Un Nuevo Amor

Media hora después, Ángela y su familia llegaron al lugar donde Maty jugaría. Dejaron el carro en el parqueadero y bajaron entre risas, ayudando al pequeño con su maleta y su balón. El ambiente olía a pasto recién cortado y emoción deportiva. Maty, con su uniforme impecable, corrió a unirse a su equipo para calentar, mientras Ángela y los demás se acomodaban en la gradería.

—“A ver, hermana, ¿cuándo llega tu famoso ‘amigo’?” —preguntó Claudia con tono burlón.

—“Ay, ya van a empezar…” —respondió Ángela riendo, intentando disimular los nervios que la traicionaban.

Compró refrescos para Dana y Joshua, buscando distraerse, pero su mente estaba en otro lado. Cada minuto que pasaba la acercaba a un momento que le hacía latir el corazón con fuerza.

Al mismo tiempo, David llegaba al sitio guiado por la ubicación que Ángela le había enviado. Estacionó su camioneta en el parqueadero y, antes de bajar, respiró hondo. Quería causar una buena impresión. Marcó su número.

El celular de Ángela sonó. Ella, un poco sobresaltada, contestó:

—“Hola.”

—“Hola, hermosa. Ya llegué. ¿Vienes por mí o me guías hacia dónde ir?” —preguntó él con voz firme y serena.

—“No, espera, ya voy yo.”

—“Como digas, hermosa.”

Colgaron. Ella les avisó a todos que su amigo había llegado y que iría a buscarlo. Los murmullos familiares no se hicieron esperar. Entre risas y susurros, todos comentaban curiosos.

Mientras caminaba hacia el parqueadero, Ángela se repetía mentalmente cómo lo presentaría, qué diría, cómo reaccionaría su familia. Al mismo tiempo, David pensaba lo mismo, intentando mantener la calma para transmitirle seguridad.

Cuando se vieron, Ángela agitó la mano y él bajó de la camioneta.

—“Hola, hermosa,” dijo él con una sonrisa confiada.

—“Hola,” respondió ella entre risas nerviosas.

David se acercó y la abrazó brevemente.

—“Tranquila, todo va a salir bien, te lo prometo.”

—“Lo sé, es solo que me dan nervios,” respondió ella.

—“En algún momento debía pasar… y qué mejor que un partido,” añadió él, divertido.

Minutos después, caminaban juntos hacia la gradería. Desde lejos, la familia de Ángela los observaba con curiosidad.

—“¿Y ese hombre tan alto quién será?” murmuró su cuñado.

David, con humor, susurró:

—“Ahora sí me dio nervios.”

Ángela sonrió en tono burlón.

Cuando estuvieron frente a la familia, el silencio se hizo palpable.

—“Buenas tardes,” saludó David con respeto y naturalidad.

—“Buenas tardes,” respondieron todos, visiblemente sorprendidos.

—“Familia… les presento a David Silva, mi amigo.”

El impacto fue inmediato.

—“¿David Silva?” —repitió su cuñado incrédulo— “No lo puedo creer, qué honor tenerlo aquí.”

—“Gracias,” respondió él con humildad. “Espero disfrutar con ustedes el partido.”

Ángela llamó a sus hijos.

—“Vengan, no pasa nada.”

David se agachó a su altura y les tendió la mano con ternura.

—“Mucho gusto, pequeños, soy David.”

Los niños sonrieron tímidos y estrecharon su mano. La escena conmovió a todos.

El partido comenzó, y David no tardó en integrarse. Gritaba, animaba, se emocionaba. Cuando Maty marcó su primer gol, David aplaudió entusiasmado:

—“¡Qué golazo! Tiene talento este chico.”

—“Claro, es un gran futbolista,” respondió Ángela, orgullosa.

—“Casi tan bueno como usted,” bromeó Claudia, provocando risas.

Durante el descanso, Ángela le pidió si podía saludar a Maty.

—“Por supuesto,” dijo él, tomándola instintivamente de la mano. Bajaron juntos las gradas, y su familia los observó con complicidad.

David habló con el niño, lo felicitó y le dio palabras de aliento. Maty, emocionado, hasta lloró. Luego pidió permiso al entrenador para saludar a los demás niños y darles una breve charla. Todos estaban fascinados.

Al finalizar el partido, David fue rodeado por padres y niños que pedían fotos y autógrafos. Él accedió con su habitual amabilidad. Los familiares de Ángela lo miraban encantados, y ella, desde un rincón, lo observaba con el corazón lleno.

Cuando Dana pidió algo de comer, David aprovechó:

—“Los invito a almorzar a todos, por favor, acepten.”

Durante el camino, Joshua se durmió en brazos de Ángela.

—“Pásamelo, hermosa, yo lo llevo. Debes estar cansada.”

—“¿Seguro?”

—“Tranquila.”

David cargó al niño con cuidado y lo acomodó en su camioneta. Ángela y Dana subieron, y Juan los siguió en caravana. En el trayecto, las conversaciones fluían con risas y complicidad. David trataba a Dana con dulzura, y Ángela lo miraba conmovida.

En el restaurante campestre, todos disfrutaron un rato alegre, lleno de historias, bromas y cercanía. La familia de Ángela no podía dejar de notar cómo él la miraba, atento, protector.

Al finalizar, David pagó la cuenta y los acompañó hasta el carro.

—“Déjame llevarte a casa, así van más cómodos,” insistió.

Ella dudó, pero él sonrió:

—“Ya te dije, no me des las gracias, me basta verte sonreír.”

En casa, tras dejar a los niños dormidos, Ángela volvió a su camioneta para despedirse.

—“Gracias por todo, David.”

—“No hay nada que agradecer,” dijo acercándose. “Pero voy a hacer lo posible para que esto sea más que una amistad.”

Él rozó su mejilla, la miró intensamente y la besó. Fue un beso profundo, con una pasión contenida. Sus labios se fundieron en un roce lento, caliente, cargado de deseo. Las respiraciones se mezclaron, las manos temblaron. Cuando ella se apartó, jadeante, él sonrió con picardía:

—“Si sigues besándome así, no me hago responsable de mis actos.”

Ángela rió, bajó del carro y lo despidió con un gesto. Esa noche, ambos se durmieron con el corazón acelerado. Él le envió un mensaje:

"Ya llegué. Me encantó el día. Pero si me sigues besando así… no respondo por lo que me inspiras."

Y así terminó ese día que marcó el inicio de algo imposible de detener.