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Lo Que Debía Permanecer Oculto

Lo Que Debía Permanecer Oculto

Status: Terminada
Genre:Romance / Época / Fantasía épica / Edad media / Completas
Popularitas:541
Nilai: 5
nombre de autor: MIS HISTORIAS

Kaela Norwyn nunca buscó la verdad. Pero la verdad la encontró a ella.
Tras la muerte de su madre, Kaela inicia un viaje hacia lo desconocido, acompañada por un joven soldado llamado Lioran, comprometido a protegerla… y a proteger lo poco que queda de un apellido que muchos creían extinto. Lo que comienza como un viaje de descubrimiento personal, pronto se transforma en una carrera por la supervivencia: antiguos enemigos han regresado, y no todos respiran.
Perseguidos por seres que alguna vez estuvieron muertos —y no por decisión propia—, Kaela y Lioran desentrañan un legado marcado por pactos silenciosos, invocaciones prohibidas y una familia que hizo lo impensable para mantener a salvo aquello que debía permanecer oculto.
Entre la lealtad feroz de un abuelo que nunca se rindió, el instinto protector de un perro que gruñe antes de que el peligro se acerque, y el amor contenido de un joven

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Capitulo 6

La tarde caía lentamente sobre el Vado Gris, pintando la ciudad con tonos dorados y cobre. Desde la gran casa de los cipreses, podían verse las columnas de humo blanco elevarse sobre las fábricas y los telares. El ritmo de la ciudad no se detenía, ni siquiera al anochecer.

Kaela caminaba por el corredor interior, aún pensativa por la conversación que había tenido con Lioran. Había muchas preguntas en su cabeza, muchas emociones, pero una certeza comenzaba a germinar con claridad: su vida no podía quedar suspendida en la herencia de los recuerdos. Debía hacer algo con lo que ahora sabía.

Encontró a su abuelo en el salón de lectura, revisando documentos con lentes delgados sobre el rostro. A su lado, varias carpetas con sellos de comercio y propuestas extranjeras.

—¿Puedo hablar contigo? —preguntó desde la puerta.

Eldran levantó la vista. Había en sus ojos un cansancio distinto: el de quien ha empezado a ver el pasado reflejado en otro rostro.

—Por supuesto —dijo, dejando los papeles a un lado—. Pasa.

Kaela cruzó la sala y se sentó frente a él.

—He estado pensando… ahora que sé quién soy, no quiero quedarme solo con el nombre. Quiero hacer algo con él. Quiero entender lo que haces, cómo lo haces. Aprender. Desde abajo si es necesario.

Eldran la miró fijamente durante un largo segundo. Luego se quitó los lentes y los dejó sobre la mesa.

—¿Quieres heredar una fortuna?

—No —respondió ella, firme—. Quiero saber por qué la gente aquí te respeta. Por qué te siguen. Quiero saber lo que significan esos números, esas decisiones. Si algún día voy a llevar el apellido Norwyn con el mismo peso que tú… debo empezar por entenderlo.

El silencio que siguió no fue tenso, sino solemne. Eldran se recostó ligeramente en su silla, cruzando las manos.

—Entonces comenzaremos mañana, al amanecer. Serás mi aprendiz. Pero esto no será simbólico, Kaela. Te haré trabajar. Te haré cometer errores. Y no te daré trato especial por ser mi sangre.

—Eso es exactamente lo que quiero —dijo ella.

Eldran asintió. Luego, sin volverse, alzó la voz:

—Y tú —dijo, sabiendo que Lioran estaba de pie junto al marco de la puerta, como si hubiese esperado ese momento para entrar—. ¿Te quedarás aquí sin más? ¿O también deseas un lugar en algo más estable?

Lioran dio un paso al frente, tranquilo.

—No la dejaré sola, si eso es lo que pregunta.

—Eso ya lo sé —respondió Eldran con seriedad—. Lo que te pregunto es si quieres trabajar para mí. Formalmente. Usar tu tiempo y tu mente en algo más que vigilar espaldas.

Lioran no dudó.

—Sí. Lo acepto.

Eldran alzó una ceja.

—¿Qué sabes hacer además de pelear?

Lioran dio un breve suspiro, como si no disfrutara hablar de sí mismo.

—Sé contaduría. Aprendí de joven, cuando mi familia aún mantenía sus libros en regla. También hablo tres idiomas: común, alto élfico y lengua de los clanes del este.

—¿Tres? —Eldran frunció el ceño, visiblemente sorprendido.

—En mi familia —dijo Lioran— todos deben aprender al menos dos. Como parte de la disciplina. No basta con blandir una espada si no sabes leer un contrato.

Eldran lo observó largo rato. Luego asintió lentamente, como aceptando algo que ya intuía.

—Entonces tú también comienzas mañana. A las primeras luces. En mi oficina.

—Allí estaré —respondió Lioran, con calma.

Kaela los miraba a ambos, casi sin creerlo.

Una parte de ella temía que Eldran nunca confiara en Lioran. Otra, que Lioran se sintiera forastero en ese mundo de sellos y cifras. Pero verlos allí, dos hombres de generaciones distintas —el uno afilado por el deber, el otro por el amor callado— la hizo respirar con algo más parecido a esperanza.

Esa noche, cuando el sol se ocultó detrás de las montañas nevadas, Kaela escribió en su diario por primera vez en mucho tiempo. No sobre miedo. No sobre huida.

Sino sobre posibilidades.

Y abajo, en el patio de los cipreses, Niebla se acostó frente a la puerta del estudio, vigilando como siempre, aunque ya no solo custodiaba a una niña huérfana.

