Desde que era niña, siempre soñé con tener mi propia familia: un refugio donde sentirme segura y rodeada de personas que me amaran. Sin embargo, ese anhelo parecía inalcanzable, ya que crecí en un orfanato, un lugar donde las sonrisas eran escasas y el tiempo para los demás aún más. Me sentía invisible entre aquellos muros grises. Todo cambió el día en que cumplí la mayoría de edad; ya no podía quedarme allí. La directora del orfanato me ayudó a conseguir un trabajo en una empresa, sin imaginar que ese sería el comienzo de mi verdadera desgracia. Esta es la historia de mi vida, una travesía marcada por el amor y la traición
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Capitulo XIII Fin del inicio
Enrique llevó a Cristina hasta su oficina, mientras ella lloraba desconsolada. "No llores mi amor, no permitiré que nadie te lastime". Trato de consolarla.
"Te dije que nuestra diferencia de clase sería un impedimento. Mira tu madre piensa que solo estoy contigo por dinero". Respondió Cristina entre sollozos.
"Lo que piense ella o quien sea no me importa, yo solo quiero estar contigo, además soy un hombre y no permitiré que mi madre se meta en mis asuntos". Enrique la tomo entre sus brazos pegándola a su pecho para que ella sintiera su protección.
"No quiero que tengas problemas con tu madre, no quiero molestar".
Enrique calló la boca de Cristina con un beso intenso, él no permitiría que ella lo dejara. "No eres un problema, date cuenta de que eres mi tabla de salvación".
Para él ella era una fuente de esperanza, él había pensado que nunca conocería una mujer que lo aceptará tal cual es y no solo por su dinero, esa era la razón por la cual se había enamorado de ella.
"Salgamos de aquí, necesitas descansar".
Cuando llegaron al apartamento, Enrique le ofreció a Cristina un vaso de agua y le pidió que se sentara en el sofá. Ella aceptó y se sentó, mientras él se sentaba junto a ella.
"¿Quieres hablar más sobre lo que pasó con mi madre?" le preguntó Enrique, tratando de consolarla.
Cristina sonrió débilmente y negó con la cabeza. "No, no quiero hablar más de eso. Solo quiero descansar un poco".
Enrique entendió y le puso la mano en la espalda. "Bien, descansa un poco. Yo te preparo un té caliente y lo llevo a nuestra habitación".
Mientras Enrique preparaba el té, Cristina comenzó a pensar en su situación. ¿Cómo podía ser que una persona tan rica y poderosa como Enrique se enamorara de ella, una simple secretaria?
Cuando Enrique regresó con el té caliente, Cristina se levantó y le sonrió. "Gracias, Enrique".
Enrique le sonrió de regreso y le dijo: "De nada, mi amor. Ahora descansa un poco".
Cristina aceptó y se retiró a la habitación, mientras Enrique se quedaba en el salón, pensando en su madre y en cómo iba a enfrentar la situación con ella.
Después de pensarlo decidió que Cristina no lo dejaría, así que por miedo entro en la habitación viendo a la muchacha mirando a un punto fijo. Se acercó lentamente a ella abrazándola por la espalda, rozando sus dedos contra la piel de ella empezó a acariciar la suavidad de la mujer junto a él, continuo dejando un camino de besos que lo llevaron hasta los labios de ella.
Mientras Enrique acariciaba a Cristina, ella comenzó a sentir una conexión profunda con él. Su piel se calló al sentir los besos y las caricias de Enrique, y su corazón palpitaba con emoción.
Enrique, con su experiencia y habilidad, logró hacer que Cristina se sintiera completamente segura y cómoda en su presencia. Sus movimientos eran lentos y delicados, como si estuviera disfrutando de cada momento con ella.
La luz del sol que se filtraba por las cortinas y el olor a jazmín crearon un ambiente romántico y sensual que lo acompañó en cada movimiento. El sonido de sus respiraciones agitado fue como música para sus oídos.
