En una mezcla de desesperación y determinación, Abigail, una Santa casada con el Duque Archibald, se enfrenta a un oscuro giro del destino. Luego de una confesión devastadora por parte de su esposo sobre su infidelidad con una plebeya, Abigail toma una decisión drástica: pedir el divorcio y romper con el matrimonio que la ha oprimido por años. Sin embargo, esta vez no es una simple víctima. Tras una misteriosa reencarnación, ha regresado al pasado con el conocimiento de su fatídico futuro.
NovelToon tiene autorización de Alfredly para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capítulo 6
—¿Qué diablos es todo esto? —exclamó sorprendida la señorita Santa.
—Señorita, ¿no le parece maravilloso? Todos estos vestidos son un regalo del duque Archibald. Además, han llegado dos modistas muy reconocidos para confeccionar su vestido para el cumpleaños del príncipe —respondió Nina, su doncella, emocionada.
—Creo que todo esto es demasiado —replicó la señorita Santa, incómoda—. Bastará con que use uno de los vestidos que ya tengo en mi armario.
"Así que ese día se acerca..." pensó, con expresión seria. "En el cumpleaños del príncipe menor, en mi otra vida, todo salió mal. Archibald insistió en que nos vistieran igual para aparentar que nuestra relación iba bien, pero me ignoró toda la noche. Se dedicó a conversar con otros nobles mientras yo sufría las críticas de las damas. Escuché a una de ellas decir que no era más que una herramienta. Esta vez será diferente."
—Nina, necesito que busques a alguien de inmediato. Dile que venga a verme. Se llama... —su voz se endureció—. Ya sabes quién.
—Como usted ordene, señorita —respondió Nina, antes de salir apresurada.
---
Mientras tanto, en el despacho de Archibald, se llevaba a cabo una reunión tensa.
—Duque, necesitamos saber cómo piensa resolver el problema de los bandidos y esa extraña enfermedad —dijo uno de los consejeros—. Los bandidos bloquean el único camino de transporte y no llegan suministros de medicamentos. Además, se ha reportado que alguien robó las pocas medicinas que había en los campamentos médicos.
Archibald permaneció en silencio unos segundos. "La situación es grave... Ya envié guardias, pero no han dado resultados."
—Este problema es como un efecto dominó. Mientras más tiempo pase, peor será la caída —dijo finalmente el duque—. He formado un grupo para despejar el camino. Un explorador ya está localizando la guarida principal de los bandidos. Si eliminamos al líder, será más rápido. Una vez que el camino esté libre, los medicamentos podrán llegar sin problemas.
—Perdóneme, Duque, pero aun resolviendo el problema de los bandidos, ¿qué haremos con la enfermedad? —preguntó otro de los consejeros—. Las pocas medicinas que hemos podido transportar no han sido efectivas, y la enfermedad sigue expandiéndose rápidamente.
—Exactamente —asintió otro—. Se habla de que la única capaz de curar esta enfermedad es la santa Abigail, pero no ha manifestado ningún milagro hasta ahora. ¿Es realmente una santa?
—Hermano Valls, ¿acaso está cuestionando la decisión del Gran Papa? —intervino el ministro Isaac, con dureza—. Dudar de sus palabras es dudar de la voluntad de Dios. Le sugiero que tenga más cuidado.
—Mis disculpas, ministro Isaac. No era mi intención dudar del Papa. Solo que esta situación es muy preocupante —dijo Valls, cabizbajo.
—No se preocupe, hermano Valls —respondió Isaac, en tono más calmado—. Dios es misericordioso. Nos corrige y guía, y nosotros, los humanos, somos propensos a equivocarnos.
Archibald, aunque permanecía en silencio, también tenía sus dudas. "Es normal dudar de Abigail. Yo mismo nunca la he visto hacer uso de ningún poder divino."
—En cuanto a la enfermedad —continuó el duque—, como señor de estas tierras, encontraré una solución. Esta noche, en la fiesta, intentaré hablar con el rey para solicitar ayuda del reino. Junto a la Gran Iglesia, buscaremos una cura para esta plaga. La reunión ha terminado. Debo recibir a mi cuñado.