Sino a una mujer que estaba comenzando a escribir su propia historia.

**

El salón principal de la Oficina Central de Comercio Norwyn se encontraba colmado aquella mañana. Comerciantes, asistentes, trabajadores de las fábricas, contadores y socios menores ocupaban filas de sillas bien alineadas frente al estrado, donde flameaba la bandera del Vado Gris junto al estandarte de la casa Norwyn.

La noticia había corrido rápido: el señor Eldran haría un anuncio importante.

Kaela ajustó los pliegues de su abrigo y respiró profundo mientras aguardaba tras las cortinas del escenario, al costado del abuelo. Lioran estaba a su lado, serio, con la postura firme y los ojos recorriendo el lugar con instinto protector.

Eldran, impecable como siempre con su chaleco gris oscuro y la insignia de la empresa en el broche, se volvió hacia ambos.

—¿Están listos?

Kaela asintió con decisión.

Lioran apenas inclinó la cabeza.

—Muy bien. —Eldran caminó hacia el centro de la plataforma—. Pongámosle rostro al futuro.

La sala se silenció de inmediato cuando Eldran alzó una mano.

—Ciudadanos del Vado Gris. Aliados, socios y trabajadores. Hace décadas creí que el linaje de mi casa terminaría conmigo. Que la guerra había arrancado nuestras raíces. Pero hoy… el destino me devuelve algo que ni el tiempo ni el silencio pudieron borrar.

Extendió un brazo hacia Kaela, que salió lentamente al centro del escenario.

—Les presento a mi nieta. Kaela de Norwyn.

Los murmullos fueron inmediatos: sorpresa, admiración, emoción. Algunos aplaudieron tímidamente; otros se pusieron de pie con respeto.

Kaela inclinó la cabeza con dignidad, aunque su corazón latía con fuerza.

Eldran sonrió con orgullo.

—Y a su lado, su prometido —continuó, girando hacia Lioran—. Lioran… de familia respetable, viajero, escolta y ahora parte de nuestra historia.

Lioran alzó la cabeza con serenidad, aunque por dentro una ceja se le arqueó con fuerza. ¿Prometido?

Kaela también parpadeó. Giró lentamente hacia el abuelo, que ya estaba de vuelta al centro del estrado, como si no hubiera dicho nada fuera de lo común.

Los aplausos aumentaron. Las cabezas asentían. La noticia causaba revuelo inmediato entre las asistentes más jóvenes, que habían comenzado a susurrar en cuanto Lioran había subido al estrado. Algunas claramente decepcionadas.

Más tarde, en la oficina privada de Eldran, con la puerta cerrada y Niebla tumbado frente a la ventana vigilando como siempre, Kaela alzó las cejas mientras se cruzaba de brazos.

—¿Prometido?

Lioran, de pie a su lado, mantenía una expresión neutral, aunque sus ojos no ocultaban del todo el desconcierto.

Eldran se sentó tras su escritorio y sirvió una taza de té como si la escena no fuera para nada incómoda.

—Fue necesario —dijo con tono seco.

—¿Necesario? —repitió Kaela.

—Mira, niña. El Vado Gris está lleno de muchachos sin propósito que no dudarían en acercarse a ti apenas vean una oportunidad. Algunos por interés, otros por deseo, y ninguno por algo que me convenza. Ya tengo suficiente con este —dijo, señalando con la cabeza a Lioran sin mirarlo directamente— rondando cerca todo el tiempo.

Kaela abrió los labios, sorprendida.

—¿"Este"? ¿Ese fue todo tu criterio?

—No me mires así. Era eso o tener que alejar a cinco pretendientes por semana de mi oficina. Y francamente, ya tengo bastante con las auditorías.

Lioran se aclaró la garganta.

—Señor Norwyn… si mi presencia le incomoda, puedo—

—No dije que me incomodes —interrumpió Eldran—. Dije que ya eres suficiente distracción. Al menos tú sabes hablar más de un idioma y sumar sin usar los dedos. Eso ya te pone muy por encima de los tontos que vienen a entregarle flores.

Kaela no pudo evitar reírse. Se tapó la boca, pero la carcajada escapó.

—¿Eso fue un cumplido, abuelo?

Eldran gruñó.

—No te acostumbres. Y tú —señaló a Lioran— no te creas nada todavía. Que haya dicho "prometido" no significa que tengan que actuar como tal. Fue una estrategia.

Lioran inclinó la cabeza con respeto.

—Lo entiendo. Pero si algún día lo fuera… será porque Kaela lo decide. No por conveniencia ni presión.

El silencio se volvió denso por un instante.

Eldran lo sostuvo con la mirada.

—Buen punto —admitió por fin—. Pero recuerda que soy viejo… no ciego. Y si llegas a romperle el corazón, te romperé la pierna con este bastón.

Niebla gruñó suavemente desde la ventana, como si aprobara el mensaje.

Kaela sacudió la cabeza con una sonrisa resignada.

—Entre ustedes dos, no sé si tengo un guardián o una muralla.

—Ambos —respondieron, casi al mismo tiempo.

Así, en una tarde marcada por revelaciones públicas y confesiones privadas, los vínculos entre ellos se tensaron y solidificaron a la vez.

Y mientras el Vado Gris hablaba del anuncio, la prensa escribía titulares sobre la nieta perdida de Eldran y su misterioso prometido.

Pero dentro de la casa de los cipreses, las verdaderas decisiones aún estaban por tomarse.

Porque los lazos pueden ser falsos en público… pero si no se cuidan en privado, se deshacen.

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