Esposa Abandonada

Capítulo 7

Ok, bebé nada de extrañar a nadie por ahora.

Me prometí no volver a llorar y, sin embargo, aquí estoy, en la ducha, hace más de una hora, llorando como una niña. Debería sentirme feliz, ¿no? Ser madre siempre fue uno de mis grandes sueños, uno de esos que guardas en un rincón del corazón, esperando el momento adecuado. Pero ese sueño no incluía sentirme miserable y sola. Quería que fuera diferente. Quería que él estuviera a mi lado, llevándome a los controles, cuidándome con ternura, acariciando mi vientre en crecimiento mientras contábamos juntos los días para conocer a nuestro hijo. En cambio, me encuentro aquí, sumergida en la tristeza, con el agua caliente ocultando mis lágrimas, deseando que todo fuera distinto.

Salgo de la ducha y, mientras seco mi cuerpo, me observo en el espejo. Mi reflejo me devuelve una imagen que casi no reconozco: la nariz roja, los ojos hinchados, una sombra de quien solía ser. Soy un asco. No solo por cómo me veo, sino por cómo me siento por dentro, rota y vacía. Pido que me traigan la cena, aunque no tengo ni pizca de hambre, y me obligo a tragar cada bocado como si fuera una tarea más en la interminable lista de cosas que no quiero hacer.

—Bueno, pequeño. Ahora seremos tú y yo, y nada de estar extrañando a nadie porque mami no quiere llorar más. ¿Entendido? Tenemos que comportarnos como los Moore que somos para que nadie nos vea débiles. — Susurro, con las manos descansando sobre mi vientre inexistente. Hablarle a mi bebé me reconforta, me hace sentir que no estoy completamente sola. Aunque solo sea un pequeño consuelo, es algo. Algo que puedo aferrar en medio de esta tormenta.— Por ahora, solo le contaremos a la tía Emilie que existes y me preparare para su regaño.

La idea de Emilie me ofrece un pequeño respiro. Si hay alguien en el mundo que puede entenderme y brindarme apoyo sin juicios, es ella. A pesar de todo, al menos tengo una aliada en quien confiar. Miro mi móvil en la mesita junto a mi cama con una mezcla de esperanza y ansiedad. Quiero hablar con Emilie, contarle sobre el bebé y tener a alguien con quien compartir esta noticia en lugar de cargar con ella sola.

Fianlmente agarro mi móvil, hay unas horas de diferencia entre Texas y Londres, pero sé que Emilie responderá sin importar la hora. No he sabido nada de ella desde que me fui; supongo que debe estar molesta por no haberme despedido.

Suena el tono varias veces y empiezo a dudar. ¿De verdad necesito compartir esto con ella? ¿No será mucho para compartir mi cargacon alguien más? Justo cuando cuelgo, Emilie devuelve la llamada en cuestión de segundos.

—Supongo que si llamas tan tarde es porque no puedes dormir por la culpa de no haberme dicho “adiós amiga, voy a extrañarte.” —La voz chillona de Emilie, a pesar de su tono juguetón, logra arrancarme una pequeña sonrisa.

—Hola a ti también. ¿Qué tantas ganas tienes de tomar el primer avión a Londres y consentir a tu amiga embarazada? —El silencio que sigue es tan pesado que puedo casi sentirlo. Miro la pantalla para asegurarme de que la llamada no se haya cortado. —¿Te dio un desmayo o qué? ¡Emilie!

Escucho del otro lado de la linea voces de ella y su novio y...

—Lo siento, es que creo que no escuché bien. ¿Dijiste que estás...?

Suelto una risita nasal, tratando de contener las lágrimas. —Escuchaste bien, estoy embarazada. ¿Vienes o me vuelvo loca aquí sola?

Un sollozo de Emilie me llega de inmediato, el sonido de su alegría y sorpresa es tan genuino que me conmueve.

—Usaré el jet privado de Eliot. —La voz de Emilie se entrecorta mientras habla con su esposo. —¿Me esperas un segundo, Sam?

Cuelga antes de darme tiempo a responder, y me recuesto, tapándome hasta la cabeza. Cinco minutos después, Emilie vuelve a llamarme.