Los consejeros se retiraban cuando Javier, el mayordomo, entró.
—Duque, el mayor de la familia Lasmon lo espera en la sala —anunció.
—Gracias, Javier. Ve a preparar un buen vino —ordenó Archibald. "Es mi oportunidad de ganarme su confianza. Si lo trato bien, tal vez pueda persuadirlo para que me apoye en los negocios de cristales de maná."
---
Archibald entró en la sala y se encontró con un joven alto y apuesto. Tenía el cabello blanco, igual que Abigail, pero sus ojos eran de un rojo carmesí.
—Cuñado Lewis, un placer tenerte aquí. Espero que tu viaje haya sido agradable. He preparado un buen almuerzo para que podamos conversar —dijo Archibald, sonriente.
—Buenas tardes, Duque Archibald —respondió Lewis con cortesía—. No me quedaré mucho tiempo. Debo dirigirme al Palacio; el príncipe Arthur ha solicitado mi presencia. Pero aceptaré el almuerzo.
—Perfecto, vamos al comedor.
---
Después del almuerzo...
—Duque, noté que mi hermana Abigail no nos acompañó. ¿Hay algún motivo? ¿O son ciertos los rumores de que su relación está en malos términos? —preguntó Lewis, su tono tranquilo, pero con una clara amenaza.
Archibald sintió la tensión, pero mantuvo la compostura.
—No te preocupes, Lewis. Abigail está almorzando en el jardín con una de sus sirvientas. Nuestra relación es excelente. No deberías prestar atención a esos rumores —respondió Archibald, sonriendo con esfuerzo—. Por cierto, quería hablarte sobre la mina de cristales de maná de tu familia. Estoy interesado en invertir...
Lewis lo interrumpió, sus ojos brillando con ira.
—Duque Archibald, será mejor que no mencione ese tema de nuevo. Mi familia está más que bien en ese negocio. Te recomiendo que no insistas. Agradezco el almuerzo, pero ya es hora de que me retire. Sé perfectamente dónde está la salida.
Sin esperar respuesta, Lewis se levantó y se marchó, dejando a Archibald en silencio, visiblemente afectado.
---
Lewis salió de la mansión y, al pasar por el jardín, vio a Abigail. Decidió acercarse.
—Abigail, veo que decidiste no acompañarnos en el almuerzo —dijo, frío.
Abigail se sobresaltó y lo miró, nerviosa.
—Herm... quiero decir, buenas tardes, joven Lewis. Me alegra verte después de tanto tiempo —dijo, casi temblando.
—Ni siquiera me llamas hermano —respondió Lewis, con amargura.
Abigail no pudo contenerse más y comenzó a llorar.
—Lo siento... sé que cometí muchos errores. Sé que papá me odia, y que tú también lo haces, pero no podía seguir aquí. Archibald nunca me ha tratado bien. Planeo divorciarme, pero no tengo adónde ir. Papá no me recibirá...
Lewis la interrumpió, su tono severo.
—Papá no te odia, Abigail, y yo tampoco. Eres nuestra hermana, siempre te apoyaremos. Padre me pidió que te dijera que, cuando te divorcies, la mansión te estará esperando. No te preocupes más.
Abigail, entre sollozos, asintió. Lewis la miró un instante antes de girarse.
—Cuídate, hermana. Nos veremos en casa.
Mientras se alejaba, una sonrisa leve apareció en el rostro de Abigail.
"Archibald, juro que pagarás por lo que le hiciste a mi hermana", pensó Lewis, antes de marcharse definitivamente.
---
Continuará...
---
Palabras del autor:
"Muchísimas gracias a todos los que apoyan mi novela. Agradezco de todo corazón a quienes leen, comentan y disfrutan cada capítulo. Prometo seguir esforzándome para llevar la historia por buen camino. ¡Nos vemos en el próximo capítulo!"