La Profecía Escarlata: El Despertar De La Magia

Sirsir ma au inang — (ya estoy lista, madre)

Misir ma hita—(partamos).

Laho ma ahu marhuda, lang ra ahu manadingkon Mamba ijon —(Iré en mi caballo, no me gustaría dejar a Mamba aquí)

Mi madre solo asintió antes de subir a su carruaje y comenzar el viaje caminé hasta mi caballo que Fergus ya había preparado y ayudó a que me subiera en el ese caballo media por lo menos dos personas de altura era una bestia sus grandes patas golpeaban el suelo con fuerza y su pelaje negro azabache brillaba con la luz del sol, pero no permitía que nadie lo montará excepto yo, era mío y de nadie. Hice un chasquido con mi lengua antes de darle la orden de avanzar en Calimera.

torushon horja na madear — (Vamos avanza)

El Calimera era el idioma que nuestros antepasados hablaban era una lengua muerta que pocos conocían los descendientes del dragón dorado aún lo seguían hablando mi padre es uno de ellos y nos enseñó solo a los primogénitos cada uno debería tomarse la tarea de enseñarle a sus hijos el santo idioma y estaba en nosotros decidir si enseñárselo a nuestros hermanos 

Coloqué mi capa negra sobre mi cabeza. Mi cabello llamaba mucho la atención al cruzar las grandes paredes que rodeaban a la ciudad de oro. Se encontraban lanzas con las cabezas de algunos ladrones, asesinos y violadores que habían atacado.

 Mi hermano Tirón era el encargado de la guardia del rey, por lo tanto, sus métodos para que el pueblo sepa que esas cosas no se permitían eran algo severas entre ellas vi la cabeza de Sir Duno era una de las primeras en ser vistas dejando en claro que ni siquiera se permitía que la realeza cometiera errores continuando con nuestro viaje

 Fergus y yo íbamos algo alejados del carruaje dorado. Al llegar la noche, acampamos a un lado del camino. Varios caballeros cuidaban de mi madre y hermanos, pero Fergus él solo me cuidaba a mí. Ambos estábamos tirados en un colchón de pasto admirando las estrellas. 

—Duerma, princesa, la despertaré para seguir el viaje — cerré mis ojos por unos momentos mientras oscurecía más y más.

Cuando el sol salía por el este, dejaba ver la gruesa escarcha que había caído por la noche. Eso solo me dejaba en claro que, poco a poco, nos estábamos alejando de casa, donde las noches son cálidas; en cambio, esta fue fría tanto que terminó pegada a Fergus para que él no muriera congelado.

Nos levantamos con los primeros rayos del sol tocando nuestras frías pieles. Fergus silbó, haciendo que los guerreros se pusieran de pie y volvieran a sus caballos para continuar con el viaje. Aún nos quedaban dos días más hasta llegar al castillo del Lord. Todos levantaron el campamento y listos para partir, Fergus y yo nos acercábamos a los caballos.

—Deberías descansar, te ves horrible— provoqué una pequeña carcajada de Fergus

—Solo lo haré si su majestad sube al carruaje—, nuestras miradas lucharon entre

—Bien, solo si prometes descansar — Fergus revolvió mi cabeza con su enorme mano antes de reírse por mi enojo, odiaba que hiciera eso

—Sí, lo haré me acostaré en la carreta y hasta llegar al otro punto de descanso no me levantaré—Dijo inclinándose para estar a mi altura asentí con una enorme sonrisa y subí al carruaje lo vi atar nuestros caballos a la correa de otro jinete y vi por las rendijas subirse a la carreta con las piernas cruzadas unos sobre la otra y sus manos debajo de su cabeza 

—¿De qué te ríes, hermana?— Salas se acercó a mí y miró por las rendijas conmigo

—Vigilo que Fergus cumplas su palabra— dije volviendo a sentarme derecha en el asiento, haciendo que Salas hiciera lo mismo. 

—Fergus sería incapaz de faltarle a su palabra, él es obediente a usted, sus palabras son ley— dijo Sara a mi lado. 

—Eso es cierto, Fergus jamás te fallaría y más si tú lo ordenas, él siempre te obedecerá — mi madre se reía por nuestra charla mientras le daba la razón a Sara. Cuando terminó de hablar, dimos un pequeño salto en el carruaje, haciendo que a mi madre se tomara el vientre adolorida. 

La sonrisa que estaba dibujada en mi rostro hace unos momentos se disipó de inmediato ver a mi madre hacer muecas mínimas de dolor me ponían en alerta he estado en los partos de mis dos hermanos pequeños sé lo doloroso que eso es para mí, madre el simple hecho de pensar que pronto podría nacer el bebé hacía que mi piel se erizara

Sus gritos de agonía durante el parto eran verdaderamente horribles, no entiendo por qué luego de tal sufrimiento volvería a intentarlo, todo para que, para tener otra niña, es una estupidez.

Mi madre, de todos modos, se veía verdaderamente feliz al creer que vendría otra niña; ella dice que la solo así como había soñado con todos nosotros.

El viaje parecía cada vez más largo e interminable mi espalda dolía el corset me cortaba la respiración y mis caderas dolían por la mala postura de mi cuerpo habíamos parado Cerca de un río a lo que todos pudimos refrescarnos un poco antes de continuar con esta inútil y absurda travesía hacia ese estúpido y tonto bosque helado 

Nunca podré entender a los hombres y su deleite al casar por días animales el doble de su tamaño destripar los y colgar sus pieles en paredes me parece un acto salvaje aunque no discuto que el caldo de pato es uno de mis platillos favoritos aun así sus estúpidos juegos de machos solo hace que sus vidas corran riesgo para ver quién trae el animal más grande y feroz, el último fue cazado por mi padre.

Una gran bestia llamada turca, con grandes colmillos, parecida a un jabalí, no en altura si no pesado, pero su pelaje es largo y enmarañado, su olor es nauseabundo, tanto que mi padre apesto por días luego de cazarlo.