Diosa Reencarnada

Irina mira a Egor, con una mirada de total sinceridad, dudando que él le crea:

-Está bien, no caeré en sus artimañas, te lo prometo, protegeré a mi hermanita y a mis padres - Egor, piensa que esa niña gorda, es muy rara. Pero, si ella no hubiera estado allí, de seguro hubiera hecho suya a esa linda plebeya. Piensa que debe cuidarse más de las arribistas.

-No beba nada de lo que ella le ofrezca, puede drogarlo, cuando vea que no acepta sus encantos de mujer, buscará otras formas para obligarlo a estar con ella, ya sabe, de forma íntima, buscará la manera de drogarlo - finaliza Irina sonrojada. Llegan al final del camino, encuentran a Katia con el te y la mesa servida, bajo la sombra del Kiosco de madera.

-Eres muy joven para saber de esas cosas ¿No crees? Me despido, que te vaya bien, diviértete con asuntos de tu edad y no comas mucho, te conviene hacer algo de dieta- le simpatiza la chiquilla un tanto entrometida. Ella se despide. Va pensando que si ese tonto cae, después de todo lo que le advirtió, se lo tendrá bien merecido.

Después de deleitarse con los dulces y el té, se acerca una sirvienta, para informarles, que los Reyes, están buscándola. Los Reyes aceptaron pernoctar allí, y salir temprano en la mañana de regreso a su reino.

En la cena, se reunen los Emperadores, la princesa Kristel de 10 años, el Príncipe Heredero Egor, no se encontraba el segundo príncipe Gareth, era todo un misterio.

Durante la cena, el Emperador le informa a su hijo Egor.

-Hijo, ya conoces a la Princesa Irina de Valkovia, tu madre y yo hemos decidido nombrarla tu prometida- le dice con una sonrisa socarrona.

-Padre, ¿Cómo se les ocurre? ¡No ven que es una niña todavía! ¡No, eso nunca!- dice molesto Egor, llevándole la contraria al Emperador, lo que altera al autoritario hombre:

-No te estoy pidiendo tú opinión, es una decisión ya tomada y convertida en edicto imperial. Se casarán cuando ella cumpla 18 años. Si no lo aceptas olvídate de ser mi sucesor, le dejaré el trono a Gareth, y él se casará con ella; tú verás qué te conviene- dice con mucha molestia el Emperador Pável, odia que lo contradigan, por eso lo amenaza.

-Y esto que te estoy diciendo quedará escrito en mi testamento. Si escoges a otra mujer, olvídate del trono para siempre- El Emperador lo mira con el ceño fruncido y destellos de ira contenida en la mirada.

-Entiendo padre, no fue mi intención molestarlo- baja la cabeza Egor, apretando los puños, no es posible que lo casen con esa niñita gorda, le lanza una mirada furtiva de odio a Irina.

-¡Vamos es mejor que comamos! De todas maneras eso sucederá en 3 años- dice para amortiguar los ánimos la Emperatriz Yulia.

- Sí aún faltan 3 años, para que tenga 18 años, no discutamos por eso ahora - afirma el Rey Kirill, viendo con preocupación la actitud de Egor, todavía peligra la vida de su hija en el futuro.

Una vez culminada la cena, todos se retiran a sus dormitorios. Irina se encuentra muy incómoda, decide levantarse y llegar a un acuerdo con Egor.

Va al jardín del lago, donde Egor siempre iba cuando quería despejar su mente.

La luna reflejaba la figura del hombre, que Irina podía ver desde lejos, se perfila muy atractivo, un rostro muy masculino, de mandíbulas anchas, labios delgados, nariz perfilada, ojos rojos característicos de los hijos del emperador Pável, cabellos blancos, con una camisa blanca desabotonada que dejaban al descubierto sus bien definidos pectorales, la luna reflejaba la figura del hombre, que Irina podía ver muy atractivo, entendía por qué se había enamorado en su vida pasada, pero esta vez será diferente. Él con su hermoso rostro varoníl y, las mangas dobladas hasta la mitad del antebrazo, dejando ver los músculos de sus brazos. Irina trataba de no mirarlo, en su vida pasada se había enamorado perdidamente a primera vista, de ese especímen masculino, pero esta vez se juraba, sería diferente.

- Discúlpeme no sabía que estaba aquí Príncipe Egor - se hace la niña tonta, desviando la mirada.

- ¡No te hagas la tonta! De seguro ya sabías, cuando nos vimos en la tarde, que eras mi prometida, y por eso dijiste todas esas sandeces de aquella plebeya ¿Estabas celosa? ¿No es así? Ahora lo entiendo, por eso tus padres vinieron de visita - la mira con odio.

- ¿Perdón? Bueno, ya no es de mi incumbencia si me crees o no, lo que te dije de Larisa Popov, eso lo sabrás con el tiempo, pero cuando se de cuenta de que yo decía la verdad, no podrás echar el tiempo atrás, y su hermanita Kristel, no podrá resucitar, hágase el tonto desentendido, y tarde o temprano se arrepentirá - Irina lo amenaza, donde más le duele.

- Además, no crea que yo estoy feliz con este compromiso, eres muy viejo para mí, no eres nada lindo, no me gustan los viejos, no puedo sentir celos por alguien por quien no tengo ningún mal pensamiento. Yo quería que me comprometieran con el segundo príncipe Gareth, que es mucho más joven y guapo que tú, y no contigo, ¡Vejete! - dice para molestarlo más, no dándose cuenta de que hería peligrosamente, el orgullo del engreído príncipe.

Irina lo fulmina con la mirada, los malos recuerdos vividos en el pasado, por la ineptitud de ese Príncipe, quien estaba siempre del lado de su concubina, y en contra de ella, que era la Emperatriz, la enferman y obnubilan su sensatez.

Egor, en cambio, la veía con otras intenciones, con ganas de hacerle daño, su hombría herida, la miraba con ganas de poseerla, para humillarla y hacerle tragar sus ofensivas palabras, al mismo tiempo, hacerle ver que ella es muy inferior a él, ahora y siempre, él será superior al engendro de su medio hermano Gareth. En el futuro él será coronado Emperador todopoderoso de todo el Imperio Morozovia y nunca su hermano, podrá arrebatarle ese título.