—No sé si te imaginas lo que esto significa para mí. —Su voz está llena de determinación y cariño, y me reconforta en medio del caos que siento como una caricia. —Te veré en cuanto pueda. No estás sola en esto, ¿vale?

Asiento, aunque sé que no puede verme, y me siento un poco más tranquila. Al menos por ahora, tengo a Emilie y eso me da una chispa de esperanza en medio de toda esta incertidumbre. Corta la llamada y suspiro aliviada hasta que mi movil suena nuevamente.

—¿Se lo dirás? —Es Eliot quien me vuelve a llamar y el tono firme en su voz me hace tragar saliva. —No intentes mentirme, porque no te voy a creer una sola palabra.

—No. —Respondo tajante, intentando mantener mi voz firme, aunque mi pecho está a punto de estallar. —No le voy a decir nada. No quiero más desprecios ni acusaciones por parte de su familia, así que espero que, por nuestra amistad, mantengas esto en secreto. ¿Entendido, Eliot?

—Estaremos allí mañana por la tarde. De ninguna manera voy a dejar a mi mujer sola, y a ti tampoco. Son mis chicas después de todo.

Sus palabras me rompen, y las lágrimas empiezan a fluir sin control, empapando mi almohada. La garganta me arde y siento que el dolor se intensifica. No son las hormonas del embarazo las que me tienen tan sensible; es el hecho de que, lo más cercano a una familia que tengo son ellos dos. Emilie fue quien me sostuvo el día que mi padre murió y quien, con su lealtad y apoyo, "me llevó de compras a Nueva York", escondiéndome de Derek el dia que mi padre murio y tuve que hacerme cargo de todo este lio. Eliot se enteró después de la boda, cuando su mejor amigo se fue de viaje por casi un año, dejandome sola. Ahora que saben lo que pasa y que vendrán a estar conmigo, siento una mezcla de alivio y felicidad que no había experimentado en mucho tiempo.

—Enviaré por ustedes a mi chofer para que los traiga a mi casa. —Mi voz está quebrada, pero decidida.

—Te queremos, Samy. —Dice Eliot con calidez antes de colgar.

Me quedo sola con mis pensamientos, pero el hecho de saber que no estoy completamente sola me da un pequeño respiro. La perspectiva de tener a Emilie y Eliot aquí me da fuerzas para enfrentar lo que viene, aunque mi corazón todavía esté quebrado.

...

Despierto con un malestar estomacal que no había experimentado antes. Mi bebé parece haber decidido que es el momento perfecto para hacerme sentir su presencia con todas las fuerzas posibles. Corro al baño y, sin poder evitarlo, dejo que mi estómago se libere en el váter. Me siento agotada, pero una ducha rápida me ayuda a recuperar algo de mi compostura. A pesar de que aún no me siento completamente bien, me visto con algo más cómodo, permitiéndome la libertad de vestirme como me plazca, siendo la dueña de este imperio me importa muy poco como me miren los demas vistiendo informal.

Cuando bajo a desayunar, decido que es hora de hacer algo que no había considerado antes, conocer a mis empleados. Desde que llegué a esta mansión, he mantenido una distancia que ha hecho que muchos eviten el contacto conmigo. Hoy quiero cambiar eso. No quiero ser como mi padre, quien nunca se preocupó por la gente que trabajaba para él. Son seis en total, la cocinera y su ayudante, dos mucamas, el chofer y el encargado de los arreglos. Todos viven en la casa para empleados detrás de la mansión, y me aseguro de que estén bien acomodados, que sus beneficios sean justos y les pido disculpas por mi comportamiento distante.

Con una sonrisa más genuina en el rostro, les doy las instrucciones para el día en relación con mis amigos que vienen a visitarme. Me despido de ellos con una sensación de alivio. Mi madre siempre fue amable y considerada con todos, y recuerdo la tristeza palpable entre los empleados cuando ella falleció. Mi padre, en cambio, nunca dejó una impresión positiva. No quiero que mi legado sea similar al suyo. Pronto habrá un bebé en esta casa, y deseo confiar en la gente que estará aquí para nosotros.

Recojo mis cosas y salgo de la mansión con una sonrisa en el rostro. Adiós a la cara de amargada, hoy será un buen día. Estoy contando las horas para recibir a Emilie y Eliot, y la perspectiva de su compañía me llena de una nueva esperanza.