Cristina se perdió en las caricias de Enrique, sintiendo que él la entendía y la aceptaba tal cual era. Su corazón se llenó de amor y pasión, y su cuerpo se relajó completamente en sus brazos.
Enrique también se sentía muy conectado a ella, como si fuera la primera vez que había encontrado alguien que lo aceptara sin condiciones. Su pasión y amor hacia ella crecieron con cada beso y caricia.
Mientras que Enrique y Cristina se entregaban en un inmenso amor en la mansión Sarmiento se empezaba a fraguar un plan que haría que todo lo hermoso que habían construido se derrumbara.
"¡Ese hijo tuyo terminará por quitarme la vida!", exclamó Margot confesándose con Rafael.
"¿Qué pasó ahora? ¿Por qué llegas así?", pregunto Rafael preocupado.
"Ahora a tu querido hijo le dio por meterse con la insulsa de su secretaria... Una joven que por encima se ve que no tiene nada de clase". Dijo con desdén, Margot.
La piel de Rafael palideció al escuchar lo que su esposa estaba diciendo, su corazón se aceleró a mil por horas y la presión empezó a subirle. "Lo que estás diciendo no puede ser cierto, Enrique no puede fijarse en Cristina". Su voz, con desesperación mientras sentía como se le cortaba el aire.
"Pues déjame decirte que si está pasando, tu hijo ya hasta vive con la mujercita y al parecer las cosas van en serio". Confirmo, Margot con firmeza.
"Necesito hablar con Enrique, busca mi teléfono ahora mismo". Ordenó, Rafael con urgencia.
Para Margot la reacción de Rafael le parecía extraña, ya que nunca pensó que su esposo se pondría a esa relación, como su esposo era un buen samaritano y no hacía distinciones de clases, pero esto ha Sido una grata sorpresa para ella.
Rápidamente, Margot le alcanzó el teléfono a su esposo y este inmediatamente marco el número de su hijo. Realizó más de veinte llamadas, pero no hubo una respuesta, la desesperación invadió a Rafael quien sin mirar atrás salió de la mansión directo a la casa de su hijo.
Al llegar se encontró con que él no se estaba quedando en su casa, así que se dispuso a llamar al chófer de Enrique, este si debía tener información sobre su hijo.
"Señor, Sarmiento", respondió el hombre a penas se conectó la llamada.
"¿Dónde está mi hijo?" Pregunto Rafael preocupado.
"El señor Enrique se encuentra en el apartamento del norte...", el sujeto no termino de hablar cuando la llamada fue cortada. Mirando el teléfono con confusión no le dio importancia y lo guardo en su bolsillo.
Media hora después Rafael se encontraba frente al edificio de apartamentos dónde Cristina y Enrique se encontraban demostrando su amor.
"¡Señor!", exclamó el chófer al ver al padre de su jefe.
"¿Mi hijo se encuentra en el edificio?", pregunto Rafael mostrando urgencia en su voz.
"Sí, señor. El señor Enrique se encuentra con la señorita Cristina en su apartamento". Contesto el chófer con sinceridad.
"Esto no puede estar sucediendo, necesito que vayas por mi hijo. Dile que lo estoy buscando y es urgente hablar con él".
El chófer de Enrique siguió la orden de Rafael y fue rápidamente a buscar a su jefe, al llegar llamo a la puerta. Esta fue abierta por un Enrique feliz y lleno de vida, una faceta que su chófer nunca antes había visto.
"¿Sucede algo?", pregunto Enrique sonriendo.
"Señor, su padre pide verlo", susurro el chófer.
"En este momento no puedo ir a la casa, dile a mi padre que por algo no conteste sus llamadas". Ordenó, Enrique cambiando su expresión a una más fría.
"Señor, su padre se encuentra en la recepción y a decir verdad no sé ve muy bien".
Enrique frunció el ceño como señal de frustración ante la insistencia de su familia, así que volvió al apartamento para decirle a Cristina que tenía algo que resolver. Luego de darle un beso en los labios bajo a hablar con su padre sin saber que se acercaba al inicio del final de su gran amor.