LA VETERANA: ¡NO ERES MI TIPO! ALÉJATE
María Teresa Andrade, dueña de una pequeña tienda de esencias naturales y exóticas para postres, lleva una vida tranquila tras diez años de viudez. A sus 45 años, parece que el amor es un capítulo cerrado...
Hasta que Marcello Dosantos, un carismático repostero diez años menor, entra en su vida. Él es todo lo que ella intenta evitar: extrovertido, apasionado, arrogante y obstinado. Lo opuesto a lo que considera "su tipo".
Es un juego de gato y ratón.
¿Logrará Marcello abrirse paso hasta su corazón?
María Teresa deberá enfrentar sus propios miedos y prejuicios. ¿Será capaz de rendirse a la tentación de unos labios más jóvenes?
¿Dejará de ser "LA VETERANA" para entregarse al amor sin reservas? O, como insiste en repetir: “¡No eres mi tipo! ALÉJATE”
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La ventaja de una mujer mayor.
—Señora, ¿le puedo invitar una copa? —dice un hombre alto, guapo y de no más de treinta años. Su tono seductor se filtra entre la música vibrante de la discoteca.
Marla arquea una ceja y rueda los ojos con exageración. Antes de responder, mira a Roqui y le guiña un ojo, con una chispa traviesa en la mirada.
—Amigo, creo que te hablan —responde, dejando caer las palabras con un tono burlesco.
El hombre parpadea, desconcertado, y clava su mirada en Marla como si no entendiera la ironía.
—Creo que te confundiste, camarada. Aquí todas somos señoritas —dice Roqui dibujando un círculo con su dedo—. La señora era mi mamá, que Dios la tenga en su santa gloria —añade, santiguándose para luego alzar su copa con una sonrisa sarcástica. Mientras las damas no pueden contener la risa.
El hombre abre los ojos como si le hubieran lanzado un balde de agua fría. Sin decir nada, da media vuelta y se pierde entre la multitud, huyendo despavorido.
—¡Qué malos son! Pobre muchacho —dice María Teresa, haciendo un puchero mientras sigue con la mirada al hombre, que desaparece entre las luces y el humo artificial.
—¿Pobre? Ese quería una follada rápida y pensó: "Aquellas están en verano, seguro caen facilito" —responde Marla, levantando las manos y simulando algo cayendo en picada.
Roqui escanea descaradamente el lugar, con las luces estroboscópicas, ha encontrado a su presa. Ahora solo debe preparar la jaula.
—Bueno, niñas, ¿qué van a pedir? —pregunta con una sonrisa traviesa—. Creo que hoy tenemos buenos ejemplares. Los de la mesa de enfrente no han quitado la mirada desde que entramos. ¡Están divinos! Lástima que sean macho pechopeludo y no un macho femenino como yo. Aunque ya vi a mi objetivo.
Marla suelta una carcajada mientras María Teresa niega con la cabeza, ligeramente sonrojada.
—La noche apenas comienza, y el lugar promete —dice Marla, girando su cabeza mientras recorre la discoteca con la mirada.
El mozo llega y toma el pedido. El cruce de miradas entre él y Roqui es fugaz, pero no pasa desapercibido.
Minutos después, el mesero regresa con las bebidas. Al dejar las copas sobre la mesa, las miradas entre él y Roqui se vuelven a cruzar. Esta vez avanzan en un ligero coqueteo
Roqui, sin disimular, le dedica una sonrisa maliciosa mientras toma su copa. El mesero, atrapado en el encanto de esos bellos ojos, responde con un guiño discreto antes de retirarse.
—¡Ay, Roqui! Te están coqueteando descaradamente —dice Marla, alzando una ceja y apretando los labios para contener la risa.
—¿Coqueteando? No sé de qué me hablas. Uno no puede evitar ser irresistible, guapo y provocativo —responde, mientras lanza un último vistazo hacia la barra. El mesero, como si sintiera la mirada, voltea de reojo y le regala una sonrisa cómplice que lo hace alzar una ceja con satisfacción.
María Teresa sacude la cabeza, divertida pero también intrigada. Decide preguntar, recordando la última vez que escuchó lo feliz que era su amigo con su pareja oficial.
—¿Qué pasó con tu esposo, Roqui? Hasta donde recuerdo, estaban muy enamorados.
Roqui suelta una risa amarga. Su expresión se endurece mientras revuelve el hielo en su copa. Sin mirarla directamente, responde con un tono cargado de rencor:
—No me hables del prostituto infiel ese. Creo que ve una luciérnaga y ya quiere follársela.
Mientras habla, desvía la mirada hacia el trasero del mesero que acaba de atenderlas, con mirada de deseo. María Teresa sonríe, negando con la cabeza, pero no insiste. La conversación deriva hacia risas, copas y chismes que suenan más livianos con el avance de la noche.
Finalmente, María Teresa, animada por la música y el calor del ambiente, se atreve a bajar a la pista de baile. Marla y Roqui la siguen, riendo y moviendo sus caderas mientras se abren paso entre la multitud.
Su figura, elegante y aunque un poco temerosa atrae más de una mirada lujuriosa. Sin embargo, hay una en particular que no se aparta de ella desde el momento en que entró al lugar.
—¿Te vas a animar a hablar con la veterana, o solo vas a seguir mirándola el resto de la noche? —pregunta Cristóbal con un tono irónico, mientras bebe de su copa.
Marcello no responde de inmediato. Su mirada está fija en ella, siguiendo cada movimiento de sus caderas, cada giro suave que hace al compás de la música. Es como si el resto del lugar se desvaneciera, dejando solo a esa mujer que lo ha deslumbrado.
—Es una mujer muy hermosa y seductora —dice finalmente, con un tono que combina el deseo y una ligera duda—. No creo que sea del tipo que solo busca una aventura fugaz.
Cristóbal suelta una carcajada, divertido por la seriedad en el rostro de su amigo.
—Sí está en este lugar, te aseguro que busca exactamente eso: una noche. Al igual que tú —insiste, lanzándole un codazo cómplice.
Marcello toma un trago de su copa, sin apartar la mirada de María Teresa, quien ahora sonríe despreocupada, disfrutando la música y la compañía de sus amigos.
—¿Y si no es así? —responde, con un tono grave y sincero—. Sabes que no quiero nada serio. Ya me curé de esa locura con mi exesposa.
Cristóbal se encoge de hombros, pero su sonrisa se torna más socarrona mientras da el empujón final:
—Anímate. La ventaja de una mujer mayor es que jamás te hará un escándalo ni te perseguirá como una niña caprichosa para que le des explicaciones o le compres un regalito. Ellas tienen los pies en la tierra, manejan su vida, su dinero... y, si tienes suerte, hasta te consienten… tanto en la cama, con su destreza, o con algún detallito especial.
Marcello frota sus manos, buscando el valor para tomar una decisión. Se debate por un momento, pero la tentación es más fuerte. Finalmente, se levanta, cruza la pista de baile y se acerca a María Teresa, decidido a descubrir si esta noche puede convertirse en algo inolvidable…