Laebe siempre supo que el mundo no estaba hecho para alguien como ella. Pequeña, frágil y silenciada, aprendió a soportar el dolor en la oscuridad, entre susurros de burlas y manos que la empujaban al abismo. En un prestigioso Instituto Académico, su existencia solo servía como entretenimiento cruel para aquellos que se creían intocables.
Pero el silencio no dura para siempre. Cuando la verdad sale a la luz, el equilibrio de poder se rompe y los monstruos que antes gobernaban con impunidad se enfrentan a sus propios demonios. Entre el caos y la redención, Laebe encuentra en una promesa inquebrantable, un faro de protección y en su propia alma una fuerza que nunca supo que tenía para enfrentar los obstáculos que le impuso la vida.
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Esta historia contiene temáticas sensibles como abuso sexual, violencia, acoso, drogas y trauma psicológico. No es apta para todos los lectores, ya que aborda situaciones crudas y perturbadoras. Se recomienda discreción.
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Capítulo 2
Claramente ellos no tenían buenas intenciones, se deleitaban viendo como se cubría de lágrimas y como su cuerpo temblaba como una hoja.
— Por favor... Déjenme ir. — Suplico, su voz quebrada por el miedo.
— Jaja, ¿la nena va a llorar? Te vez adorable con el rostro así..~ — Expresó uno de los hombres. Laebe no podía evitar sentir su corazón a punto de reventar, se preguntaba a si misma si alguna vez había merecido que todo lo malo le pasará.
Se preparó para lo peor, pensando en que quizá nadie lloraría su muerte o mucho menos le importaría. Y justo en ese momento...
— Sueltenla.— Ordenó una voz en el callejón. Era una voz intimidante y gruesa, que no cargaba en sus palabras ni enojo ni urgencia, solo una calma fría y preocupante.
Los hombres miraron al origen de la voz, un hombre increíblemente alto y se notaba; bien entrenado, con una sudadera negra. Llevaba algunos tatuajes que eran visibles en su cuello, manos e incluso rostro, igual que aretes y perforaciones.
— Y tú... ¿Quién te crees? ¿Un maldito héroe?— Se burló uno de ellos.
— No lo repetiré.— Advirtió, teniendo en mano un cigarrillo al cual le dió una última probada antes de tirarlo al suelo. Uno de los maleantes se noto molesto con su presencia y rápidamente se acercó.
— Si no quieres que deforme esa linda carita, será mejor que te largues.— Le advirtió. Sin embargo, aquel hombre, tan solo hizo un movimiento con el cual sujeto su brazo con tanta fuerza que parecía romperlo, el hombre se quejo y soltó el cuchillo y antes de poder defenderse, un puñetazo lo tiró al suelo.
Los otros maleantes se notaron más que molestos, rápidamente se dejaron ir contra aquel hombre, cuyos movimientos para esquivar golpes y devolverlos, era la de un experto. La pelea fue rápida, pronto los hombres terminaron por salir corriendo despavoridos.
— Idiotas...— Expresó él para después mirar a Laebe, quien ahora yacía en el suelo inconsciente; posiblemente por el shock. — ¿En serio? Que molestia..— Chasqueo la lengua y se acercó a ella.
Con el cuidado que contrastaba con lo de hace un momento, la levanto un poco hasta comenzar a revisar sus pertenencias. Logro encontrar una identificación escolar, por lo que supo dónde estaba su casa. Sin embargo, viendo la fotografía de la identificación y a Laebe ahora en sus brazos, le costó encontrar parecido. La Laebe en sus brazos era mucho más delgada y pálida que la de la foto.
Dio un suspiro y sin más remedio la cargo en sus brazos para llevarla hasta su departamento. Al llegar, abrió la puerta de una patada, notando tan solo con la sensación del interior, que estaba sola. Sin más, entro con ella y la llevo directo al pequeño sofá. Allí, la dejo con cuidado y después comenzó con sus intentos de despertarla.
Primero intento hablarle con golpes pequeños a sus mejillas, pero no dió resultado, después se puso de pie y comenzó a buscar por toda la casa algo en especial.
