Un Contrato Para Amar

Ha pasado más de tres meses desde la noche en que Emiliano y yo nos besamos y sigo sin saber nada de él. Me he residido a pedirle su número a Sonia, no le voy a rogar.

Estamos saliendo de la Universidad cuando veo a Antonio recargado en su auto esperándome.

- Hola, preciosa. ¿No me digas que tu novio no viene por ti?

- Te repito que no me gusta que me llames "preciosa" y no, mi novio está trabajando como debe de ser.

- Si fueras mi chica, te cuidaría como te mereces.

- Emiliano me cuida muy bien. Si me disculpas, tengo cosas que hacer.

- Yo puedo llevarte a donde gustes.

- Vine en mi auto, gracias.

- Amiga, te olvidas que quedaste con Emiliano en la cafetería del centro- interrumpe Sonia.

- Es verdad, tengo prisa Antonio. Adiós.

Sonia y yo subimos al auto y estoy segura de que Antonio nos va a seguir.

- ¿Y ahora qué hacemos? No tengo ninguna cita con Emiliano.

- No te preocupes, cuando vi a Antonio ahí le envié un mensaje y nos verá allá.

- ¿Aceptó así nada más?

- No hubo tiempo para explicaciones, solo me dijo que allá nos encontraba.

- Ok, estoy nerviosa. No nos vemos desde lo que pasó en el club.

- Pues deberán verse más seguido porque Antonio no desiste.

Estaciono el auto y nos dirigimos a la cafetería, nos asignan una mesa y ordenamos. Emiliano no tarda en llegar.

- Hola- saluda y se acerca a darme un beso en la mejilla.

- Gracias por venir.

- ¿Han visto si Antonio las siguió?

- Yo no me he percatado- respondo.

- Tampoco lo he visto- asegura Sonia.

- Lo cierto es que duda de nuestra "relación"- imito las comillas con mis dedos al decir esa palabra.

- Yo me voy, sería muy extraño que me quedase con ustedes haciendo mal tercio. Si veo a Antonio cerca te aviso.

- Nos vemos, Sonia.

- Cuida a mi amiga.

- Lo haré, despreocúpate.

El mesero trae mi orden y Emiliano pide un café para él. No se me ocurre nada que decir y al parecer a él tampoco. Me llega un mensaje de Sonia.

📩 Antonio los observan desde su auto, comiencen a actuar como dos enamorados ya.

- Antonio nos observa desde afuera- le informó a Emiliano mientras tomo su mano y me acerco a besarlo.

Siento que su cuerpo se tensa, aprieta ligeramente mi mano cuando mis labios rozan los suyos. No tengo ni idea de lo que estoy haciendo, simplemente me estoy dejando llevar por mis instintos y porque no decirlo por las ganas que tengo de besarlo.

Supongo que al recordar mi falta de experiencia decide tomar las riendas y coloca ambas manos en mi rostro para profundizar el contacto. Me besa lento, guiándome como todo un experto.

Este beso es diferente al que nos dimos en el club, es tierno y suave. El calor sube por mis mejillas al recordar que estamos en público y a plena luz del día.

Me separo e instintivamente paso la lengua por mis labios, Emiliano desvía la mirada. Ya no tengo dudas, él también siente algo por mí aunque se empeñe en negarlo.

El mesero trae su café y ambos damos un sorbo a nuestra respectiva taza.

- ¿Cómo va la Universidad?

- Muy bien, me apasionan las leyes.

- Seguramente estás en la etapa en donde sueñas con hacer justicia.

- Y lo haré.

- Créeme que todos los abogados pasamos por eso y cuando nos damos cuenta de la realidad es decepcionante.

- Yo haré la diferencia, mi objetivo es ayudar a los que no pueden pagar abogados costosos.

- Suerte con eso.

- ¿Por qué eres tan pesimista?

- Porque he vivido en carne propia las injusticias.

- ¿Es por lo que le sucedió a tu prometida?

Su semblante cambia al momento en que nombro a Julia, su mirada se oscurece y en ella creo reconocer la ira. No puedo sostener la mirada y bajo la cabeza avergonzada.

- No tienes idea de lo que hablas y te exijo que nunca vuelvas a tocar ese tema. No te concierne, es parte de mi vida privada. Lo mejor es que vuelvas a tu casa, Antonio ya debió de haberse marchado.

Pide la cuenta, paga y deja una generosa propina. No hemos vuelto a cruzar palabra y evado mirarlo a los ojos. Me acompaña a mi auto y después se marcha.

