OH ¡MAESTRO! QUIEREME

OH ¡MAESTRO! QUIEREME

Una chispa inesperada.

El aire acondicionado del auditorio no podía con el calor que emanaba del bullicio. Estudiantes, profesores y académicos se movían de un lado a otro, ajustándose a los asientos numerados o charlando animadamente en los pasillos. Las paredes estaban adornadas con pancartas que anunciaban la conferencia interuniversitaria. Era un evento importante, un escaparate para los mejores y más brillantes de cada institución.

Kang Joon-Ho, vestido impecablemente con un traje gris claro, destacaba entre la multitud como si estuviera hecho para los reflectores. Su cabello rubio estaba peinado con una precisión que sugería confianza, aunque no demasiado esfuerzo. Caminaba con pasos medidos, saludando con una leve inclinación de cabeza a otros profesores que lo reconocían.

Mientras avanzaba hacia el escenario donde iba a dar su conferencia, sus ojos captaron algo que lo detuvo por un momento. Una mujer, joven, de cabello castaño oscuro recogido en una coleta elegante, hojeaba distraídamente las páginas de un programa del evento. Su postura era recta, segura, y sus ojos oscuros reflejaban un brillo curioso mientras leía.

—Interesante —murmuró Joon-Ho para sí mismo, antes de reanudar su marcha.

Al llegar al escenario, tomó el micrófono con naturalidad. La atención de la audiencia se centró en él de inmediato.

—Buenas tardes a todos. Es un honor estar aquí hoy para compartir nuestras ideas y avanzar juntos en el mundo académico. —Hizo una pausa estratégica, observando a la multitud, y ahí estaba ella, sentada en la tercera fila. Su mirada era firme, como si analizara cada palabra que salía de su boca.

Durante los siguientes veinte minutos, Joon-Ho habló con una elocuencia que hacía que incluso los temas más técnicos parecieran fascinantes. Las risas ocasionales y los asentimientos de aprobación del público confirmaban su habilidad para cautivar a la audiencia. Sin embargo, su atención seguía regresando a esa joven.

Cuando terminó, recibió un aplauso rotundo. Se inclinó ligeramente y descendió del escenario, pasando a una zona de descanso donde varios asistentes se acercaron para felicitarlo. Entre ellos, alguien se le adelantó: la mujer de la coleta.

—Profesor Kang, ¿verdad? —dijo ella, con una voz suave pero firme.

Él sonrió, encantado por su actitud directa. Sus ojos marrones lo cautivaron junto a su nariz perfecta.

—Así es. Y usted es...

—Han Soo-Yeon. Profesora adjunta de literatura de la Universidad de Seúl. —Extendió la mano, y Joon-Ho la estrechó, notando su firmeza.

—Un placer conocerla, profesora Han. Espero que mi conferencia haya sido de su interés.

Ella arqueó una ceja, ligeramente divertida.

—Fue... entretenida. —Su sonrisa era pequeña pero suficiente para intrigar a Joon-Ho.

—Solo entretenida, ¿eh? —replicó, divertido.

—Bueno, aún no he decidido si estoy de acuerdo con todas sus premisas, pero supongo que tendremos tiempo de debatir.

—Espero que sí —dijo él, con un tono que dejaba claro que aceptaba el desafío.

Antes de que pudiera decir algo más, uno de los organizadores interrumpió para llevarlo a una reunión con otros ponentes. Joon-Ho se despidió con un ligero asentimiento, pero mientras se alejaba, no pudo evitar echar un vistazo hacia atrás. Soo-Yeon ya no estaba ahí.

La conferencia continuó con otras presentaciones, pero Joon-Ho apenas podía concentrarse. Había conocido a muchas personas en su carrera, pero había algo en Soo-Yeon que lo descolocaba. Tal vez era su actitud, esa mezcla de confianza y misterio que no se encontraba todos los días.

Al finalizar la jornada, Joon-Ho cobró sus honorarios por la conferencia y los organizadores invitaron a los asistentes a una cena informal en un restaurante cercano. Joon-Ho llegó al lugar aprovechando la comida y las bebidas gratis en un elegante salón privado con luces cálidas y una mesa larga repleta de todo. Saludó a algunos colegas y se unió a la conversación, aunque su mente estaba en otra parte.

