Ivette Mora es una madre de dos hijos que prefiere pasar su vida sola, el maltrato y desamor que sufrió con el padre de sus hijos dejó huellas en lo más profundo de su ser, en una jugada del destino se cruza con Gustavo Martínez y viven una historia de amor plena. Pero un error hará perder la confianza, allí empezará la difícil tarea de reconquistar a su amor o dejar que todo se pierda.
Una historia de amores y desencuentros.
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Atando cabos
Pasaron los días, Gustavo no tenía ninguna noticia de Ivette, él no quería ir hasta el domicilio donde la llevó para no invadir su espacio, a veces quería ir, pero no sabía que excusa poner, finalmente se animó a ir compró una caja de chocolates y pensó... Si sale un hombre le diré que me confundí de dirección o preguntaré por un nombre distinto y no por Ivette.
Llegó afuera de la casa pensó mucho si bajar o no, por una parte tenía el temor de que ella tomara mal su visita inesperada, por otra parte estaba empezando a surgir una necesidad de verla, su lucha interna era fuerte, finalmente se armó de valor y bajó del auto, tocó timbre, empezó a dudar si esperaba que lo atendiera o se marchaba, empezó a caminar hacia el auto escuchó la puerta abrirse. Se volvió a mirar, la persona no era Ivette, era una señora con una pequeñita en sus brazos.
—Hola! Dígame que necesita.
—Hola, quería saber si está Ivette. El tenía la caja de chocolates en sus manos. Casi avergonzado.
— ¿Ivette? No conozco a nadie con ese nombre.
— ¿No?— Dijo incrédulo mirando la casa nuevamente y efectivamente estaba en el domicilio donde ella se había bajado.
—No señor, yo vivo aquí hace muchos años y no conozco a Ivette.
—Gracias — respondió
Gustavo titubeó, se sintió frustrado, se retiró, fue hasta la puerta del copiloto para guardar los chocolates en la guantera al inclinarse, vio una medicación en el piso del auto, tomó la medicación, leyó que era. "TAMOXIFENO 10 MM" y no sabía que era ni para qué, pensó que podía ser su hija o de su colega que en ocasiones suele llevarlo a trabajar.
Subió al auto, se fue a su casa, pensó... ¿Por qué me mintió? Pensaba muchas cosas, lo que más le molestaba era que no pudo verla.
Pasaron días, seguía pensando y ella no le había escrito, ni llamado, empezaba a perder las esperanzas.
—Papá ¿me llevas al supermercado?
—por supuesto —Respondió Gustavo.
Subió al auto, su hija de copiloto, fue a poner música y vio la medicación, la tomó en sus manos y le dijo
—Hija ¿esto es tuyo? Entregando las pildoras en mano de su hija, ella las agarró y leyó.
—No papá, no es mío.
—Deben ser de mi compañero de trabajo que llevé el otro día.
—Tamoxifeno ¿Para qué es esto?
—No sé, no tengo idea.
—voy a ver en Google, a ver que es— respondió ella y sacó su teléfono y empezó a buscar.
—Debe ser para no quedarse embarazado.— dijo Gustavo seguido de una carcajada de risa entre los dos.
—Esto es una medicación para cáncer.
—No me digas que el flaco tiene cáncer. Sus risas pararon.
—Es para cáncer de mama.
Gustavo pensó por un momento ¿de dónde salió esto? ¿Cómo llegó aquí? Y se le vino a la memoria —Ivette— murmuró su nombre.
—¿Qué dijiste papá?
—Nada hija.
Llegaron al supermercado, Gustavo se quedó en el auto y pensaba más que nunca en Ivette, empezó a recordar la primera vez que la vio, la rescató del aquel auto que casi la atropella, luego el día en que estaba en el centro comercial, ella estaba pálida y le dijo que tenía dolor de estómago ¿Será que tiene cáncer? Empezó a atar cabos sobre ella, la medicación y el estado en que la vio.
Suspiró una vez más susurrando su nombre —Ivette...