Evans llevaba una carga enorme sobre sus hombros, como si no fuera suficiente hacerse cargo de todo, también debía asumir las deudas de sus padres. Los mismos que le impusieron el peso que ahora soporta.
En medio de este camino, el dueño del préstamo quiere recuperar su dinero, una suma altísima imposible de pagar.
En esta trama se entrelazarán sentimientos, traumas, conflictos y un recorrido que Evans deberá seguir para recuperar su felicidad.
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Capítulo 20
Evans
Era una sorpresa tras otra, mi corazón latía rápido y desesperado. Nunca imaginé sentir felicidad justo el día de mi cumpleaños, que siempre ha estado inundado de cosas malas.
Que Ricardo hubiera preparado todo aquello me dejó increíblemente sorprendido, justo él. En cuanto me dio aquel nuevo papel para firmar que indicaba mi libertad, debería haberme sentido aún más feliz, junto con el regalo de 100 millones.
Firmé la hoja pero sin sentirme tan eufórico a pesar de ser lo que más quería en este mundo. Ricardo estaba neutral, pero se podía percibir que no estaba feliz.
Me encontraba en el coche con uno de sus chóferes. Pensé mucho, y lo que decidí podía ser bueno o malo, pero iba a intentarlo y descubrir por qué me sentía tan atraído por Ricardo.
Ordené al chófer regresar a la mansión. En cuanto el coche aparcó frente a la puerta, corrí hacia dentro. Los guardias no querían dejarme pasar, pero Felipe lo permitió.
—¿Dónde está Ricardo?
—En su habitación, debe estar duchándose.
Subí a toda prisa al piso de arriba de la casa. No llamé ni nada en la puerta, solo la empujé. Miré la ropa tirada en el suelo y el ruido del agua que salía de la ducha. Era ahora o nunca.
En cuanto abrí la puerta, Ricardo se quedó atónito al verme. Mis ojos se posaron en su cuerpo desnudo. Una verdadera obra de arte.
—¿Evans?
Sin más ni menos lo ataqué con un beso. Él me sujetó y logró apartarme un poco.
—¿Qué estás haciendo?
—Te deseo, ¿es mucho pedir?
Puede que me arrepintiera un poco de lo que dije, solo sentí el momento en que Ricardo me colocó sentado encima del lavabo y me besó ferozmente. Era como si se hubiera estado conteniendo para ese momento. Sentí todas las sensaciones de su cuerpo.
Entre los besos dijo:
—No he terminado de ducharme.
—Olvídalo, solo vamos a la cama.
En cuanto me levantó, entrelacé mis piernas en su cintura continuando el beso. Ricardo apretó mi trasero con tanto deseo que me hizo estremecer.
—¿Estás seguro?
Preguntó inclinándose hacia el cajón de la mesita de noche junto a la cama.
—Nunca he estado tan decidido a hacer algo con alguien que deseo.
Volvió a besarme de forma intensa, nuestras lenguas mantenían una sincronía absurda. La sensación que estaba experimentando era de otro mundo, ya estaba completamente duro por este hombre. Podría ser mi primera vez siendo pasivo, pero me encantaría experimentarlo.
Ricardo rasgó el preservativo con los dientes y se lo colocó en su miembro. Puede que lo aguantara, pero era grande y grueso.
—Por tu cara debe de ser tu primera vez con un hombre, ¿me equivoco?
Enarcó una ceja y yo lo confirmé.
—Voy a prepararte primero.
Su habitación estaba tan preparada que incluso tenía un bote de lubricante. Lo esparció en mí mientras los dedos de Ricardo jugaban con mi entrada.
No pude contener los gemidos, dolía un poco pero pronto me vi consumido por el placer. Él sabía lo que hacía, nunca me había sentido tan bien. Tras un rato en ese estado, llegó el momento de la penetración.
Él estaba encima, frente a frente con mi cuerpo, mis piernas estaban totalmente abiertas alrededor de su cintura. Fue intentando entrar poco a poco y empujando despacio.
—Joder... Ah... Ricardo
Gemí al hablar.
—Si te duele, avísame.
—Está todo bien, solo continúa.
Lo sentí llenarme cada vez más hasta llegar a mi estómago.
—Está todo dentro.
Dijo Ricardo y se movió lentamente. Dolía muchísimo al principio, pero la calma con la que él ejecutaba los movimientos me hacía sentir más placer que dolor.
Después de la parte inicial, comencé a gemir tanto que probablemente quien pasara por los pasillos acabaría escuchando. Entrelacé mis brazos en el cuello de Ricardo y lo besé, de forma calmada disfrutando de la sensación.
Solo había estado con mujeres, esta era mi primera vez con un hombre. Ricardo me masturbó mientras me penetraba, lo que lo hacía aún más placentero.
Me corrí tantas veces que la cama ya tenía las sábanas totalmente manchadas. Él también se corrió algunas veces, ese ya era el cuarto preservativo que utilizábamos. Las únicas palabras que conseguía pronunciar eran lo increíble que había sido.
Nos duchamos juntos, tocándonos un poco bajo el agua. Terminando la supuesta ducha incompleta de él. Solo podía decir que estaba feliz por haber decidido volver.