En un mundo donde el dolor y la traición se entrelazan, Gabriel ha vivido toda su vida con un solo propósito: vengar la muerte de sus padres, asesinados por una poderosa familia que se mueve en las sombras. Con un corazón marcado por la pérdida, Gabriel traza un plan meticuloso para infiltrarse en su enemigo. Pero lo que no anticipa es la conexión inesperada que formará con Valeria, una joven valiente y llena de vida, que se convierte en su cómplice involuntaria. Mientras Gabriel utiliza a Valeria como un peón en su juego de venganza, ambos se ven atrapados en una red de secretos y mentiras. La línea entre el amor y el odio se difumina, y Gabriel debe enfrentarse a la pregunta más difícil de todas: ¿puede el amor nacer del deseo de venganza? En un desenlace lleno de giros inesperados, “La mentira” te llevará a través de un viaje emocional donde la redención podría ser la única salida.
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Capítulo VII Mi prisión
Los novios salieron de la fiesta ante la mirada atónita de los invitados. Gabriel, con el ceño fruncido y una chispa de frustración en sus ojos, se había molestado ante la actitud inexpresiva de Valeria. Su rechazo lo estaba llevando al límite; en su mente, ella era solo un peón en este complicado juego de ajedrez que estaba jugando. No podía entender por qué ella no se sentía atraída por él.
“Sé que no querías este matrimonio, pero al menos me puedes dar la oportunidad de conocernos”, comentó Gabriel, su voz temblando con enojo.
“Perdón por no sonreír como tú quieres, pero las cosas han sido demasiado rápidas y aún no asimilo que soy tu esposa”, explicó Valeria sinceramente, su mirada perdida en el suelo mientras jugaba nerviosamente con los dedos.
“Te entiendo, pero dame la oportunidad de demostrarte que puedo ser el hombre que necesitas”, pidió Gabriel, intentando calmarse. Su tono se suavizó, casi como una melodía que busca atraer.
“Ojalá y pudiera enamorarme de ti, pero te voy a pedir tiempo; no es fácil para mí todo esto”, respondió Valeria con un tono suave y melancólico, como si cada palabra fuese un susurro del viento.
“Haré que me ames. Solo déjame demostrarte que puedes confiar en mí”, dijo Gabriel, mostrando su cautivadora sonrisa, una luz en medio de la tormenta emocional. Valeria suspiró ante las palabras de Gabriel; deseaba poder amar a su ahora esposo. Solo esperaba que con el tiempo eso ocurriera. Llegaron a una enorme casa en una de las ciudades vecinas. Esa noche la pasarían en aquel lugar que más que una casa parecía un castillo. Las torres se alzaban majestuosamente contra el cielo estrellado, y las piedras antiguas parecían susurrar historias del pasado. Gabriel sabía que tenía que ganarse la confianza de Valeria; ella debía ser su aliada en este complicado asunto. Ambos habían sufrido por la ambición de los Arismendi. Aunque al principio él había pensado en acabar con ella también, ahora comprendía que la joven era otra víctima más de esas personas.
“Bienvenida al Castillo Linares. Espero que nuestra estadía aquí sea de tu agrado”, comentó Gabriel tomando la mano de Valeria y llevándola al interior del castillo. La puerta crujió al abrirse, revelando un mundo lleno de misterio.
“Gracias, pero uno no puede ser feliz en su prisión”, contestó Valeria, soltándose del agarre de Gabriel como si el contacto le quemara.
“Lamento mucho que veas este lugar como una prisión. Sé que todo está ocurriendo muy rápido, pero quiero que me des la oportunidad de demostrarte que no tengo nada contra ti y que realmente quiero ayudarte”, aclaró Gabriel, deteniendo el paso frente a las grandes puertas del castillo, donde el eco resonaba como un latido profundo. Una vez dentro, las luces del enorme lugar se encendieron, revelando una magnífica estructura antigua con piezas de arte únicas que daban un aire de sofisticación inigualable. Los candelabros brillaban como estrellas caídas del cielo. Valeria estaba sorprendida por la maravillosa arquitectura; siempre le había llamado la atención el arte antiguo y este castillo era un verdadero tesoro del pasado. Ahora sí se sentía como en un cuento de hadas: los frescos adornaban las paredes y cada rincón parecía contar su propia historia.
“¿Te gusta el lugar?”, preguntó Gabriel sonriendo con esperanza.
“No voy a negar que es maravilloso; tiene un aire medieval que te traslada a otra época”, respondió Valeria con sinceridad y emoción iluminando su rostro.
“Sabía que te gustan los sitios así; por eso lo escogí especialmente para ti”, comentó Gabriel tomando nuevamente la mano de Valeria con ternura.
“¿Te gustaría conocer las instalaciones?” preguntó Gabriel amablemente, sus ojos brillando con entusiasmo.
“Pensé que estabas molesto conmigo”, Valeria tenía esa duda y quería una respuesta clara entre ellos.
“Aún lo estoy, pero no pienso dañar nuestra primera noche juntos con peleas innecesarias”, dijo Gabriel llevando a Valeria a conocer el lugar mientras sus pasos resonaban sobre el suelo empedrado. Después del recorrido, Gabriel le mostró a Valeria la que sería su habitación. Esta tenía paredes gruesas de piedra que parecían abrazar el espacio y ventanas altas por donde entraria la luz del sol, iluminando el espacio con un brillo cálido y acogedor. El suelo de madera oscura crujía bajo sus pies como si compartiera secretos antiguos; había una gran alfombra persa añadiendo un toque vibrante y confortante al ambiente. En el centro de la habitación se alzaba imponente una cama con dosel, adornada con cortinas de terciopelo rojo y almohadas bordadas exquisitamente. A los pies de la cama descansaba un baúl antiguo lleno de tesoros y secretos del pasado. En una esquina, una chimenea de piedra se erguía majestuosamente; el fuego crepitante llenaba el aire con calidez y un aroma ahumado envolvente. Las paredes estaban decoradas con tapices vibrantes que contaban historias de antiguas batallas y leyendas perdidas en el tiempo. Un gran espejo enmarcado en oro reflejaba la luz cálida del fuego e incrementaba la sensación de amplitud en aquel refugio encantador.
“Espero te guste tu habitación”, susurro Gabriel al oído de Valeria.
“Es increíble, me siento en un cuento de hadas”, respondió Valeria con entusiasmo.
“Espero que me consideres como tu príncipe”, dijo Gabriel él forma de juego.
Valeria se tensó ante las palabras de Gabriel; sin embargo, ella se quedó pensando en lo guapo que era su esposo y en que si podría ser un príncipe, si las cosas hubieran sido distintas.
Gabriel dejó sola a Valeria y salió a la sala a despejar su mente, estando en soledad con sus pensamientos, recibió la llamada de la persona misteriosa con la que había estado conversando anteriormente.
“Todo está saliendo según lo planeado, ya Valeria es mi esposa, así que la podré proteger de los Arismendi”, dijo Gabriel apenas la llamada se conectó.
“Te recomiendo a la joven, ella debe estar bien para que nuestros planes pueden llevarse a cabo”, respondió la misterioso mujer.
La llamada fue terminada después de unos minutos y Gabriel se recostó en el sillón con los ojos cerrados.
“Siento molestar, pero no recuerdo dónde está la cocina”, dijo Valeria con una voz suave.
Gabriel abrió los ojos y se encontró con la mirada cautivadora de su esposa, pensó en lo difícil que sería mantener su compostura ante la inocencia de Valeria.