Diana Johnson, una mujer exitosa pero marcada por la traición, muere a los 36 años tras ser envenenada lentamente por su esposo, Rogelio Smith, un hombre frío y calculador que solo la utilizó para traer de vuelta a su verdadero amor, Maribel Miller. Sin embargo, el destino le da una segunda oportunidad: reencarna en el cuerpo de Mara Brown, una joven de 20 años sin hogar, desamparada pero con una belleza natural escondida tras la suciedad y la miseria. Con todos los recuerdos, habilidades y contactos de su vida pasada, Diana (ahora Mara) planea retomar lo que le arrebataron y vengarse de quienes la traicionaron.
Pero en su camino de venganza, conoce a Andrés García, un seductor mujeriego que parece tener más capas de las que muestra. ¿Será Mara capaz de abrir su corazón al amor otra vez, o la herida de su traición pasada será demasiado profunda?
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El regreso a Vitalia Foods S.A.
Mara Brown ajustó su blusa sencilla y tomó un respiro antes de cruzar las puertas giratorias de Vitalia Foods S.A., la empresa que alguna vez había sido suya, la misma en la que había vertido su alma como Diana Johnson. Sus manos temblaban ligeramente, pero su mirada era decidida. Este era el primer paso para acercarse a Rogelio Smith, el hombre que había destruido su vida.
"Todo esto es mío", pensó mientras observaba el vestíbulo reluciente con suelos de mármol, el logo de la empresa grabado en letras doradas y los empleados apresurándose con carpetas y teléfonos. Pero ahora, como Mara Brown, no era más que una asistente administrativa recién contratada. Nadie sospechaba que detrás de esa figura aparentemente inocente y sin pretensiones estaba la reencarnación de la mujer que había sido asesinada.
Había planeado todo cuidadosamente. La oficina de recursos humanos de Vitalia Foods ofrecía programas de empleo para jóvenes recién graduados y sin experiencia. Eso le permitió ingresar fácilmente como una candidata "prometedora". Durante las entrevistas, se presentó como una joven humilde y trabajadora, dispuesta a aprender. Había perfeccionado cada palabra, cada gesto. La inocencia era su mejor disfraz.
"Primero, me haré visible para él", se dijo a sí misma mientras caminaba por los pasillos con una carpeta en la mano. "No tardará en notarme. Siempre fue débil ante una cara bonita."
Mara sabía que Rogelio era un hombre calculador, pero también conocía sus puntos débiles. Sabía cómo atraerlo, cómo despertar su interés, y cómo ganarse su confianza.
La asignaron al departamento administrativo, donde trabajaría bajo la supervisión directa de Karla Méndez, una mujer estricta y meticulosa que no perdonaba errores. Mara no se inmutó. Sabía que, para llegar a Rogelio, primero debía ganarse la confianza de su entorno.
—Buenos días, señorita Brown dijo Karla, ajustándose las gafas mientras revisaba un montón de documentos en su escritorio. Espero que esté lista para trabajar duro. Aquí no toleramos la mediocridad.
—Por supuesto, señora Méndez. Estoy aquí para aprender y dar lo mejor de mí respondió Mara con una sonrisa tímida que desarmó un poco la dureza de Karla.
El día transcurrió entre papeles, correos y tareas simples. Mara era rápida, eficiente y, sobre todo, invisible. Sabía que, para ejecutar su plan, primero debía ganarse la confianza de todos en la oficina. No podía permitirse levantar sospechas.
A media tarde, mientras Mara archivaba unos documentos, escuchó pasos firmes acercándose al área administrativa. Reconoció de inmediato esa presencia. Rogelio Smith. Su corazón se aceleró, pero mantuvo la compostura.
—Señora Méndez, necesito los reportes del último trimestre en mi oficina antes del final del día dijo Rogelio con su tono autoritario habitual.
—Por supuesto, señor Smith. Estarán listos en una hora respondió Karla con eficiencia.
Rogelio dirigió una breve mirada al resto del equipo antes de girarse para irse, pero entonces sus ojos se detuvieron en Mara. Por un segundo, sus miradas se cruzaron. Ella bajó rápidamente la vista, fingiendo timidez.
"Te tengo", pensó Mara, sintiendo cómo el primer paso de su plan había comenzado a funcionar.
Durante las siguientes semanas, Mara se dedicó a perfeccionar su papel. Trabajaba con dedicación, siempre con una sonrisa humilde y una actitud respetuosa. Pronto, Karla comenzó a confiar en ella, asignándole tareas más importantes, lo que la llevó a interactuar ocasionalmente con Rogelio.
Cada vez que estaban en la misma habitación, Mara jugaba el papel de la joven insegura. Sabía que Rogelio se sentía atraído por las mujeres que podía dominar fácilmente, aquellas que parecían vulnerables.
—Señor Smith, aquí están los reportes que solicitó dijo un día, dejando un documento en su escritorio.
Rogelio levantó la vista, observándola detenidamente.
—Gracias, señorita Brown... ¿Es nueva aquí, verdad?
—Sí, señor. Llevo un par de semanas respondió ella, nerviosa, jugando con un mechón de su cabello.
—Haces un buen trabajo. Sigue así.
Mara sonrió tímidamente y salió de la oficina, pero por dentro, una sensación de victoria la invadió. Estaba logrando exactamente lo que quería: ser visible para él, despertar su interés.
Por las noches, Mara repasaba su plan. Sabía que la venganza era un juego de paciencia. No podía precipitarse ni permitir que sus emociones interfirieran.
"Todo a su tiempo", se repetía. "Rogelio no sospecha quién soy. Lo haré caer poco a poco, como él me hizo caer a mí."
Además, estaba utilizando su tiempo libre para seguir estudiando y preparándose en línea. Cada diploma que obtenía era un paso más hacia su independencia y hacia la construcción de una nueva vida. Mara no solo buscaba venganza; también quería redimirse a sí misma, demostrar que podía renacer de las cenizas de su antigua vida.
Una tarde, mientras Mara organizaba unos papeles en su escritorio, Rogelio se acercó inesperadamente.
—Señorita Brown, he notado su dedicación en estas últimas semanas. Estoy organizando una pequeña reunión con el equipo administrativo este viernes. Sería bueno que asistiera.
Mara sintió un escalofrío recorrer su espalda. Esta era la oportunidad que había estado esperando: acercarse más a él, entrar en su círculo de confianza.
—Gracias, señor Smith. Será un honor asistir —respondió con una sonrisa contenida.
Rogelio asintió y se alejó, pero Mara no pudo evitar notar la forma en que sus ojos la estudiaban. Estaba claro que comenzaba a interesarse en ella.
Mientras lo observaba alejarse, una frase se repetía en su mente: "La venganza se sirve fría". Y Mara estaba más que dispuesta a esperar el momento perfecto para ejecutarla.