Liana, una joven que descubre que es la última descendiente de una antigua línea de guardianes de ángeles. Su vida cambia drásticamente cuando una serie de misteriosos eventos la lleva a ser reclutada por una organización secreta encargada de mantener el equilibrio entre los mundos humanos y celestiales.
A medida que Liana profundiza en su nuevo rol, comienza a desentrañar secretos oscuros sobre su familia y la verdadera naturaleza de su poder. Un ángel caído, caudillo de una rebelión celestial, amenaza con desatar el caos en ambos mundos, y Liana debe enfrentarse a él antes de que sea demasiado tarde.
Mientras navega por traiciones, alianzas inesperadas y su propio conflicto interno, Liana descubre que nada es lo que parece. Cada revelación acerca de su pasado revela un nuevo giro en la trama, desafiando sus creencias y forzándola a confrontar la verdad sobre su identidad y el destino que le espera.b
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Capitulo 7: La Rebelión Celestial
Las nubes oscuras se arremolinaban en el cielo, como un presagio de lo que estaba por venir. El viento soplaba con furia, arrastrando hojas y polvo en un torbellino de caos. Liana, con el corazón acelerado, se adentraba en el bosque junto a Eryon. Ambos sabían que algo había cambiado en el equilibrio del mundo, un cambio tan profundo que podría desatar una guerra entre los cielos y la tierra.
Los Guardianes, aquellos que habían jurado proteger el mundo de la influencia de los ángeles caídos, se estaban dividiendo. Las antiguas alianzas se tambaleaban, y las sospechas comenzaban a crecer. Algunos creían que el poder de los ángeles debía ser compartido con la humanidad para evitar que cayera en manos equivocadas. Otros, temerosos del caos que podría desencadenarse, querían mantener ese poder sellado, lejos de los mortales.
—¿Estás segura de lo que estás haciendo, Liana? —preguntó Eryon mientras caminaban—. No hay vuelta atrás una vez que elijas un bando.
Liana asintió, su mirada fija en el horizonte. Desde que había descubierto la verdad sobre su linaje, su mente no había dejado de girar en torno a lo que eso significaba para ella y para el mundo. Sabía que los Guardianes estaban al borde de una guerra civil, y que su elección podría inclinar la balanza en una u otra dirección.
—No puedo ignorar lo que está sucediendo —respondió, su voz firme—. Si seguimos manteniendo este poder oculto, si dejamos que los cielos dicten nuestras vidas sin cuestionarlos, nunca seremos verdaderamente libres. La humanidad tiene derecho a decidir su propio destino.
Eryon la miró en silencio durante un momento, antes de asentir. Sabía que Liana tenía razón, pero también sabía que su elección no sería fácil. Los Guardianes que se oponían a la liberación del poder angélico eran poderosos, y no dudarían en destruir a cualquiera que se interpusiera en su camino.
Llegaron a un claro en el bosque, donde otros Guardianes ya los esperaban. Algunos rostros eran familiares, otros no, pero todos compartían la misma determinación en sus miradas. Eran los que habían decidido rebelarse contra la autoridad celestial, los que creían que era hora de cambiar el equilibrio de poder.
Un hombre de aspecto imponente, con cabello negro y ojos como carbones encendidos, dio un paso al frente. Liana lo reconoció de inmediato: Era Kael, uno de los Guardianes más antiguos y respetados. Su presencia allí confirmaba que la rebelión no era una simple revuelta de descontento, sino un verdadero desafío a las órdenes del cielo.
—Hermanos y hermanas —comenzó Kael, su voz resonando en el claro—. Hemos llegado a un punto de inflexión. Durante siglos, hemos seguido las órdenes de los cielos, creyendo que su sabiduría era inquebrantable. Pero hoy, nos encontramos al borde de una catástrofe. Los ángeles que una vez veneramos han olvidado nuestra humanidad, han olvidado lo que significa vivir en este mundo.
Liana sintió que cada palabra de Kael resonaba con fuerza en su interior. No estaba sola en su pensamiento; había otros que compartían su deseo de cambiar las reglas del juego.
—No estamos aquí para destruir —continuó Kael, sus ojos recorriendo a cada uno de los presentes—, sino para liberar. Creemos que la humanidad tiene el derecho de tomar sus propias decisiones, de compartir el poder que los cielos nos han negado por tanto tiempo. Pero debemos estar preparados, porque aquellos que se oponen a nosotros no dudarán en usar la fuerza para mantener el status quo.
Eryon se acercó a Liana, susurrando con preocupación.
—Este camino es peligroso, Liana. No podemos subestimar a nuestros enemigos. Pero si decides seguir adelante, estaré contigo.
Liana asintió, agradecida por la lealtad de Eryon. Sabía que la rebelión no sería fácil, que enfrentaría enemigos poderosos y que las consecuencias podrían ser devastadoras. Pero también sabía que no podía permanecer al margen.
Kael levantó la mano, señalando hacia el cielo oscuro.
—La tormenta se avecina —dijo—. Los cielos sentirán nuestra rebelión, y no tardarán en reaccionar. Pero no debemos tener miedo. Luchamos por la libertad, por la posibilidad de un futuro donde los mortales y los Guardianes puedan coexistir en igualdad. Que hoy sea el comienzo de una nueva era.
Con esas palabras, el aire en el claro pareció vibrar. Liana sintió que algo se despertaba dentro de ella, una energía antigua que había estado dormida, esperando el momento adecuado para liberarse. Sabía que no podía dar marcha atrás. La rebelión celestial había comenzado, y con ella, un nuevo capítulo en la historia de los Guardianes y de la humanidad.
Mientras el grupo se dispersaba para prepararse para lo que vendría, Liana y Eryon se quedaron en el claro por un momento más. El cielo se iluminó con un relámpago, seguido por un trueno que retumbó en la tierra. Era como si los cielos mismos estuvieran respondiendo al desafío que acababan de lanzar.
—No importa lo que suceda —dijo Eryon, con los ojos fijos en el horizonte—, sé que estamos haciendo lo correcto.
Liana asintió, pero en su interior, las dudas seguían susurrando. Sabía que estaban a punto de enfrentar a fuerzas mucho más grandes de lo que jamás habían imaginado. Pero también sabía que no podían quedarse de brazos cruzados. La rebelión celestial era solo el comienzo, y lo que sucediera después determinaría el destino de todos.