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El Señor Oscuro Y La Gran Bruja De La Calamidad

El Señor Oscuro Y La Gran Bruja De La Calamidad

Status: En proceso
Genre:Romance / Demonios / Brujas / Ángeles / Mujer despreciada / Secretos de la alta sociedad
Popularitas:4.3k
Nilai: 5
nombre de autor: IsaacZero

En una época donde la alta sociedad, la reputación y las apariencias determinan el estatus de las personas, una joven Baronet se inscribe a la escuela más prestigiosa donde la crema y nata de la sociedad se reúnen para forjar a los futuros nobles y gobernantes del reino. Ahí tendrá que sobrevivir a los abusos y humillaciones de sus compañeros para ganarse un lugar dentro de la alta sociedad y recuperar el honor de su familia que ha sido pisoteado desde hace tres generaciones.

Pero sus planes podrían verse afectados con la repentina aparición de fenómenos paranormales y eventos más allá de la comprensión humana, que asolan la institución. Y que aparentemente iniciaron el mismo día que conoció a un conde atractivo, de figura galante y atractivo sobrenatural.

¿Qué misterios ocultan sus ojos carmesíes y su cabello negro como la obsidiana?, ¿será nuestra protagonista capaz de sobrevivir entre las fauces de dos bestias hambrientas?, ¡échale un vistazo a esta historia de romance y terror!

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Capítulo 5.

Por los pasillos de la academia, Lisa Bellstar aún continuaba con la búsqueda del conde Tempest. Ella se dirigía hacía la cafetería en donde seguramente estaría el conde, en compañía de la señorita Lilliette, y de otros compañeros que seguramente la molestarían si intentase acercarse a su excelencia. Por eso había decidido esperar el momento en el que el conde estuviera solo para hablar con él y regresarle la invitación, y agradecerle por el simple hecho de invitarla.

«Aun así no van a dejar solo al conde por mucho tiempo, debo ser rápida y concisa si no quiero que me digan de cosas frente a él, pero tampoco puedo sonar grosera. No me perdonaría nunca si llegase a ofenderlo después del detalle que tuvo conmigo» –era todo en lo que Lisa pensaba en ese momento. Para ella el conde merecía todo el respeto que pudiera darle–: «Debo practicar mi discurso, es un extranjero así que debo cuidar lo que digo si no quiero decir algo impertinente:

– "gracias su excelencia por la invitación, pero desgraciadamente debo declinar... No eso no... Yo agradezco su... ¡Demonios!, esto es más difícil de lo que creía, nunca he rechazado a nadie... Yo Lisa Bellstar, agradezco de todo corazón su gesto tan gentil pero me temo que..."

*Entonces chocó con alguien, justo en la vuelta del pasillo, a causa de su preocupación por lo que estaría a punto de decirle al conde. Al momento de chocar, Lisa soltó la invitación y la otra persona dejó caer varios útiles escolares y otras herramientas que llevaba en sus bolsillos (entre esas cosas había unas tijeras que creyó haber visto antes)*.

– ¡Lo siento mucho! –se apresuró a decir tan pronto como se levantó–. ¡No veía por donde iba yo lamento mucho... Oh... –y agachó la cabeza cuando vio con quién había chocado–: Milord, el duque Bastian Simpson.

– Oh, tú eres... ¿Linda Berta? –preguntó el duque, mientras sacudía el polvo de su uniforme. Y apresurándose a recoger los útiles que soltó al momento del choque.

En ese momento Lisa tuvo un serio debate mental: acababa de chocar con el estudiante más importante de la academia. El duque Bastian Simpson, que hace un año ascendió al cargo, lo que significaba que si su vida ya era difícil, ahora sería un infierno tras haberlo importunado. Y si encima se atrevía a corregirlo por decir mal su nombre, esto solo podría empeorar su furia.

No lo pensó mucho y finalmente respondió de la forma más sensata que pudo encontrar:

– ¡Si, ese es mi nombre milord! –respondió nerviosa–. ¡Es un honor que alguien tan importante recuerde mi humilde nombre!

– Estaba bromeando, yo sé quién eres Lisa Bellstar. –Respondió el duque con una sonrisa. Y dejó escapar una carcajada.

El intento por salvar un poco su pellejo no solo había sido inútil, sino que más bien empeoró las cosas ya que ahora había quedado como una mentirosa frente al duque. Definitivamente estaba acabada.