Entonces la vio entrar. Soo-Yeon llevaba un vestido negro sencillo, pero su porte y su sonrisa sutil captaron la atención de todos los presentes. Joon-Ho notó cómo algunos de sus colegas masculinos intentaban acercarse a ella, pero ella los despachaba con cortesías rápidas antes de tomar asiento al otro lado de la mesa.

El destino, o tal vez la suerte, lo colocó sentado frente a ella.

—Parece que el universo sigue encontrándonos —dijo él, inclinándose ligeramente hacia adelante.

—O tal vez solo tiene mala puntería —respondió ella, sin perder la compostura.

Joon-Ho soltó una risa, genuinamente divertido.

—¿Siempre es así de difícil con todos los que conoce?

—Solo con los que intentan ser encantadores.

La cena transcurrió entre conversaciones animadas. Aunque Joon-Ho intentó centrarse en los temas generales, cada tanto dirigía preguntas a Soo-Yeon, interesado en conocerla más allá de las palabras. Ella, por su parte, respondía con una mezcla de evasivas y comentarios ingeniosos, manteniéndolo constantemente en vilo.

En un momento, cuando el vino comenzó a aflojar las tensiones en la sala, Soo-Yeon se levantó para ir al balcón. Joon-Ho esperó un momento antes de seguirla, llevando consigo dos copas de vino.

—Pensé que tal vez le gustaría algo para acompañar la vista —dijo, extendiéndole una copa.

Ella aceptó, agradeciendo con una inclinación de cabeza.

—Busan tiene algo especial por las noches, ¿no cree? —comentó, mirando las luces de la ciudad que se extendían frente a ellos.

—Definitivamente. Pero tengo que admitir que no esperaba que lo más interesante del día estuviera aquí fuera.

Ella lo miró, sus ojos oscuros brillando con una mezcla de curiosidad y precaución.

—¿Siempre dice cosas así, profesor Kang?

—Solo cuando es verdad.

Soo-Yeon rió suavemente y dio un sorbo a su vino.

—Le daré un consejo, profesor. La próxima vez, intente ser menos predecible. Tal vez tenga más suerte.

—¿Más suerte? —repitió él, levantando una ceja.

Ella sonríe, captó la pregunta y se sorprende, nadie le había dicho que tenía suerte en conocerla.

—Tal vez. Pero eso no significa que le esté dando una oportunidad.

Joon-Ho sonrió, aceptando la provocación.

—Entonces tendré que ser más creativo. Ser profesor de matemáticas me da una ventaja.

Ella lo miró por un momento, evaluándolo, antes de dar media vuelta para regresar al salón.

—Buena suerte con eso —dijo por encima del hombro.

Joon-Ho se quedó en el balcón, observando cómo desaparecía entre la multitud. Por primera vez en mucho tiempo, sintió que alguien lo había desafiado de verdad. Y, para su sorpresa, disfrutaba cada segundo de ello. Ella no solo era encantadora sino que era difícil y eso lo excitaba.

Joon-Ho dejó escapar una pequeña risa, un sonido más de incredulidad que de diversión. Terminó el vino de su copa de un solo trago, dejando que la sensación cálida le recorriera el cuerpo antes de volver al salón. Cuando cruzó las puertas, se encontró con que Soo-Yeon estaba inmersa en una conversación animada con otro grupo de profesores.

Algunos lo saludaron al verlo, haciéndole un gesto para que se uniera. Él aceptó con una sonrisa, pero no tardó en tomar el control del diálogo, logrando que la atención de todos se centrara en él. No era por vanidad, sino porque sabía cómo manejar una sala. Cada comentario suyo arrancaba risas o asentimientos, pero lo que más disfrutaba era cómo, de vez en cuando, Soo-Yeon lo observaba con una mezcla de admiración y desafío en los ojos.

—¿Entonces esa es su estrategia, profesor Kang? —le dice ella en un momento, cruzando los brazos y levantando una ceja.

—¿Estrategia? —replicó, haciéndose el desentendido.

