nix es la reina del reino más prospero y con los brujos más poderosos pero es engañada por su madrastra y su propio esposo que le robaron el trono ahora busca venganza de quienes la hicieron caer en el infierno y luchará por conseguir lo que es suyo
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capitulo 11
La noche en Brina era más oscura que cualquier otra que Nix hubiese conocido. Las montañas que abrazaban el castillo parecían absorber la luz de las estrellas, dejando un velo negro e impenetrable que cubría todo. El aire gélido filtraba por las ventanas, pero dentro de sus aposentos, Nix no sentía frío. En cambio, un fuego invisible la mantenía despierta, quemando en su pecho con un ardor nacido de la traición.
Sentada al borde de la cama, afilaba su daga primordial, la hoja de metal oscuro que parecía vibrar ligeramente cada vez que sus dedos recorrían su filo. Oryn le había dicho que esa arma era especial, una reliquia de antiguas épocas donde los dioses y los mortales libraban guerras juntos. Pero aún no conocía todo su poder.
–No puedo dormir con ese ruido –dijo Drystan desde el otro extremo de la habitación.
Nix ni siquiera levantó la mirada.
–Es solo el sonido de una hoja –respondió, con tono seco.
Drystan se levantó del rincón donde descansaba. Su figura alta y fuerte se acercó lentamente hasta quedar de pie frente a ella.
–No es la hoja lo que me preocupa. Es lo que está en tu mirada –murmuró, con una voz que rozaba la preocupación.
Nix dejó de afilar la daga y lo miró. El semidiós la contemplaba con seriedad, sus ojos oscuros, tan parecidos a pozos sin fondo, parecían intentar leer su alma. Aunque aún no confiaba en él por completo, tenía que admitir que había demostrado ser un aliado invaluable.
–No puedes dejar que la venganza consuma cada parte de ti –dijo Drystan finalmente–. Si lo haces, no quedará nada cuando llegues a tu destino.
Nix apretó la daga, pero no apartó la mirada.
–¿Y qué sabes tú de la venganza? –preguntó, con un tono cortante.
Drystan esbozó una sonrisa irónica, como si la pregunta le resultara familiar.
–Más de lo que piensas, Nix –respondió, con una sombra cruzando su rostro–. Pero no es mi historia la que importa ahora. Es la tuya. Y no puedo permitir que te destruyas antes de conseguir lo que buscas.
Nix frunció el ceño, pero no replicó. En su interior, sabía que sus palabras no estaban completamente equivocadas. Desde el día de la traición, todo lo que había sentido era odio, furia, y una necesidad incontrolable de recuperar lo que le pertenecía. Pero Drystan no entendía. Él no había perdido un reino, un pueblo ni había sido apuñalado por quienes más confiaba.
–No necesito tus consejos –respondió finalmente, poniéndose de pie–. Necesito que me sigas hasta que esta guerra termine.
Drystan inclinó ligeramente la cabeza, sus labios curvándose en una sonrisa sarcástica.
–Como quieras, mi reina.
Antes de que Nix pudiera responder, un sonido profundo y metálico resonó en el pasillo. Era una campana, un llamado que rompía el silencio sepulcral del castillo. Nix y Drystan se miraron por un instante y luego se dirigieron hacia la puerta. Ivar, quien dormía en la habitación contigua, ya se encontraba esperándolos fuera con expresión de desconcierto.
–¿Qué ocurre? –preguntó Nix.
–No lo sé –respondió Ivar, con la voz tensa–. Algo ha perturbado a Reinar.
Sin perder tiempo, los tres siguieron el sonido de la campana hasta llegar a la gran sala del castillo. Reinar ya estaba allí, vestido con una túnica oscura y acompañado por varios de sus guardias. Su expresión, normalmente imperturbable, mostraba una mezcla de ira y preocupación.
–¿Qué sucede? –preguntó Nix, acercándose con paso firme.
Reinar clavó su mirada en ella.
–Algo despertó en las profundidades de la montaña –respondió, con una gravedad que hizo eco en las paredes del salón–. Una fuerza que no debería estar activa.
Nix sintió un escalofrío recorrerle la espalda.
–¿Qué significa eso? –preguntó Drystan, con evidente incomodidad.
Reinar se giró hacia una de las columnas, donde un mural tallado en piedra mostraba figuras antiguas: guerreros luchando contra sombras monstruosas, un portal oscuro, y en el centro, una figura envuelta en llamas.
–Las montañas de Brina guardan secretos de los tiempos antiguos –dijo Reinar, señalando el mural–. Hace siglos, un ser de las profundidades quedó sellado aquí. Los cánticos y rituales lo mantuvieron dormido... hasta ahora.
Nix frunció el ceño, sus pensamientos girando con rapidez.
–¿Crees que esto tiene que ver con Kael y Elara? –preguntó ella.
–Es posible –respondió Reinar–. Su ambición por el poder pudo haber perturbado los sellos. Si esta criatura despierta por completo, no solo Brina estará en peligro, sino todos los Reinos.
El silencio se apoderó de la sala. El eco de esas palabras reverberó en el pecho de Nix como un tambor.
–¿Qué debemos hacer? –preguntó Ivar.
Reinar los miró con seriedad.
–Debemos descender a las profundidades y reforzar el sello antes de que sea demasiado tarde.
Drystan chasqueó la lengua.
–¿Nos estás pidiendo que bajemos a enfrentar algo que ni siquiera comprendes por completo?
–No tienes opción, semidiós –replicó Reinar, con voz dura–. Si no lo haces, toda la alianza será inútil. La criatura no distinguirá entre enemigos o aliados cuando despierte.
Nix respiró hondo, apretando la empuñadura de su daga.
–Iremos –dijo finalmente, con una determinación inquebrantable–. No dejaré que nada más se pierda por culpa de Elara y Kael.
Los guardias comenzaron a prepararse para el descenso mientras Nix, Drystan e Ivar se reunían en un rincón apartado de la sala.
–Esto no estaba en nuestros planes –murmuró Ivar, visiblemente nervioso.
–Nada de esto lo estaba –respondió Nix, ajustando su armadura–. Pero cada paso nos acerca a lo que buscamos.
Drystan, que permanecía en silencio, la observó con intensidad.
–Tienes un valor que podría acabar contigo –dijo él suavemente.
Nix le lanzó una mirada fría.
–O podría salvarnos a todos.
Sin más palabras, los tres se prepararon para la travesía. Las puertas hacia las profundidades de la montaña se abrieron, revelando una escalera antigua que descendía hacia un abismo oscuro. El aire que emanaba de allí olía a humedad y algo más... algo antiguo y peligroso.
Nix fue la primera en dar un paso adelante. Mientras descendía con la daga primordial en mano, un pensamiento cruzó su mente:
"Si esto fue liberado por ellos, lo usaré en su contra. No importa cuán oscuro sea."
reina y tiene algo q ofrece y te invita a seguir leyendo.me gusta buen libro gracias