– ¡No tienes de que preocuparte! –dijo el duque, tan pronto como notó la expresión en el rostro de Lisa (parecía que iba a vomitar)–. Yo también iba con prisa y no tuve cuidado, lo siento.

Entonces Lisa tuvo que replantear sus ideas:

Por primera vez en mucho tiempo un noble la trataba con respeto, y que este trato proviniera directamente del duque; el noble más importante de todos, era algo que ni en sus mejores fantasías se habría imaginado. Ella quedó encantada con la actitud del duque, y con mucha vergüenza inclinó la cabeza.

– ¿Oh, también va a ir al baile del conde Tempest? –preguntó el duque tan pronto como notó la invitación tirada en el suelo. Con delicadeza la recogió, la sacudió y se la entregó intacta a la joven de cabello acaramelado.

– Yo... Este... No sé si deba ir. ¿Cómo podría alguien como yo estar en una fiesta con tantas personas importantes?, justo ahora iba a regresarle la invitación al conde Tempest en persona... Para que no la desperdicie en mí.

Tras escuchar esa respuesta, el duque examinó cuidadosamente a la joven Bellstar de pies a cabeza, mientras preparaba su respuesta:

– Si se tomaron la molestia de invitarla, es porque el anfitrión requiere su presencia para que la fiesta se lleve a cabo. ¿No cree que sería de mala educación rechazar de esa forma su amabilidad, señorita Bellstar?

– No lo había pensado de esa forma milord... Tiene toda la razón, y será un honor asistir a una fiesta tan honorable, con la presencia de todos ustedes.

Aunque Lisa aún sentía que debía rechazar la invitación a toda costa, no pudo darle una respuesta negativa al duque, ella simplemente asintió a todo lo que le había dicho. El duque no solo era una persona educada, él también era una persona muy atractiva; de piel morena, cabello negro, de ojos encantadores y labios gruesos. Con un cuerpo formidable y bien ejercitado. Muy pocas son las personas capaces de llevarles la contraria a las personas hermosas. Y desgraciadamente Lisa no era una de ellas.

– ¡Excelente!, entonces nos veremos allá señorita Bellstar. Cuento con que me conceda una pieza cuando el baile dé inicio. ¿Le parece?

Lisa asintió nerviosa, sin decir palabra alguna y tan pronto como lo hizo, el duque le sonrió, y así sin más siguió su camino después de despedirse de la joven Baronet que aún no salía de su asombro. No solo se había salvado de la que fácilmente podía ser la peor de las situaciones, sino que también el duque la había invitado a bailar una pieza durante el baile. Ahora estaba obligada a asistir al evento si o si, y ya no le importaba mucho lo que sus compañeros fueran a decir de ella. De todos modos ya hablaban mal de su persona, sin que hiciera nada importante, así que le daba completamente igual.

«¿Me levanté de la cama esta mañana o sigo soñando?, no lo creo, ese choque se sintió muy real... ¡El duque me invitó a bailar, esto es lo mejor que me ha pasado desde que entré a esta academia!, ¿Será acaso una cita?, ¡No!, no pienses eso ni por un segundo, ya fue bastante bueno lo que acaba de ocurrir, él solo... Fue amable... muy amable». –pensó– ¿Eh?, ¡¿Pero qué es esto?!

Y finalmente lo había notado. Su burbuja de felicidad se rompió y el cosquilleo que sentía en su pecho se esfumó, cuando notó el rastro de sangre que había dejado en el pasillo. Apresurada, fue hasta el final del pasillo solo para darse cuenta de que todo este tiempo había regado el camino con sangre roja que brotaba misteriosamente del papel que tenía en la mano.

«¿Qué está pasando?, el duque no vio nada de esto hace un segundo, ahora sí creo que estoy... En una pesadilla ¿Qué demonios está pasando últimamente?, hoy me he sentido muy extraña como si... olvidase».

Cuando Lisa se dio cuenta del lugar en el que estaba exactamente, notó que estaba muy cerca de la enfermería; a tan solo unos pasos de la puerta, que a un lado tenía el cartel enmarcado que resaltaba el nombre: "Dra. M. Griffith". Quien estaba a cargo de la enfermería. Por lo que tuvo la idea de entrar y tomar un poco de alcohol y algunos pañuelos para limpiar el sendero carmesí que había dejado atrás. Era la hora del receso así que la doctora debería estar merendando, por lo que no tendría que darse cuenta del desastre.