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Tuve que ir al rescate de Katherine nuevamente, Antonio al parecer no quiere dejarla en paz.

Al llegar a la cafetería la saludé con un beso en la mejilla, Sonia se fue argumentando que para Antonio resultaría extraño que se quedase con nosotros.

Antes de irse le envió un mensaje a Katherine avisándole que Antonio nos observaba desde su auto y que debíamos fingir mejor o se dará cuenta de la farsa.

Ella tomó la iniciativa y se acercó para besarme, la inocencia con la que lo hizo provocó que tomará el control y la bese con suavidad y a la vez con destreza.

Sus labios inocentes se dejaron llevar por mí y perdí la noción del tiempo. Fue ella la que se separó y pude observar sus mejillas teñidas de un rojo carmesí que acentuaba el tono de su piel y la hacia ver aún más hermosa. Pasó la lengua por sus labios de una manera tan sensual que debí desviar mi mirada.

Decidí preguntar por sus clases en la Universidad para aliviar la tensión que había entre nosotros. Como toda estudiante de Leyes en sus primeros años tiene idealizada la justicia y quise hacerle ver la realidad.

Sacó a colación lo que le sucedió a Julia y eso casi me hace perder los estribos. No tiene idea de lo que habla y le exigí que no vuelva a hacerlo.

No podía seguir ahí sentado con ella y pagué la cuenta, la acompañe hasta su auto y ambos nos marchamos.

Llego a mi Penthouse aun muy contrariado, ¿cómo se atreve esa niña a mencionar a Julia? No sabe nada y no es algo de lo que me guste hablar, después de todo ella está muerta por mi culpa.

Jamás podré perdonarme, debí ponerla a salvo desde el momento en el que comencé llevar ese caso. Sabía que era un tipo peligroso y con muchas influencias, tontamente decidí confiar en la justicia.

Nunca imaginé lo que iba a suceder. El maldito responsable de mi desgracia se llama Alfonso Duran y está preso en una cárcel de máxima seguridad.

Lo condenaron a cadena perpetua por sus crímenes, incluyendo el atentado en mi contra que cobro la vida de mi mujer y mi hijo no nato.

Tengo cicatrices que me recuerdan cada día que yo estoy vivo y ella muerta. En la peor etapa de mi duelo quería matar con mis propias manos a ese infeliz. Si desistí fue por mi padre que no hubiese soportado verme en la cárcel o muerto.

El odio me ha carcomido estos últimos años, aún hoy no he dejado de odiar a ese maldito. Quiero asegurarme que nunca salga de esa prisión.

Algunas noches tengo pesadillas con la noche del atentado y siempre terminan igual, conmigo intentando salvar a Julia sin éxito. Conservo su ropa en el armario, no me atrevo a deshacerme de nada que le haya pertenecido.

Los padres de Julia y su hermana no me han perdonado, nunca estuvieron de acuerdo con nuestra relación. La sepultaron antes de que yo fuera dado de alta en el hospital.

No me dejaron despedirme de ella y jamás volvieron a hablar conmigo. No puedo reprocharles su actuar, porque los entiendo y tienen razón por culpa mía perdieron a su hija.

Mi padre insiste en que debo rehacer mi vida y buscar una mujer con la que pueda formar una familia, la realidad es que hasta el día de hoy no había conocido a nadie que me moviera como lo ha hecho Katherine.

Me he esforzado por mantener a raya mis emociones cuando la tengo cerca y es por eso que la había estado evitando.

No quiero dejarme llevar por la atracción que siento hacia ella, es muy joven y no soy el tipo de hombre que se involucra con una mujer solo por sexo.

Ella merece vivir su primer amor con alguien que pueda ofrecerle un futuro, aún con lo atraído que me siento por ella no estoy seguro de poder superar a Julia.

Estoy perdido en mis pensamientos cuando el sonido de mi celular me devuelve a la realidad.

📲 Dime, papá.

📲 Hijo, ¿dónde estás?

📲 En mi Penthouse, ¿sucede algo?

📲 John tuvo un accidente y está grave, necesito que vengas de inmediato al hospital.

📲 Salgo para allá.

Tomo las llaves de mi auto y salgo apresurado, en el trayecto no puedo dejar de pensar en la última conversación que tuve con John y comprendo que si su situación es crítica deberemos acatar las medidas de las que me habló.

A más de uno tomará por sorpresa la decisión que John Spencer tomó para proteger a su familia y a su empresa.