El Oscuro Corazón De La Emperatriz

Teresa despertó lentamente, sintiendo la calidez del hombro de Howard bajo su cabeza. A su lado, él la observaba con una ternura casi palpable, su expresión suave y serena.

— ¿Cómo te sientes? —preguntó Howard, su voz un susurro que llenaba el aire con dulzura.

— bien —respondió ella, sus ojos aún entrecerrados por el sueño. Se estiró ligeramente, dejando escapar un pequeño suspiro de alivio— los quince minutos de descanso ayudaron.

Howard soltó una risa suave.

— fueron una hora, en realidad —mencionó, divertido por su sorpresa.

Teresa abrió los ojos de par en par, asombrada.

—¿Una hora? —exclamó, sintiéndose un poco avergonzada.

La idea de haber estado dormida tanto tiempo, apoyada en él, la hizo ruborizarse, bueno, aunque ya ha dormido juntos, fue un gesto que no se lo esperaba— no me di cuenta.

— tu sueño fue silencioso —respondió Howard, sonriendo— nadie notó nada.

Ella se sintió un tanto apenada, pero su corazón se llenó de gratitud por la comprensión de él. En ese momento, La ceremonia estaba a punto de terminar, y el sumo sacerdote se acercaba a ellos con pasos firmes, listo para otorgarles su bendición, para una prosperidad y abundancia para su reinado. Ambos emperadores estaban de pié y el sumo sacerdote lo bendijo. Al finalizar con las palabras, el sonido de los súbditos que comenzaban a levantarse y a aplaudir llenó el espacio.

— lo siento por quedarme dormida. Yo te reproché por eso en el pasado.—susurró Teresa, con un toque de inquietud en su voz.

— no te preocupes, conozco el cansancio. Te dejé dormir porque sabía que lo necesitabas.

Teresa, con un gesto impulsivo, tomó la mano de Howard. El contacto la sorprendió a ella también; era un gesto simple, pero lleno de significado. Howard la miró con sorpresa y, casi instantáneamente, su mirada se tornó protectora.

—tranquilo —comento ella, intentando restarle importancia— solo me siento mareada por levantarme de golpe. No quiero caerme.

Antes de que pudiera terminar la frase, Howard la tomó en sus brazos, alzándola con facilidad. Teresa no tuvo tiempo de reaccionar, y una mezcla de sorpresa y calidez la invadió. La risa y el murmullo de los súbditos se desvanecieron en su mente.

— no dejaré que mi emperatriz se caiga por el mareo —dijo Howard, su tono firme pero lleno de cariño— descansarás toda la tarde en la habitación. Lo que se ha hecho, hecho está, y has cumplido con tu deber al asistir hoy a la ceremonia. Gael, vámonos.

— ¡Sí!... ¿Madre está bien?

— claro... Solo necesita descansar, vámonos al palacio.— respondió Howard.

Teresa se sintió abrumada por la dulzura de sus palabras. Mientras él la cargaba hacia la salida del templo, su corazón latía con fuerza, no solo por la sorpresa, sino también por la conexión que compartían. Desde hace un mes su cercanía se había vuelto más notoria, algo que hizo que tomarán más confianza entre ellos. Era un gesto simple pero significativo.

Los súbditos los miraban con admiración, sus rostros iluminados por la devoción hacia sus emperadores. Algunos sonreían, otros intercambiaban miradas de complicidad, y todos parecían entender que lo que veían era más que un acto de cariño; la familia imperial se está volviendo más unida y lo demuestra ante ellos.

Mientras avanzaban hacia las puertas del templo, Teresa sintió el aire fresco, contrastando con la calidez del abrazo de Howard. Se acomodó en sus brazos y dejó escapar un suspiro, sintiéndose segura.

—¿Te sientes mejor? —preguntó él, con su voz suave.

—si. Gracias, Howard. Esto... Esto significa mucho para mí.

— es lo menos que puedo hacer —dijo él, con su mirada fija en ella— creo que has tomado más cargo que yo este mes para el aniversario por eso estás agotada. Quiero que descanses.

— aún falta mucho que hacer. No me gustaría que-...

— está bien. Tengo a Constantine y la compañía de Gael para terminar los preparativos del baile. Ahora el príncipe le gusta ayudar a sus padres.

— le dije que podría ayudarme con tareas fáciles para su edad y le agradó. Es... Un niño maravilloso.— le sonrió desde lo alto a su pequeño que caminaba delante de ellos hacia el carruaje.