Pero cuando estuvo a punto de girar la perilla para ingresar a la habitación, se paralizó tan pronto como vio el charco de sangre carmesí que se escurría por debajo de la puerta. La sangre manchó su calzado y reflejó el horror y la confusión en su rostro mientras crecía cada vez más. Si no estaba soñando, entonces lo que le estaba ocurriendo debía ser un mal presagio.

Y a su mente vino una terrible visión de unas tijeras de plata, que flotaban hacía ella buscando su rostro, y cuando estuvieron frente a frente vio que estaban manchadas con sangre azul, Y reflejándose en el filo, vio una mirada aterrada que suplicaba por ayuda. Pero esos ojos que vio reflejados no eran los suyos. Ni tampoco el cabello rojizo que caía sobre ellos. Al parecer era el reflejo de alguien más.

Sintiéndose débil y abatida cayó al suelo, y mientras se desvanecía recordó que de entre las cosas que al duque se le habían caído al momento del choque, había un par de tijeras muy similares a las que acababa de ver en esa visión extraña, pero las del duque estaban completamente limpias. Al menos así lo recordaba antes de que el duque las guardase a toda prisa en las bolsas de su gabardina.

Lentamente, la puerta de la enfermería se abrió, y ante ella aparecieron unos tacones altos y unos dedos alargados con uñas barnizadas de color púrpura. Pero Lisa no pudo alzar la mirada para encontrarse con la persona frente a ella. Simplemente, cerró los ojos por un momento y finalmente se durmió.

– ¿¡Qué me pasó!? –susurró Lisa casi sin voz. Tan pronto como despertó, se encontró descansando en una cama muy cómoda, rodeada por una cortina blanca, y a su derecha había una mesa de noche con algunas pastillas y medicamentos sobre ella. Estaba en la enfermería–. Otra vez... Siento que acabo de regresar de un sueño muy extraño. ¿Cómo llegué aquí?, todo lo que recuerdo es haber conversado con el duque y luego... Nada. ¿Acaso todo fue un sueño?

Ella escuchó el taconeo que se aproximaba, y a través de la cortina vio una figura curvilínea acercándose. Cuando finalmente se apartaron las cortinas, se dio un encuentro muy curioso:

– Oh, ya despertaste, ¿Te sientes bien? –preguntó la mujer vestida con una bata blanca.

– Sí, creo que si –respondió Lisa algo nerviosa–. No sé qué me pasó, yo me sentía muy bien hace un momento y ahora estoy aquí... ¿Sabe lo que me pasó?

– Desafortunadamente no. –la mujer se quitó el estetoscopio del cuello y se acercó para tocar la frente de su paciente–. Las sirvientas solo te encontraron desmayada en tu habitación y te trajeron aquí. No te preocupes, no tienes ninguna herida.

Antes de que Lisa pudiera formular una respuesta, analizó muy detenidamente a la persona que tenía frente a ella:

Se trataba de una mujer blanca, de cabello negro como la tinta, y de ojeras pronunciadas. La mujer vestía una bata de doctora, y parecía andar sobre sus veintitantos años. Pero entre sus cabellos oscuros habían algunas hebras plateadas como canas, algo muy extraño para alguien tan joven, y aunque su rostro era algo familiar, ella nunca la había visto antes.

– Disculpe... ¿Sabe dónde está la doctora Griffith?

– Se jubiló –respondió la mujer, mientras examinaba el cuerpo de la jovencita con pequeños masajes a sus hombros, y palmadas en la espalda–. No tienes fiebre. –dijo, antes de seguir respondiendo la pregunta–: La doctora Meredith Griffith se jubiló hace tan solo unas horas, por que decidió regresar con su familia para disfrutar de los últimos años que le quedan en este mundo. Pero estoy aquí para relevarla. Mucho gusto, mi nombre es: Mer... "Mérida Griffith".

– Mucho gusto, y le doy la más cordial bienvenida a nuestra academia –respondió Lisa con una sonrisa sincera–. Disculpe... ¿Usted tiene alguna relación con la doctora?

