, lucha contra una enfermedad terminal. Su mayor preocupación es el futuro de su hermana menor, Alma, de 15 años, y su pequeña hija, Sofía. Laura decide que su esposo, Máximo, debe hacerse cargo de Alma y Sofía para garantizar su bienestar. En sus últimos días, le pide a Máximo que se case con Alma cuando ella cumpla la mayoría de edad y que adopte legalmente a Sofía para cuidarla como si fuera su propia hija.
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Capítulo 8: Es Mía
Diego, el hermano de Victoria, había estado observando a Alma desde la distancia durante algún tiempo. Había sentido una conexión con ella desde que la conoció en la escuela, y ahora, viéndola junto a Máximo y Sofía en el parque, decidió que era el momento de actuar. Sabía que no podía seguir guardando sus sentimientos y que debía ser honesto con ella.
Después de que Victoria y su hermano se despidieran, Diego se acercó a Alma con una sonrisa cautivadora, su corazón latiendo rápidamente mientras se preparaba para hablarle. Sabía que esta conversación podría cambiarlo todo.
—Hola, Alma. ¿Podemos hablar un momento? —dijo, su tono lleno de confianza aunque sus ojos delataban cierta vulnerabilidad.
Alma, sorprendida por la solicitud de Diego, asintió con cautela. No esperaba que Diego quisiera hablarle tan directamente y, menos aún, en un día tan aparentemente tranquilo.
—Claro, ¿qué pasa? —respondió, preguntándose qué quería discutir con ella y sintiendo una mezcla de curiosidad y nerviosismo.
Diego la condujo a un banco cercano y se sentó a su lado, su mirada intensa y determinada. Respiró hondo antes de hablar, queriendo expresar claramente lo que sentía.
—Alma, desde que te conocí en la escuela, he sentido una conexión especial contigo. Me gustaría saber si estarías dispuesta a ser mi novia —declaró, buscando sus ojos con expectación, esperando ver alguna señal de correspondencia en ellos.
Alma se quedó sin aliento, sin esperar esta propuesta de Diego. Su mente se llenó de confusión y conflicto mientras consideraba sus sentimientos hacia él y su compromiso con Máximo y Sofía. Nunca había considerado a Diego de esa manera, y ahora se encontraba en una encrucijada emocional.
Mientras tanto, Máximo había estado observando la interacción desde lejos, su corazón latiendo con ansiedad. La idea de que Alma pudiera estar interesada en alguien más lo llenaba de inseguridad y celos, emociones que nunca había experimentado antes en su relación con ella. Se preguntaba qué significaría esto para ellos y si su vínculo podría resistir esta nueva prueba.
Alma miró a Máximo, buscando en sus ojos una respuesta a su conflicto interno. Lo encontró mirándola con una mezcla de preocupación y expectativa, y se dio cuenta de que su decisión tendría un impacto significativo en su relación. Sabía que lo que dijera ahora podría cambiar el curso de sus vidas.
Finalmente, Alma se volvió hacia Diego y, con voz firme pero amable, le respondió:
—Diego, aprecio tu sinceridad y tu amabilidad, pero no puedo aceptar tu propuesta. Hay alguien más en mi vida que significa mucho para mí, y no puedo ignorar mis sentimientos hacia él.
Diego asintió con tristeza, aceptando la respuesta de Alma con dignidad. Aunque estaba desilusionado, apreciaba la honestidad de Alma y su capacidad para ser clara con él.
—Entiendo, Alma. Gracias por ser honesta conmigo. Si alguna vez necesitas a alguien con quien hablar, estaré aquí para ti —dijo, levantándose del banco y dándole un último vistazo antes de alejarse, su figura desvaneciéndose entre los árboles del parque.
Alma suspiró, sintiendo un alivio momentáneo al haber resuelto la situación con Diego. Sin embargo, cuando volvió a mirar a Máximo, se dio cuenta de que algo había cambiado entre ellos. La sombra de la duda y la desconfianza se interponía entre ellos, creando una brecha que nunca antes habían experimentado. Sentía el peso de la situación sobre sus hombros, consciente de que necesitarían tiempo y comunicación para superar esto.
Máximo se acercó a Alma con cautela, su expresión llena de emociones que luchaba por expresar. Se sentía vulnerable y temía lo que Alma pudiera estar pensando.
—Alma, ¿estás bien? —preguntó, su voz temblorosa, reflejando su miedo a perder lo que tenían.
Alma asintió, pero su mirada reflejaba su preocupación. Sabía que no podían ignorar lo que acababa de suceder.
—Sí, estoy bien. Pero creo que necesitamos hablar —dijo, su tono serio, pero suave.
Y así, en medio del conflicto y la incertidumbre, Alma y Máximo se enfrentaban a una nueva realidad en su relación, una realidad marcada por la duda y la desconfianza. Sabían que su relación se encontraba en una encrucijada y que necesitarían trabajar juntos para encontrar una solución. Sentados en el parque, con el sol comenzando a ponerse, se dieron cuenta de que la comunicación y la honestidad serían esenciales para superar este obstáculo y seguir adelante, fortalecidos por su amor y compromiso mutuo.