Lluvia II

NARRADOR

Mientras Bastián caminaba con Niebla en sus brazos, podía sentir cómo su corazón latía con fuerza. En realidad, todos podían sentirlo, porque, aunque Niebla aún no aceptaba a Bastián como su pareja, su corazón sí lo hacía, y eso era un gran paso.

Después de caminar por un rato, llegaron a un gran número de lagunas llenas de aguas brillantes; la magia se podía sentir a kilómetros.

—¿Cómo es que no vimos este lugar antes? —inquirió Patricio, sorprendido, pues él ya había explorado el bosque miles de veces y nunca había logrado ver ese lugar.

—Su magia estuvo ausente por mucho tiempo. Hoy, su hija la devolvió y permitió que fuera visible para personas que no viven de la magia —respondió la madre de Bastián.

—En pocas palabras, este bosque ya no será como lo conocen. Deberían recorrerlo de nuevo para que lo conozcan como es ahora —dijo Bastián, acercándose con Niebla a una de las lagunas.

—Sentirás algo de frío, pero estaré aquí para darte calor —dijo Bastián mientras entraba con Niebla a una de las lagunas, la del centro para ser exactos.

—Antes de que su hija trajera de vuelta la magia a esta parte del bosque, en las lagunas solamente podía verse un recuerdo a la vez, a veces no el que se quería ver. Pero ahora ella podrá verlos todos y escoger el que le interese —explicó la mamá de Bastián.

—¿Cómo va a saber ella cuándo le dieron ese poder? —indagó Lluvia, y entonces Niebla habló.

—Hace quince años, cuando le robaron su poder a Rayo, algo pasó en medio y no lo recuerdo. Creo que ahí está la respuesta —dijo Niebla, aún en brazos de Bastián.

—Entonces concéntrate en ese recuerdo. Bastián, hazlo ahora —ordenó la madre de Bastián.

Bastián obedeció a su madre y sumergió por completo a Niebla dentro de la laguna. Todas las aguas comenzaron a iluminarse y en cada una comenzaron a aparecer recuerdos de la infancia de Niebla.

Bastián sonrió, pues Niebla era hermosa y tierna desde el día que nació. A él le fascinaba ver sus recuerdos, pero estos se detuvieron cuando ella tenía diez años y estaba a solas con Rayo, tratando de leer, pero él la molestaba.

—¿Puedes irte a dormir ya? —dijo Niebla, a sus diez años, molesta porque su hermano no la dejaba leer.

—Cuando lees eres una amargada —Rayo se alejó de su hermana y esta le sacó la lengua, lo que le causó gracia a Bastián.

Rayo se fue a dormir y Niebla se sentó junto a su ventana, como siempre lo hacía, a leer. Mientras leía, alguien lanzó un polvo mágico a su rostro y la hizo caer desmayada.

Dos hombres entraron por la ventana: uno era Diego, el hombre que robó los poderes de Rayo cuando era un niño de diez años, y el otro era un desconocido.

El desconocido sacó una especie de varita y una inyección. Colocó la inyección en el brazo de Niebla y luego, con la varita, hizo un conjuro, el cual hizo aparecer un símbolo temporal en el brazo de Niebla. El símbolo desapareció enseguida sin dejar rastro de lo que acababa de pasar.

—¿Cómo sabrás si funcionó? —le preguntó Diego al extraño.

—Sí funcionó. Bloqueé a la loba en su interior y en unos años ella será quien devuelva la magia a cada rincón de este bosque. Si no lo hace, jamás podrá ser una loba por completo. Necesita liberar el poder que le acabo de dar para poder transformarse —respondió el desconocido.

—No sé para qué quieres devolver la magia a este bosque, pero no me interesa. Yo vine por otra cosa —Diego se acercó a Rayo.

—Tu destino quedó escrito, pequeña Niebla. No recordarás nada y no verás la magia que hay en ti hasta que llegue el momento adecuado. Tú serás una leyenda y nos volveremos a ver tarde o temprano —El desconocido hizo un último símbolo en la cabeza de Niebla, el cual también desapareció y luego se marchó.