– Soy su sobrina –la doctora Mérida se sentó a los pies de la cama y mientras anotaba con agilidad en su libreta, prosiguió–: Siempre la admiré, así que estudié medicina gracias a ella. Cuando me ofreció su puesto hace un tiempo, acepté encantada. Esta era la mejor oportunidad que podía tener, y también era el momento perfecto para ella, que quería pasar más tiempo con su familia, así que todos ganamos.

– Tiene toda la razón. –Lisa sintió una extraña sensación de confianza con la doctora, gracias a su forma de hablar; sonaba algo indiferente o tal vez desinteresada. Pero Lisa sentía como si ya hubiese hablado con ella desde siempre–. Me alegro mucho por usted, y aunque es una lástima no haberme podido despedir de la doctora Griffith, puedo entender sus motivos. Ella siempre me ayudó cuando llegaba mi deprimente temporada de gripes y resfríos antes del invierno. *Suspira* la vamos a extrañar... ¡Pero estoy segura de que estamos en muy buenas manos con usted!

– Emm... Si, este... Ya puedes irte –indicó la doctora, casi como si le incomodara su presencia–. Como te dije, no tienes ningún golpe, tampoco fiebre ni presión alta. Si dices que te sientes bien entonces estás sana. Eso si, este desmayo pudo deberse a estrés, insomnio o algo por el estilo. Así que procura comer bien y descansar apropiadamente.

– Entiendo doctora, lo haré, y muchas gracias por su ayuda.

Antes de que Lisa abandonara la habitación, y mientras aún sujetaba la perilla tras haber abierto la puerta, recordó algo muy importante, y que no encajaba con lo que le dijo la doctora:

«¡Yo no me desmayé en mi habitación!, estaba aquí cuando eso ocurrió... No lo olvidaría, ya que hacía un momento había hablado con el duque... O talvez eso simplemente no fue real, y todo se trató de un sueño».

– Pensándolo bien, no suena tan descabellado –se dijo a sí misma–. Haber conversado cordialmente con el duque Bastian Simpson, y que este me haya invitado a bailar definitivamente fue una muy buena fantasía... Tal vez la doctora tiene razón y solo he estado algo agotada por lo de los exámenes y por el asunto con el profesor Thompson *suspira*. Si que debo relajarme.

– Se te olvida esto –La doctora Griffith se acercó a la estudiante y le entregó el sobre que contenía la invitación al evento que organizaba el conde Tempest.

– M-M-Muchas Gracias.

Lisa sonrió nerviosamente al momento de recibir el sobre y notar la sangre que aún manchaba el papel, y en ese momento recordó un poco de lo que había pasado ese mismo día; desde el camino de sangre que había creado en el pasillo, hasta aquel momento en el salón de clases, en el que aparecieron ante ella las tres visiones extrañas.

Cuando notó que aparentemente solo ella podía ver la sangre, se apresuró a regresar a su habitación, pero en su camino de regreso, no se encontró con el sendero carmesí de hacía un momento, y la sangre que manchaba el sobre también había desaparecido misteriosamente.

Su cabeza estaba a punto de estallar con tantos fenómenos extraños que le ocurrían uno detrás del otro, en menos de un día.

«Creo que me estoy volviendo loca... No sé si podré seguir adelante con tanta sangre, y la amnesia frecuente que sacude mi pobre cabecita. ¡Cada vez que abro los ojos aparezco misteriosamente en otros lugares y nunca recuerdo cómo!, ¡necesito un psicólogo!».

Cuando Lisa se tumbó boca abajo sobre su cama, sintió un poco de paz, como si todas sus preocupaciones se disiparan lentamente, hasta que finalmente cerró los ojos. Ella dormiría una siesta antes de sus próximas clases en un par de horas.

Ella no lo sabía, pero durante todo este tiempo había una figura sombría que la siguió a todos lados y en todo momento. Era una figura masculina que observaba todo desde los rincones, pasando desapercibido en los pequeños espacios cubiertos por las sombras, mientras cargaba consigo un misterioso objeto rectangular, cubierto por una manta desgastada y mancillada con algunas manchas azules y otras rojizas.

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Veronica Bossio
excelente historía
Veronica Bossio
super interesante
Veronica Bossio
espectacular tu historia
Zero: muchas gracias ☺️ espero la siga disfrutando
total 1 replies
Paula Pérez Barrón
suena muy interesante ☺️
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