Destinos Entrelazados.

Conociéndome y sabiendo perfectamente que un trago no podría emborracharme, lo encaro.

- ¿Qué me diste bastardo?.- digo mientras libero mi brazo de sus asquerosas manos.

- Las chicas delgadas como tú no son de mi gusto, pero tú tienes un encanto, así que dije por qué no te llevo a mi cama, pero tranquila te aseguro que lo disfrutarás.- se levanta e intenta acariciar mi rostro.

Sabiendo perfectamente que estoy en peligro decido actuar, la opción más viable ahora es encerrarme en algún lugar y pedir ayuda, porque no creo que pueda escapar tan fácilmente de las manos de esta escoria, salir a la calle sería una locura, es como si me le estuviese entregando, nadie me ayudaría. Reuniendo mis fuerzas golpeó con rudeza su parte íntima, causando que se tambalee y aleje de mí, oportunidad que aprovecho para correr a los baños de las mujeres y encerrarme.

Nerviosa y con un ataque de pánico evidente, tomo mi bolsa y torpemente busco mi celular. Desesperada y con lágrimas en los ojos empiezo a marcarle a Daniela, solo para escuchar una voz masculina y un tanto familiar al otro lado de la línea.

...ΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩ...

**** Julián ****

Es imposible que no haya nada, todo lo que me dijo fue verdad, no me mintió, pero ¿por qué no lo hizo?, prácticamente soy un desconocido, ¿qué la hizo confiar en mí?. Este tipo de pregunta no ha dejado descansar tranquilamente mi mente. Agobiado miro su fotografía, aquí estaba en su máximo esplendor, su sonrisa estaba llena de felicidad y paz, realmente irradiaba luz, pero ahora una tristeza inunda su mirada.

Frustrado por este sentimiento de pesadumbre, dejo escapar un suspiro cansado mientras cierro mis ojos. Exactamente, hoy se a cumple una semana de nuestro encuentro y extrañadamente me siento molesto, verla hace que mi agonía cese en un instante, contemplarla me hace retroceder el tiempo e imaginarme junto a ella, al amor de mi vida, pero lastimosamente todo es una fantasía, es un cruel y dulce espejismo.

Recriminándome por sentir esto, tomo los documentos con su información y los quemo, es mejor hacer como si nunca la hubiese conocido. Cuando me dispongo a quemar su fotografía, para cerrar esta amarga coincidencia, una llamada me detiene. Molesto la contestó, solo para escuchar la voz que me ha perturbado estos días.

- Dani, Daniela, ayúdame.- dice con voz grave y llena de sollozos.

Alarmado y con un mal presentimiento, le respondo.

- ¿Eres tu Aurora?.- pregunto con el corazón acelerado, solo espero que no sea una de sus bromas.

- Si, si soy yo, ¿dónde esta Daniela?, seas quien seas ayúdame, me quieren hacer daño, un hombre, creo que me dieron algo...- se rompe a llorar.- me siento mal, no creo que pueda resistir mucho.. AHHH.- empieza a gritar.

Ansioso salgo a toda prisa de la casa, mientras le pregunto su dirección, pero los gritos de miedo y de amenazas se adueñan de la línea. Desesperado e impotente le sigo insistiendo, debo hacer que me diga su dirección.

- Escúchame, cálmate voy en camino, pero para ayudarte tengo saber donde estás, por favor dime la dirección, Aurora.- casi le suplico.

- No sé, me siento mareada y algo confundida, solo recuerdo que es el bar que queda por mi casa, que esta a tres cuadra, por favor apúrate, ya comenzó a derribar la puerta.- dice entre lágrimas, mostrando su temor.

- Tranquila, nada pasará, solo quédate donde estás y no permitas que se acerquen a ti, resiste.- intento reconfortarla, cuando el demonio me esta llevado.

Esta maldita situación me transporta a esa horrible noche, ella rogándome que la ayudará mientras su vida se desvanecía, todo esto es como un paralelismo, no puedo permitir que ese destino se dé dos veces, esta vez tengo que llegar a tiempo y salvarla, tengo que hacerlo por Aurora y por su memoria.

Partiendo del hecho que ese maldito lugar debe estar cerca donde vive, conduzco como un maldito demente hasta dar con su paradero, el cual logró encontrar a la primera. Furioso y cargado de emociones me adentro a este asqueroso sitio, solo para observar como un maldito y repúgnate viejo la trae en su hombro casi inconsciente.

Volviéndome loco voy hacia él y lo encaro, voy a hacer que se arrepienta por tocarla y si se atrevió a hacerle daño, lo mataré.

- Suéltala.- digo controlando al demonio que hay en mí, Dios sabe el esfuerzo que estoy haciendo para no írmele encima, solo me detiene el temor que le pueda hacer algo.

- Lárgate muchacho, este no es asunto tuyo, a esta muñequita nadie la está obligando hacer algo, sólita vino a mí.- intenta ocultar sus descaradas intenciones.

- Esa muñequita que tú llamas, es mi mujer, así que suéltala.- digo al observar que no tiene intención de dejarla ir tan fácilmente. En estos momentos lo único que importa es su seguridad, si una mentira me ayuda en eso, bienvenida sea.

- Ja, ja, ja, ¿tu mujer?, si fuera tú lo reflexionaría, ninguna mujer que tenga un buen pene en su casa vendría a buscarlo en otro lugar, pero sea lo que sea no me importa, esta linda muñequita se viene conmigo a mi casa.- afirma con seguridad.

Enfurecido y sin importarme nada más, me acerco a él y golpeo su enorme barriga, provocando que este caiga de rodillas y la suelte. Aprovechando la oportunidad se la quito y la atrapó en mis brazos, en la atenta mirada de todos, los cuales se abstiene de participar.

- Juro que si la vuelves a mirar tan siquiera, te saco los ojos y que les quede claro que este maldito lugar voy a hacer que se hunda, no saben con quién se metieron, tocaron a la persona equivocada.- digo antes de patearlo y salir de ese infernal chuzo.

Ansioso la subo al coche, ver como responde tardíamente mis llamados, me hace preocupar. Pero lo que más martiriza mi corazón es ver su rostro golpeando y con el labio inferior herido, debí partirle un brazo a ese maldito, debí hacerle pasar por el mismo dolor que ella pasó, ¡Maldición, como fue que llego aquí!.

- No este ansiosa, ya estas a salvo.- envuelvo mis manos entre las suyas, quiero que sienta mi calidez, lo último que quiero es que se altere.