Cuando el desconocido se fue, Niebla reaccionó y vio a Diego atacando a su hermano. Es ahí donde se levantó y corrió a buscar a sus padres, ignorando lo que le acababa de pasar.

Todos pensaron que hasta ahí llegaban los recuerdos de Niebla sobre el poder en su interior, pero no fue así.

Niebla tenía alrededor de doce años y se cayó jugando en su casa. Su rodilla sangró mucho, llenando el césped de sangre. Ella en ese momento no le dio importancia, pero en cuanto ella no observaba, la sangre se convirtió en una hermosa flor que creció de la nada en el jardín.

Luego saltó a otro recuerdo donde su mascota murió y ella lloró mucho. Su padre sepultó a su mascota en el jardín y Niebla no dejó de llorar sobre la tumba, y justo ahí creció un hermoso arbusto de rosas que nadie sabía quién había sembrado, pero a todos les pareció un bonito gesto, así que nadie investigó nada.

Niebla reaccionó y salió de la laguna angustiada y temblando de frío. Bastián la abrazó con fuerza para proporcionarle calor.

—Te uniste mejor de lo que creí al espíritu del bosque. Me atrevería a decir que son uno mismo

—El desconocido de los recuerdos de Niebla apareció de la nada con una sonrisa en el rostro y todos se alarmaron.

—¿Tú quién eres y qué le hiciste a mi hija? —dijo Lluvia, lista, al igual que todos los presentes, para transformarse y acabar con esa persona.

—Yo no le hice nada que no debía pasar. Ella debió recibir el espíritu del bosque cuando nació, pero lo robé. La noche que su hija nació, en el momento justo que ella lloró por primera vez, el portador del espíritu del bosque murió. Eso significaba que debía ir con el niño que haya nacido esa misma noche en el mismo momento que él murió, es decir, su hija —confesó el desconocido.

—¿Y por qué no lo hizo? —indagó la mamá de Bastián.

—Yo tuve prisionero al portador por más de cien años. No iba a dejar que un bebé cualquiera obtuviera ese poder y mucho menos que el clan de la Lluvia lo obtuviera sin límite. Así que hice un conjuro y capturé ese espíritu justo antes de que llegara al castillo. Lo atrapé justo afuera de la ventana donde los gemelos nacieron. En ese momento no sabía cuál de los dos iba a recibir ese poder, hasta que indagué la hora de nacimiento de ambos. La diferencia fue tan solo un minuto, pero la herencia era para la pequeña Niebla —siguió contando el hombre.

—Si ya me lo habías quitado, ¿para qué devolvérmelo? —preguntó Niebla, débil, siendo sostenida por Bastián.

—Intenté manejar yo mismo el poder o ponerlo en otro cuerpo. Todos murieron en el intento. Entendí que ese espíritu es muy especial y solamente se queda con la persona a la que escoge. Por eso lo devolví a tu cuerpo, a donde debió ir la noche que naciste. Pero agregué algunos conjuros más para poder extraerlo de ti cuando llegue el momento adecuado y poder usarlo en mis propósitos. Por eso vendrás conmigo, ya le diste suficiente poder a este bosque, no dejaré que le des más —El desconocido sacó una especie de varita y todos se alistaron para luchar.

La lucha con ese extraño hombre comenzó y, aunque Bastián quería ayudar, él sostenía a Niebla y Cielo no podía transformarse, así que ella no podría protegerla si la dejaba con ella.

—Bastián, en tu clan, si me marcas ahora, ¿qué pasa? —Bastián volteó a ver a Niebla y respondió.

—Compartiría mi fuerza contigo —respondió Bastián.

—¡Hazlo! No lo dudes, no me iré a ninguna parte —Bastián lo dudó, pero observó a su madre y a la familia de Niebla tratando de detener a ese hombre sin tener éxito y no tuvo otra opción más que compartir su fuerza con Niebla.

Bastián descubrió el cuello de Niebla, sus ojos se volvieron rojos y se transformó levemente, lo suficiente como para dejar la marca de sus colmillos en el cuello de Niebla. La marca brilló por unos segundos al igual que los ojos de Niebla.