_______________ varias horas después.

El suave murmullo de la brisa nocturna se colaba por las rendijas de la ventana del aposento de Teresa, mientras el palacio, con su majestuosidad habitual, se sumía en la anticipación del baile. La luz de la luna nueva apenas iluminaba los pasillos. Teresa, recién llegada había caído en un profundo sueño, su cuerpo agotado finalmente encontrando la paz que tanto anhelaba.

Mientras ella descansaba, Howard se había hecho cargo de las gestiones necesarias para la velada. Su mente, siempre inquieta, se comunicó con Constantine para ayudarlo en esto. Además, el joven príncipe acompañó a su padre.

A medida que la noche caía, los ecos de risas y conversaciones comenzaban a llenar el palacio. Los sirvientes se movían con rapidez, llevando decoraciones, mientras las melodías del violín resonaban en la distancia, creando una atmósfera mágica. Teresa, sin embargo, aún dormía, sumida en un mundo de sueños, donde la presión del deber y las expectativas sociales no podían alcanzarla.

Fue el brillo tenue de la luna nueva lo que terminó por despertarla. Esa luz suave que se filtraba por la ventana la sedujo a abrir los ojos, y al hacerlo, sintió la energía de la noche invadirla. Con un suspiro, se levantó de la cama, estirando sus brazos. El baile estaba a punto de comenzar. Se acercó a la ventana, apoyando sus manos en el frío cristal. Desde allí, podía ver a los invitados llegar, sus siluetas recortadas contra la luz de las antorchas.

La memoria de eventos pasados la invadió. Recordó el baile del año anterior, donde Howard había estado ausente, frustrado por una disputa con la otra Teresa, la sombra del pasado que ahora parecía pertenecer a otra vida. Pero esta Teresa, la que estaba a punto de descender al gran salón, era diferente. Había encontrado en Howard un compañero inigualable. Con una sonrisa decidida, llamó a las sirvientas, quienes entraron apresuradamente.

El vestido que Marlene había diseñado para esta noche era una obra maestra. Con un tono negro obsidiana que brillaba a la luz de la luna, el atuendo se ajustaba perfectamente a su figura, realzando su cintura con elegancia. Las flores negras estampadas en la tela parecían cobrar vida, y Teresa se sintió como una obra de arte, lista para ser presentada al mundo. Las sirvientas trabajaron con destreza, dejaron su largo cabello azabache en un peinado elegante, adornándolo con sencillos pero delicados accesorios que reflejaban la luz de la luna.

...----------------...

...----------------...

Finalmente, cuando el vestíbulo del palacio se llenó de murmullos y risas, Teresa se miró en el espejo y sonrió. Se sentía hermosa y lista para enfrentar la noche y todo lo que esta traería consigo, aunque solo espera a que se una velada tranquila y serena.

Teresa avanzó con gracia, pero al girar en la esquina, se encontró con Howard, quien venía en sentido contrario. Él se detuvo en seco, sus ojos se abrieron en par al verla. La belleza de Teresa, envuelta en el vestido que brillaba con cada movimiento, lo dejó momentáneamente paralizado. Aquella imagen, que parecía sacada de un cuento de hadas, lo dejó sin aliento, y ella, aunque parecía la villana, era todo lo contrario.

...----------------...

...----------------...

— Wow.

Fue lo único que pudo decir, su voz un susurro casi perdido en el aire. Teresa sonrió, sintiendo cómo su corazón se llenaba de calidez al ver la admiración en los ojos de Howard. La música comenzó a sonar en el fondo. Con una mirada cómplice, ambos se dirigieron hacia el gran salón, listos para enfrentar juntos lo que la noche les depararía. Y él le ofrece una mano para caminar juntos.

— tengo tiempo que no bailo.— avisó ella de antemano.— te pisaré un dedo sin querer, será inevitable.

— tengo 10 dedos, no hay problema.— ríe él.

En el salón del baile. Los invitados reían, hablaba y bebían a gusto. Entre ellos, Tania. Caminando de un lado a otro entre los aristócratas. Gael corría con unas flores entres sus brazos para alguien, para dárselo a su madre. En eso, chocó contra Tania. La Nana ríe de emoción al ver al príncipe.

— ¡Joven príncipe!

...----------------...

...----------------...

— ¡Nana!

...ΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩ...

Muchas gracias por leer. No olviden dejar su preciado me gusta.💕