—Hablar lo suficiente para ser el centro de atención. Muy efectivo, debo admitir.

El resto del grupo rió ante su comentario, pero Joon-Ho la miró directamente, sin perder la compostura.

—La atención solo es valiosa si viene de la persona adecuada.

El aire pareció cargarse por un instante. Soo-Yeon no respondió de inmediato, pero la pequeña sonrisa en sus labios delató que no le había desagradado su respuesta.

La noche continuó entre conversaciones, música suave y varias copas de vino. En un momento dado, la decana de la universidad anfitriona propuso un brindis. Todos se pusieron de pie, levantando sus copas mientras ella agradecía la participación de los asistentes y destacaba la importancia de eventos como este para fortalecer los lazos académicos.

Cuando los aplausos llenaron el salón, Joon-Ho aprovechó para acercarse nuevamente a Soo-Yeon. Esta vez, no dijo nada de inmediato. Simplemente se colocó a su lado, observando cómo el resto de los asistentes volvían a sus asientos.

—¿Siempre se escabulle para evitar que alguien tenga la última palabra? —preguntó ella, sin mirarlo.

—Solo cuando siento que la conversación no ha terminado —respondió él, apoyándose ligeramente en la mesa a su lado.

Ella lo miró, como si evaluara cuánta sinceridad había en sus palabras.

—No soy una de sus conferencias, profesor Kang, solo soy maestra de la universidad de otra facción aquí en Busan. No tiene que impresionarme.

—No intento impresionarla, Soo-Yeon. Solo quiero conocerla.

La forma en que usó su nombre la desarmó por un segundo. No estaba acostumbrada a que alguien rompiera su barrera con tanta facilidad.

—¿Y por qué querría hacer eso?

—Porque me intriga.

La honestidad en su tono la tomó por sorpresa. Antes de que pudiera responder, uno de los organizadores se acercó para recordarle a Joon-Ho que debía reunirse con otros colegas al final de la noche.

—Bueno, parece que me necesitan en otra parte. —Él sonrió, inclinándose ligeramente hacia ella. —Pero no se preocupe, profesora Han. La próxima vez, seré menos predecible.

Ella rió, genuinamente esta vez, y lo vio alejarse.

Cuando la noche llegó a su fin, Soo-Yeon se despidió de algunos conocidos y salió del restaurante. El aire fresco de Busan le hizo bien, ayudándola a despejarse después de tantas conversaciones y vino. Caminó hacia su auto, reflexionando sobre lo que había ocurrido durante la velada.

No podía negar que Kang Joon-Ho tenía un carisma único, pero también sabía que no debía bajar la guardia. Había aprendido a no confiar en la primera impresión, especialmente cuando alguien parecía demasiado perfecto.

Justo cuando estaba a punto de entrar en su auto, una voz conocida la interrumpió.

—¿Ya se va, profesora Han?

Se giró y lo vio nuevamente, esta vez sin el filtro de las luces cálidas del restaurante. Joon-Ho sostenía un abrigo sobre su brazo, claramente listo para irse también.

—Eso parece —respondió ella, manteniendo la compostura.

—¿Puedo acompañarla hasta su auto? —preguntó él, mirando hacia el vehículo detrás de ella.

—Ya estoy aquí, pero gracias.

—Entonces tal vez pueda invitarla a un café algún día. —Su tono era casual, pero había un destello de esperanza en sus ojos.

Soo-Yeon lo miró fijamente por un momento, como si buscara algo en su rostro. Luego sonrió.

—Tal vez. Pero solo si nos juntamos en otra coincidencia, profesor Kang.

Sin darle tiempo a responder, entró en su auto y cerró la puerta. Mientras encendía el motor él dibujaba un corazón en su ventana y sonrió, ella solo lo miró mientras se alejaba, Joon-Ho la vio desaparecer entre las luces de la ciudad.

No podía recordar la última vez que alguien le había dejado una sensación de intriga tan profunda. Y aunque sabía que iba a ser un reto, no tenía intención de rendirse tan fácilmente.

Esa noche, mientras volvía a su apartamento, solo había una idea en su mente:

Han Soo-Yeon iba a ser mucho más que una simple coincidencia.

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