Mia es una joven que tiene muchos planes y sueños junto a su novio. Siente que todo se le viene encima cuando La familia de el la rechaza cuando se enteran que es huérfana, lo peor es cuando se entera que su novio siempre estuvo comprometido con otra.Con todo en contra ella logrará volverse una mujer sobresaliente pero algo no estaba en sus planes que una noche conoce a un hombre que la desestabilizaria en todos los sentidos, Será capaz Mía de darse otra oportunidad con el tío del que ella creyó un día era el amor de su vida?
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La prometida
Karla intenta levantarse, pero la agarro.
—Déjalo —le digo, y ella asiente mientras se sirve más ponche. La botella se acaba y volvemos a levantarnos para bailar. Después de tanto saltar, le digo:
—Vamos al baño.
Las dos caminamos, pero al llegar hay una fila larga.
—Vamos al segundo piso —me dice—.
—No me gusta ir allá —le respondo.
—Es eso o te haces encima de la ropa —se ríe.
Se arma un pequeño disturbio y los de seguridad bajan a investigar. Karla me agarra de la mano y subimos por las escaleras, porque los elevadores están ocupados. Al llegar al segundo piso, los baños están igual de llenos, pero me sorprende que ella siga avanzando y casi corra escaleras arriba hacia la tercera planta.
Allí hay una enorme sala con vidrios oscuros, y se escucha que hablan como si fuera una reunión. Seguimos más al fondo hasta ver dos baños individuales, separados.
—Tú entra a este —me señala uno—, y yo entraré al otro.
No hay nadie, lo cual me parece extraño, pero las ganas pueden más y entro casi corriendo. Siento alivio cuando vacío la vejiga, me subo la ropa y salgo a lavarme las manos.
—¿Qué haces aquí? —escucho una voz—. Veo a un señor parado en la puerta y me doy cuenta de que no aseguré la puerta.
—Eh, lo siento —le digo, y no sé por qué tartamudeo al verlo ahí parado.
—Fuera —me dice, haciéndose a un lado para dejarme pasar.
—Gracias, señor —le respondo, y creo que se puso todo el frasco de loción porque al pasar junto a él siento cómo me impregna su olor.
Mi amiga me hace señas para que me apure, y corro para llegar a su lado, pero en las escaleras está un guardia.
—¿Qué hacen en este piso? ¿Cómo subieron? —nos pregunta.
—Déjalas salir, y si te mueves de tu puesto, no te preocupes por regresar —dice otro hombre, y yo veo cómo el primero recibe la orden.
Nos dejan salir y con mi amiga bajamos a la primera planta.
—Amiga, por un momento me asusté —me dice, con una mano en el pecho.
—Creo que mejor nos vamos —le respondo, y ella asiente.
—Espérame tantito —dice caminando hacia Mario. Toma la botella de la mesa e intenta vaciarla, pero se la quitan de la mano.
—Mario tiene un pene chiquito —le dice a la mujer que está a su lado.
—Claro que no, mi prometido es el mejor. Quizás te equivocaste de persona —responde la mujer mostrando el anillo que lleva, que reconozco como el mismo que Mario me dio.
Karla me mira y se lanza contra Mario, pero los de seguridad la agarran.
—¡Sueltenme! Yo saldré por mi propio pie —les dice, y la sueltan.
—Señorita, por favor salga —dice uno.
Me acerco para tomarla de la mano y salir. Mario no me ha visto; su expresión es de sorpresa. Se levanta cuando me ve salir con Karla.
Le marco al taxista que tengo registrado.
—Mis padres me lo impusieron porque supieron que no quisiste casarte conmigo. Esa era la única condición: si no elegía yo a alguien, ellos lo harían. Esto es el resultado de no luchar por nuestro amor —me dice serio.
—Me pregunto cómo puede haber alguien tan hipócrita. Y peor aún, cómo pude fijarme en alguien como tú —le digo enojada, mientras veo salir a la mujer que lo acompaña.
—Disculpa, tenías razón, me equivoqué de persona. ¿Cuánto tiempo llevan juntos? —le pregunta mi amiga, y la mujer responde rápido, sin que Mario pueda evitarlo.
—Desde que teníamos 15 años. Ya llevamos cuatro de noviazgo, ahora estamos comprometidos y viene la boda.
Mario solo niega, y no puedo creer que siga negándolo.
—¿Es verdad? —le pregunto, y la mujer me mira sin entender.
—Sí, pero no es como piensas.
—¿Sabías que este imbécil le hizo creer a mi amiga que se casarían?
—Todo hombre tiene derecho a tener a una puta o a inventar algo para tener sexo. Su prometida soy yo y todos lo saben. Ella calló, y no me importa lo que hizo antes. Me importa que seré su esposa y que solo tendrá ojos para mí.
—Quiérete un poco, querida. Por mujeres como tú creen que todas somos iguales —le grita mi amiga, furiosa.
Yo solo estoy ahí, mirándolo a los ojos, y él me mira como solía hacerlo, y yo siempre caía.
—Las lágrimas que ya lloré te las haré pagar con creces —le digo.
El taxi llega y subo con mi amiga, que desde la ventana les hace señas obscenas.
—Pijama en mi casa —me dice abrazándome.
—Claro —le respondo, limpiando las lágrimas que aún corren por mi rostro, las últimas que derramé por él.
Bajamos del taxi y agradezco que sus padres aún no hayan llegado. Subimos a su habitación y me presta ropa.
—Mañana ya nos podemos instalar en la universidad, para clases extras, lo digo por ti, aunque las clases no empiezan aún —me dice sentándose en su cama.
—Sí, necesito empezar a ver cómo haré para moverme de la universidad al trabajo.
—Puedo llevarte, si quieres —me ofrece.
—Acompáñame mañana. Iré a rentar un carro, tengo para el anticipo.
—¿Sabes que si le pides a mis padres, o si quieres, te regalo el mío?
—Sabes que no lo aceptaría —le digo, sentándome, y ella me muestra videos divertidos en el celular.
A la medianoche ella se queda dormida. Me levanto y miro por la ventana. La imagen del hombre que vi en el baño vuelve a mi mente y me río sola.
—Yo, Mía, prometo que primero seré yo, segundo seré yo y tercero seré yo —me digo cerrando los ojos.
6 años después…
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