Oscar Cooper, un talentoso luchador de UFC, se encuentra en fuga tras un violento altercado con su ex representante que lo ha dejado marcado como un fugitivo. Con documentos falsos en mano, escapa a una nueva ciudad con su actual representante donde espera encontrar refugio. Sin embargo, su vida da un giro inesperado cuando conoce a una chica que le roba el aliento y rápidamente se enamora de ella. Pero la felicidad se ve amenazada cuando descubre que ella está atrapada en un gran problema. Sin pensarlo dos veces, Oscar se lanzará a la batalla no solo por su amor, sino también por su libertad, dispuesto a arriesgarlo todo para protegerla.
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Cap 5: Desafiando Las Sombras
Oscar se encontraba afuera de la casa de Miranda. Caminó hacia la puerta y tocó, el sonido de la madera resonó en el aire, mezclándose con el latido acelerado de su corazón.
Cuando Miranda abrió la puerta, una oleada de alivio lo recorrió al ver que era ella y no uno de los hombres de Thomas Brown.
—¡Oscar! Qué bueno verte, pasa por favor —dijo con una voz amable que parecía iluminar el espacio.
Oscar entró con confianza, aunque por dentro sentía una mezcla de nerviosismo y determinación. Se sentó en una silla al lado de la mesa redonda, y Miranda se acomodó a su lado. La cercanía de ella le daba un poco más de valor.
—Escucha, Miranda... He venido porque... Am... Me interesas de verdad. Sé que no estás pasando por un buen momento, y lo sé sin conocerte bien —expresó Oscar.
Miranda agachó un poco la cabeza, su propio dolor reflejado en su expresión. Ambos sabían que había una conexión más profunda detrás de sus palabras.
—Gracias por preocuparte. Eso hace que me sienta más tranquila —dijo ella, pero había una sombra de preocupación en sus ojos—. Pero no quiero que te metas en problemas por mi culpa —recalcó Miranda con seriedad.
—Tranquila, ya estoy en problemas... Si puedo ayudarte, lo haré. Cuéntame un poco. ¿Qué relación tienes con el tal Thomas Brown? ¿Por qué se cree tu dueño? —preguntó Oscar, su voz un poco más firme.
—Thomas Brown es el dueño del club y también alguien muy poderoso en cuanto a dinero. Controla esta zona de la ciudad —reveló Miranda, su mirada perdida en un punto indefinido—. Y Jhon Bell... El tipo que te corrió del club... Es su mano derecha, si lo podemos decir así.
Oscar la escuchaba atentamente, notando cómo cada palabra le costaba salir.
—Brown era amigo de mis padres. Yo vivía con ellos en esta misma casa —hizo una pausa, dejando escapar un suspiro pesado—. Mis padres le pidieron un préstamo a Thomas Brown porque estábamos pasando por un momento difícil económicamente. Él les prestó el dinero, pero con una condición: si no devolvían lo que debían, nos quitaría la casa.
Oscar mantuvo el silencio, permitiendo que las palabras de Miranda fluyeran sin prisas.
—Mis padres fallecieron hace un tiempo en un accidente automovilístico, y yo quedé a cargo de esa deuda. Trabajo para él como camarera gratis para pagarle lo que le debemos —continuó Miranda, su voz temblando ligeramente—. Pero hay algo más... Brown está obsesionado conmigo. Siempre que venía a nuestra casa para hablar con mis padres, me lanzaba miradas que me hacían sentir incómoda, como si fuera un objeto más que una persona.
Oscar se sintió mal por ella, una ira creciente hacia Thomas Brown burbujeando dentro de él. La injusticia de la situación lo consumía.
—A veces intenta manipularme —dijo Miranda, su voz temblando ligeramente—. Me dice que no necesito trabajar, que podría irme con él y así la deuda se terminaría. Pero lo que menos quiero es estar cerca de ese hombre asqueroso.
—Vaya... Es un desgraciado —respondió Oscar, su tono lleno de compasión—. Lo siento mucho, por todo lo que has pasado. ¿Y tú cómo haces para mantenerte si trabajas gratis para ese infeliz?
Miranda sonrió levemente, como si esa pregunta le trajera un rayo de luz en medio de la oscuridad.
—Por la mañana voy a cuidar animales en un refugio —dijo, sus ojos iluminándose—. Es un lugar muy agradable, lleno de vida. Los animales me encantan; son tan sinceros y no te juzgan.
Oscar también sonrió al verla sonreír, sintiendo que había algo especial en ella. Miranda era sincera y carismática; solo el mal momento que estaba viviendo opacaba un poco esa luz que emanaba.
—Eso suena genial —dijo Oscar, su voz más animada—. Los animales tienen una manera de sanar el alma, ¿no? Tal vez podrías compartir más sobre ellos. ¿Tienes algún favorito?
—Sí, a mí me encantan los gatitos —dijo Miranda, su voz suave y adorable—. Cuando estoy libre, suelo jugar con ellos.
Oscar sonrió, sintiendo que la calidez de su risa iluminaba el ambiente.
—Eso es genial; los gatos son seres adorables... —se detuvo un momento, sintiendo que era un buen momento para volver a tocar un tema delicado—. Disculpa por insistir, pero es una lástima que ese tipo te acose. Se nota que es un hombre mucho mayor, y tú aún eres joven. ¿Cuántos años tiene?
—No me molesta que lo menciones de nuevo —dijo Miranda con una sonrisa simpática—. Creo que tiene 43 años. Lo único que quiero es pagar la deuda y librarme de él de una vez.
