Una joven es arrojada a las vías de un tren y su existencia se extingue en un instante. Cuando vuelve a abrir los ojos, no encuentra descanso ni luz, sino el cuerpo de la villana secundaria de la novela que siempre odió. La rabia que arrastraba en su antigua vida despierta ahí, más fría y afilada que nunca.
En ese mundo donde la “santa” es intocable y los héroes juegan a ser salvadores, ella decide convertirse en la sombra que los devore. No quiere redención. No quiere justicia. Solo quiere verlos caer.
¿Podrá quebrar la historia que otros escribieron?
¿Quién detiene a alguien que dejó de creer en la misericordia?
¿Y qué ocurre cuando la oscuridad obtiene un nuevo nombre… y un nuevo rostro?
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Vasta Daniel
Al día siguiente, Ember caminó hacia el salón de clases. Apenas entró sintió un silencio raro, demasiado atento. Se mantuvo alerta mientras avanzaba hasta su puesto, pero ahí encontró a Daniel sentado en su asiento, justo junto a la ventana.
—¿Qué haces ahí?— preguntó Ember con el ceño fruncido.
—Este puesto estaba desocupado, así que me quise sentar aquí. Además he visto que tú siempre te sientas en la mitad, así que decidí ocupar el puesto al lado tuyo.—
Ember abrió la boca para protestar, pero el profesor entró al salón, obligándola a tragarse las quejas y sentarse junto a él.
Luego, el profesor golpeó los libros contra la mesa para llamar la atención de todos.
—El día de hoy ingresa una nueva estudiante—
La puerta se abrió y entró una chica con una sonrisa cálida. Con voz suave y dulce dijo:
—Hola, me llamo Katy y espero que todos cuiden de mí.—
Ember la observó fijamente. Lo primero que notó fueron sus ojos. Morados.
Ese color le atravesó la memoria como una cuchilla. Eran idénticos a los de la persona que acabó con su vida en su anterior existencia.
Por un instante, la rabia le subió al pecho, densa y peligrosa. Sus manos temblaron, pero logró contenerse.
Daniel lo notó de inmediato.
—¿Qué pasa, chica misteriosa?— murmuró, inclinado hacia ella. —¿Temes que te quite tu posición? El centro de atención.—
Ember le dio un codazo seco que lo hizo soltar un quejido ahogado.
El profesor, completamente ajeno a las miradas cargadas de tensión, señaló un asiento vacío junto al príncipe Alan.
—Katy puedes sentarse allí.
El profesor continuó
—Hoy tendrán un trabajo de campo. Se hará en grupos de tres, así que formen sus equipos.
El salón estalló en murmullos. Justo entonces Daniel...
—Bueno, chica misteriosa, tú y yo somos equipo —dijo, apoyándole el brazo sobre el hombro con demasiada confianza.
—¿Desde cuándo decidí eso? —respondió Ember, sacudiéndose para apartar su mano.
Daniel no se molestó en ofenderse. Al contrario, sonrió.
—Seamos realistas. Aunque hayas cambiado, la mayoría te odia. Por no decir que medio colegio te detesta. No tienes muchas opciones.
Ember lo miró de reojo.
—Puede que tengas razón —admitió—, pero aún falta un integrante.
—Exacto —respondió Daniel—. Si miras bien, el príncipe Alan ya se aseguró con la chica nueva…
—Ni loca me haré equipo con ella. Y mucho menos con Alan —interrumpió Ember, cruzándose de brazos.
—Déjame terminar —dijo Daniel con paciencia fingida—. Mira arriba de ellos. Lily está con Sara. Si llamamos a Lily, es la mejor opción.
—¿Y por qué no Sara?
Daniel arqueó una ceja.
—¿En serio no recuerdas lo que le hiciste? Es una de las que más te odia.
Antes de que Ember respondiera, el profesor se aclaró la garganta.
—Todos los equipos están completos, excepto esos seis —anunció señalando—. Así que Sara irá con el grupo del príncipe Alan, y Lily con el grupo de Daniel.
Alan se recostó en la silla con una sonrisa triunfante.
—El profesor ha hablado —dijo, como si acabara de ganar una batalla innecesaria.
—Cuando volvamos del receso hablaremos de la actividad, y en la próxima clase saldremos al bosque para iniciarla —anunció el profesor mientras recogía sus libros.
La campana sonó de inmediato. Ember suspiró, consciente de que no podía hacer nada para evitarlo, y salió del salón. Como era de esperarse, Daniel la siguió.
—¿Vas a volver a la biblioteca? —preguntó.
—Sí —respondió Ember, sin ganas de dar detalles.
—Claro que no —dijo él.
Antes de que pudiera reaccionar, Daniel la tomó del brazo y la arrastró hasta el comedor. En cuestión de segundos ya tenía dos bandejas y la obligó a sentarse frente a él.
—No te voy a dejar en paz hasta que me cuentes qué pasa con Lily.
Ember lo miró con fastidio.
—De verdad eres un chismoso profesional —dijo—. Pero no tengo nada mejor que hacer y estoy cansada de que insistas.
Daniel sonrió, satisfecho.
—Se dice que dejaste de molestarla. ¿Por qué? ¿Cómo pasó eso?
—Me cansé —respondió Ember con simpleza—. Así que la dejé en paz y la evito.
—No creo que puedas evitarla —replicó él—. Son compañeras de cuarto.
—Es fácil —dijo Ember, dando un mordisco a su sándwich—. Me levanto temprano antes de que despierte y regreso tarde cuando ya está dormida.
Daniel soltó una pequeña risa.
—De verdad que has cambiado.
Siguió hablando, pero esta vez no sobre su cambio ni sobre rumores. Por primera vez desde que llegó a ese mundo, Ember pasó un receso lejos de la biblioteca… y, sorprendentemente, no lo odió.