— Alcohol... Alcohol...— Murmuró esperando encontrar algo. Fue al baño buscando eso, pero no había, después fue a su habitación y busco entre sus pertenencias.
Logró encontrar una pequeña botella de alcohol, en medio de muchas otras cosas de curación, sin embargo, también noto algo. En la cesta de ropa sucia, habían algunas prendas, pero la ropa estaba rota y con manchas que el sabía perfectamente de que eran.
Sin más, volvió a la sala, donde ella seguía prácticamente dormida. Se arrodilló con cuidado frente a ella y mojo la manga de su sudadera con el alcohol para después acercarlo a su nariz, buscando que el aroma fuerte del alcohol la despertara. Mientras lo hacía, noto algo que lo congeló por un momento.
Su mirada se oscureció.
Sobre su piel delicada había moretones esparcidos en distintas zonas: algunos apenas visibles, otros más marcados y recientes. No parecían golpes accidentales ni las marcas que dejaría un forcejeo. No… eran signos de maltrato constante.
Su mandíbula se tensó.
Esto no era obra de los tipos del callejón. Él sintió un frío ardiente recorrerle el pecho.
Bajo un poco el suéter para revisar sus hombros y noto que habían más moretones, le quitó el suéter y pudo ver sus brazos y abdomen repletos de esto.
— ( Claramente esto no es reciente... No sé los pudieron hacer esos hombres, apenas llevaba unos minutos allí... Esto es provocado por más de una persona... )— Analizó mientras seguía mirando las marcas. Algunas más recientes que otras, y otros más graves que el resto. — (No hay nadie aquí, por lo que... Alguien la lastima fuera de estas paredes... Que mierda...)— Concluyó.
Finalmente, Laebe soltó un pequeño gemido de dolor, y con el, comenzó a despertar.
— Por fin. — Expresó apartándose de ella.
Laebe se despertó con una confusión punzante en su cabeza, le dolía mucho. Seguro por el golpe que se dió al desmayarse. Al ver con claridad, noto al desconocido frente a ella y casi dió un salto.
— T-tu...— Se encogió sobre el sillón. Él, la miro con atención, su mirada aún fija en aquellos moretones y hematomas.
Sin darle tiempo a reaccionar, su voz gruesa irrumpió con severidad.
—¿Eres estúpida?— Preguntó claramente molesto.
Laebe parpadeó, confundida.
—¿Q-qué…?—
Él chasqueó la lengua, cruzándose de brazos.
—¿Por qué demonios estabas sola en la calle a esta hora? ¿No tienes sentido común?— Su tono era frío y autoritario, como si realmente estuviera molesto con ella. Laebe bajó la mirada, sintiéndose pequeña ante él.
—Solo… solo quería llegar rápido a casa…— Dijo, su voz apenas un susurró ante el reclamo de él.
—Y por poco no llegas nunca mas. — Espetó, aún furioso. —¿Siempre haces estupideces como esta? ¿O acaso tu pequeña cabeza no es capaz de entender los peligros de las calles? — Continúo.
Ella se encogió un poco, agachando la cabeza y sintiéndose un poco mal.
— Lo... Siento...— Dijo, su voz apenas un susurró. Él frunció el ceño, claramente irritado y después se puso de pie.
— Laebe, que nombre tan irritante y dulce... ¿Eres realmente tonta? Pero, como estoy de buen humor... Te haré un favor. — Dijo él caminando hasta ponerse de rodillas frente a ella. Laebe, se sentía nerviosa quería escaparse de allí y temía que él fuera a lastimarla. — Dime quién te hizo todo eso.— Le ordenó mirando los moretones.
Has ese momento, Laebe no se dió cuenta de que no llevaba su suéter, por lo que casi de inmediato tomo el mismo y se cubrió con el.
— Nadie... Yo.. tuve un accidente.— Dijo ella mirando hacia otro lado. A él casi se le saltaban las venas de la cara por el enojo.
— Mira mocosa, más te vale decirme ahora mismo... Dije que estaba de buen humor, no hagas que eso cambie...— Dijo forzando una pequeña sonrisa que claramente mostraba su enojo...