**Sinopsis**
En un mundo donde la biología define roles y los instintos son incontrolables, dos hombres de mundos opuestos se ven atrapados en una ardiente atracción. Leon, un alfa dominante y poderoso empresario, ha rechazado el amor… hasta que Oliver, un omega dulce y sensible, entra en su vida como asistente. Lo que comienza como un deseo prohibido pronto se convierte en una intensa relación marcada por celos y secretos. Cuando verdades devastadoras amenazan con separarlos, deberán enfrentarse a su pasado y decidir si su amor es lo suficientemente fuerte para desafiar las estructuras que los mantienen apartados. ¿Están dispuestos a arriesgarlo todo por un futuro juntos?
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Capítulo 7: Celos al Descubierto
Los días que siguieron a aquella noche en el coche fueron una montaña rusa de emociones. Cada encuentro entre Oliver y Leon, ya fuera en la oficina o en las escapadas furtivas de la tarde, estaba impregnado de una intensidad que a veces era abrumadora. Se lanzaban miradas cargadas de secreto, cada palabra que compartían estaba llena de un subtexto que sólo ellos podían entender. Sin embargo, con la emoción también llegaron las dudas, y lo que había comenzado como un deseo ardiente pronto se vio salpicado de inseguridades.
Era un lunes perezoso cuando Leon, sumido en sus pensamientos, pasó por la cafetería de la oficina. Su intención era una simple taza de café, pero al entrar, algo retuvo su atención. Oliver estaba allí, de pie junto a un colega, una mujer llamada Estela, que, al parecer, le estaba mostrando algo en su pantalla portátil. La animación de sus gestos y las risas ligeras entre ellos lo atraparon. Leon sintió un nudo en el estómago, uno que poco a poco se transformó en una sensación de incomodidad.
—¿Todo bien, Leon? —preguntó Clarisa, una compañera de trabajo, al notar la expresión en su rostro. Leon la miró, distraído.
—Sí, claro —mintió, pero su atención seguía fija en Oliver y Estela. Las manos de Oliver se movían con entusiasmo mientras hablaba, y la risa de Estela resonaba por encima del murmullo de la cafetería. El aire se volvió pesado, como si las risas cercanas tuvieran un eco que reverberaba en su pecho.
Después de unos momentos más, no pudo evitarlo. Se acercó un poco más, sintiéndose como un intruso en un momento que parecía cargar un significado profundo. Lo que le incomodaba no era sólo la cercanía entre ellos, sino el hecho de que, por primera vez desde su encuentro, Oliver parecía tan completamente ajeno a los sentimientos que habían compartido.
—¿Qué haces aquí? —le preguntó Leon, de pronto, su voz salpicada de celos. La sorpresa en el rostro de Oliver hizo que su corazón se detuviera.
—Oh, Leon, estaba solo... Estela estaba mostrándome algunas estadísticas —respondió Oliver, casi balbuceando. La incomodidad en su voz no pasó desapercibida.
—¿Y no creíste que era mejor que me lo dijeras antes de interesarte tanto por eso? —dijo Leon, forzando una sonrisa que no llegó a sus ojos. El tono de su voz había dejado robar un atisbo de falta de confianza, y eso lo hizo sentir aún más confundido.
Estela, sintiendo el cambio en la atmósfera, se despidió con una sonrisa y se alejó, dejándolos a solas. El intercambio silencioso entre ambos era palpable, y ninguno de los dos parecía saber cómo navegar la tensión que había surgido.
—¿Por qué te importa tanto? —preguntó Oliver, su tono ahora más serio.
—Porque... —comenzó Leon, buscando las palabras adecuadas— porque es la primera vez que te veo tan cerca de alguien desde que empezamos esto.
Oliver frunció el ceño. —Leon, no hay nada entre Estela y yo. Solo estábamos hablando sobre trabajo.
El ligero roce de indignación en su voz hizo que Leon sintiera una punzada de culpa. Se pasó una mano por el cabello, intentando aplacar la tormenta que se desataba dentro de él. Pero las dudas seguían brotando, como un río desbordado.
—Lo sé —respondió él, esta vez con un tono más suavizado—. Pero... no puedo evitarlo. A veces siento que… —se detuvo, incapaz de completar la frase.
—¿Que estoy coqueteando con ella? —interrumpió Oliver, un destello de dolor en sus ojos. El corazón de Leon se encogió.
—No es eso. Es solo que últimamente he sentido que... que esto que tenemos es frágil. —Leon suspiró, buscando la manera de explicar un sentimiento que amenazaba con desbordarlo—. Como si pudieras cambiar de idea en cualquier momento.
Oliver pareció quedarse atónito. —¿Por qué piensas eso? ¿De veras crees que yo… —su voz se quebró un poco—. Esto no es un juego para mí, Leon. No puedo creer que pienses así.
Una tensión palpable comenzaba a acumularse entre ellos, cada uno interpretando las emociones del otro sin realmente poder alcanzar el fondo de sus pensamientos. Las palabras quedaron atrapadas en el aire, siempre alejadas de la comprensión.
—Lo siento, así me siento. Es extraño para mí. Nunca había tenido algo así —admitió Leon, su sinceridad resonando en la sala.
—Quizás deberíamos hablar más de nuestras inseguridades —sugirió Oliver, su tono se había suavizado—. Puede que tú y yo no hayamos tenido mucha experiencia en esto de las relaciones.
Leon asintió lentamente, aunque su mente seguía revuelta. —Es justo eso. Quiero que esto sea algo, pero hay algo dentro de mí que teme que no lo sea de la misma manera para ti.
Oliver respiró hondo, lo que parecía ser un intento por aclarar su mente antes de hablar. —Te prometo que estoy aquí, en esto. La atracción que siento por ti es innegable. Las risas que compartimos, la intimidad… Todo esto me importa—dijo Oliver, su mirada reconstruyendo una sensación de seguridad, aunque los ecos de la duda aún retumbaban en la mente de Leon.
—No quiero que esto termine mal —respondió Leon, sintiendo una mezcla de vulnerabilidad y alivio.
Oliver extendió su mano, colocándola sobre la de Leon. —No vamos a dejar que esto se convierta en algo malo. Debemos ser sinceros el uno con el otro. —Su mirada se intensificó, y por un momento, el silencio entre ellos volvió a ser cómodo.
Cuando finalmente se marcharon de la cafetería, un aroma de café recién hecho aún los envolvía, pero el peso de la conversación que acababan de tener era mucho más significativo. Las luces de la oficina parpadeaban mientras esperaban el ascensor, y la confusión interna entre ellos ahora se sentía un poco más clara. Sin embargo, el fantasma de los celos había dejado una marca en su relación.
Mientras el ascensor subía, ambos se miraron a los ojos. Había una chispa de determinación en ellos, una promesa silenciosa de que confrontarían sus inseguridades, caminando de la mano en la nebulosa oscuridad de lo desconocido.
—Tal vez esto nos fortalezca —dijo Oliver, refiriéndose a la charla que acababan de tener.
—Sí, tal vez sea un nuevo comienzo —respondió Leon, sintiendo que la conexión entre ambos se reafilaba.
En la distancia, aún había sombras que sortear, pero había también una luz que se asomaba, ofreciendo la posibilidad de un amor más fuerte y seguro. Mientras el ascensor se detenía, ambos sintieron que el camino no estaba terminado, sino que apenas empezaba a desplegarse.