En una pequeña sala oscura, un joven se encuentra cara a cara con Madame Mey, una narradora enigmática cuyas historias parecen más reales de lo que deberían ser. Con cada palabra, Madame Mey teje relatos llenos de misterio y venganza, llevando al joven por un sendero donde el pasado y el presente se entrelazan de formas inquietantes.
Obsesionado por la primera historia que escucha, el joven se ve atraído una y otra vez hacia esa sala, buscando respuestas a las preguntas que lo atormentan. Pero mientras Madame Mey continúa relatando vidas marcadas por traiciones, cambios de identidad, y venganzas sangrientas, el joven comienza a preguntarse si está descubriendo secretos ajenos... o si está atrapado en un relato del que no podrá escapar.
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Una personalidad diferente
El aire estaba cargado de una sensación de peligro inminente. Ancipiti intentó moverse, pero su cuerpo estaba paralizado por el miedo. Las sombras en la habitación parecían cobrar vida, acercándose lentamente hacia ella. Los quejidos se hicieron más fuertes, resonando en sus oídos como un lamento desesperado. Con cada parpadeo de la luz, las figuras en el fondo se hacían más claras, revelando a las chicas que habían desaparecido, con rostros pálidos y ojos llenos de terror.
Al verlas se derrumbó y comenzó a escuchar una voz en su cabeza.
—Al parecer ya te disté cuenta de mi presencia, en ti.
Ella hasta este momento no se había percatado que por el golpe no solo su memoria se había borrado por un tiempo, sino que su personalidad cambiaba por un momento.
—Sal de mi cabeza. – comenzó a sujetarse la cabeza con fuerza.
—Querida, soy el verdadero tú, tu verdadera personalidad.
—Eso es mentira.
—Para que lo niegas si es verdad, te gusta ver el sufrimiento de la gente, ver como su sangre recorre sus cuerpos.
— ¡Calla!
—Te puedo dar el valor que te falta para vengarte, solo tienes que aceptarme o aceptarte tal y como eres.
Lo que dijo esa voz en su cabeza la hizo pensar un poco, pero los quejidos que provenían de las chicas que ella misma había encerrado en un momento de cambio de personalidad, hizo que su cuerpo se estremeciera.
Las chicas, atrapadas y desesperadas, extendían sus manos hacia ella, suplicando por su liberación, sus bocas estaban tapadas con un trapo.
Ancipiti se levantó lentamente, sus manos temblando mientras intentaba calmar su mente. La voz en su cabeza seguía susurrando, tentándola con promesas de poder y venganza. Miró a las chicas atrapadas, sus ojos llenos de terror y desesperación, y sintió una oleada de placer oscuro al ver su sufrimiento.
—¿Sientes eso? Su desesperación te gusta, quieres verlas suplicar más.
Con un suspiro profundo, Ancipiti cerró los ojos y permitió que la oscuridad la envolviera. Una sensación de poder recorrió su cuerpo, y cuando abrió los ojos de nuevo, una sonrisa siniestra se dibujó en su rostro.
—Tienes razón —dijo en voz alta —Este es mi verdadero yo.
—Vamos, hay un cuchillo a tu lado, vamos a jugar un rato, será divertido.
Su cuerpo comenzó a moverse por sí solo, agarro el cuchillo con la mano derecha, mientras miraba su reflejo en el cuchillo, notó una pequeña cicatriz en su muñeca, una marca que siempre había estado ahí, pero que nunca recordaba cómo la había obtenido. "¿Por qué esto me parece tan familiar?", murmuró para sí misma, sintiendo un escalofrío recorrer su columna. Pero no le tomo importancia y se acercó a las chicas, mientras murmuraba para sí misma.
Se agacho y sujeto de la cara a una de las chicas, lagrimas salían de sus ojos, la jalo del cabello a donde se daba más la luz, dejando ver su hermoso rostro, al igual que las heridas de su cuerpo, veo que ella se divirtió contigo antes, pero no te preocupes yo me divertiré más que ella.
Clavándole el cuchillo en su pierna derecha, el grito afónico, llenaba de satisfacción su alma, volvió a introducir el cuchillo en la herida anterior, pero esta vez comenzó a darle vuelta al chuchillo introducido.
—Eso grita, sus gritos serán música para mis oídos, gritad, gritad. - dijo mientras la apuñalaba, la sangre salpico por todo su cuerpo, el pijama estaba manchado de sangre. -No debí ensuciarme.
La otra chica comenzó a desesperarse, queriendo desatarse para salir de ese lugar.
—Tranquila, ya mismo será tu turno.
La primera chica murió ese día, para deshacerse del cadáver comenzó a cortar con cuidado cada una de sus partes del cuerpo, separando el hueso de la carne.
—¿Quieren saber algo interesante del Hígado? -Dijo mientras lo sostenía en sus manos cubiertas de sangre y una sonrisa en su rostro -El hígado puede regenerarse aunque allá perdido el 75% por ciento de su masa, ¿No es sorprendente?
Ancipiti comenzó a pensar en cómo deshacerse del cadáver.
—Bien, ¿qué aremos con los restos?
Se le ocurrió la idea de darle una parte a los perros de la casa. Y los huesos serian pulverizados, para esto sería un proceso largo, pero no le importo y los quemo y luego los pulverizo. Dejo solo la cabeza para meterla en un frasco con alcohol y conservarla en la pequeña habitación donde estaban las otras dos víctimas. Trabajo muy duro esa noche para que el rastro de la chica no quedara.
Al asomarse el sol, ella salió de esa habitación para darse un baño, se metió con su ropa llena de sangre, a la tina, el agua se tornó de un color rojizo, comenzó a lavar su cuerpo, mientras tarareaba una canción.
— “En cada esquina, en cada rincón, mi sombra se extiende, sembrando el terror. No hay refugio, no hay salvación, soy el maestro de tu desolación.
—Mis ojos te siguen, no puedes escapar, mi risa te envuelve, te hace temblar. Soy el susurro en la noche, el frío en tu piel, el villano que convierte tus sueños en hiel.”
Termino de bañarse, y se dirigió al comedor para desayunar, los trabajadores, le llevaron la comida, mientras ella comía, entro Robert todo desesperado, al no encontrarla en la habitación, salió a buscarla.
— ¡Estabas aquí! – Su voz se escuchaba agitada.
—Si, ¿Dónde más podría estar en la mañana?
—Pensé que habías escapado.
— ¿Por qué lo aria? -Dijo con voz seria, mientras lo miraba.
—No, solo fue una preocupación mía.
— Bien, siéntate para que desayunes.
Robert se sentó mientras veía a Ancipiti comer, el agua de su cabello mojado rodaba por sus mejillas.
— ¿Te diste un baño?
—Si, en la mañana -Dijo sin vacilar.
El solo asintió y comenzó a desayunar, él la miraba con ojos de preocupación, como si algo sospechara, al terminar ella le hizo una petición.
— ¿Podemos salir a dar un paseo por la ciudad?