Oscar frunció el ceño, preocupado.
—¿Y por qué no avisas a la policía? Al menos para que deje de acosarte así.
—Eso sería inútil —respondió ella, sus ojos llenos de una tristeza resignada—. Él maneja la zona; los policías no harán nada. Además, él podría sobornarlos con su dinero.
Oscar suspiró, sintiendo el peso de la situación en el aire.
—Te prometo, Miranda... Que no te dejaré sola en esto. Voy a ayudarte a salir de esta pesadilla —dijo con firmeza, mirándola a los ojos.
Miranda sonrió y lo miró intensamente, como si sus palabras fueran un rayo de esperanza en medio de la tormenta.
—Gracias, Oscar. Eres muy gentil —respondió ella, su voz temblando ligeramente.
Miranda recordó algo importante y su expresión se tornó seria.
—Lo estaba olvidando —dijo, con un ligero temblor en su voz—. En cualquier momento vendrá Jhon Bell a buscarme para irme a trabajar. Tienes que irte de aquí antes de que te vea.
Oscar frunció el ceño, sintiendo que el tiempo apremiaba.
—De acuerdo —respondió, levantándose de la silla—. Nos veremos después, Miranda.
Se detuvo un momento, mirándola a los ojos como si quisiera grabar su imagen en su mente. Sabía que cada segundo contaba.
Mientras se dirigía a la salida, una mezcla de determinación y preocupación llenaba su pecho. Esta visita le había aclarado muchas dudas; no solo estaba decidido a ayudarla, sino que también sentía una necesidad urgente de protegerla.
Oscar salió de la casa, y justo en ese momento, una camioneta negra se estacionó frente a ella. Sin darle importancia, continuó caminando, pero un escalofrío recorrió su espalda cuando notó el sonido del motor apagándose.
Jhon Bell había llegado para llevar a Miranda al trabajo. El cielo se teñía de tonos anaranjados y púrpuras, pero la belleza del atardecer no podía ocultar la tensión que se estaba gestando. Antes de bajarse de la camioneta, Jhon notó la figura de Oscar alejándose.
—¿Qué hace ese infeliz por aquí? —murmuró entre dientes, el ceño fruncido.
Puso el freno de mano y bajó rápidamente, caminando hacia Oscar con pasos firmes.
—¡Oye, tú! ¿A dónde crees que vas? —su voz era como un trueno que resonaba en el aire.
Oscar se detuvo al escucharle, girándose lentamente. Al ver a Jhon acercándose, supo que las cosas se complicarían.
—¿Qué demonios quieres ahora? —respondió Oscar, cruzando los brazos con desdén.
Jhon se acercó más, su mirada afilada como un cuchillo.
—¿Acaso no entendiste la advertencia del jefe? ¿Crees que puedes venir a hablar con Miranda en su casa? Escucha bien esto: ella—pertenece—al—jefe —dijo Jhon, enfatizando cada palabra como si estuviera marcando territorio.
—Pues eso es lo que tu jefe cree —dijo Oscar, dando un paso decidido hacia Jhon, desafiándolo—. Ella ni siquiera lo quiere cerca. Tu jefe es repugnante.
Jhon apretó los dientes, su mandíbula tensa.
—Será mejor que cuides tus palabras —respondió, su voz baja pero amenazante.
—¿Qué? ¿Acaso vas a hacer algo? No estamos en su club. Allí tal vez tu jefe tenga el control, pero aquí no. Aquí puedo hablar con ella. Y la advertencia que me dio Brown no significa nada para mí —dijo Oscar, desafiando cada palabra con una mirada ardiente.
Dejando a Jhon allí, Oscar se giró y continuó su camino, sintiendo cómo la adrenalina le corría por las venas.
Jhon no iba a dejarlo ir tan fácilmente.
—Oye, ¿a dónde crees que vas? —dijo Jhon, colocando su mano en el hombro de Oscar, tratando de frenar su avance.
En ese instante, la ira se apoderó de Oscar; sus ojos ardían con una mezcla de rabia y liberación. Giró sobre sus talones y, con un movimiento rápido y decidido, le propinó una patada en la pierna de Jhon, logrando que se desequilibrara. Sin perder tiempo, lanzó un puñetazo directo a su cara.
El impacto resonó en el aire mientras Jhon caía al suelo, sorprendido y aturdido. Oscar sintió una oleada de alivio; hacía tiempo que deseaba hacerle eso. Con una mezcla de satisfacción y adrenalina corriendo por sus venas, lo dejó tirado y se marchó del lugar.
Jhon se levantó lentamente, apoyándose en sus rodillas mientras se agarraba la cara, un ardor punzante recorriendo su mejilla.
—¿Por qué tiene la mano tan dura? —murmuró entre dientes, frustrado—. Es un desgraciado.
Aun con el rostro en llamas y el dolor latente, Jhon se recompuso. Sabía que tenía que cumplir con su deber, sin importar lo que hubiera sucedido. Con una respiración profunda para calmarse. Debía llevar a Miranda a trabajar, y nada iba a interponerse en su camino.
Fácil de entender, felicitaciones autora, recomiendo ésta novela 100%🇨🇱
Fácil de entender, felicitaciones autora, recomiendo ésta novela 100%🇨🇱
Ojalá Oscar y Miranda, encuentren juntos la solución a sus problemas. 🥺🥺🥹😔