Emma Raducanu, es una joven que sufre un terrible trauma por culpa de su novio. Lo que la lleva a padecer un gran rechazo hacia los hombres.
Emma se prometió a ella misma, no volver a enamorarse, ni confiar nuevamente en un hombre otra vez.
¿Qué pasará cuando Emma conozca al jefe de su hermana?.
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Crisis de ansiedad.
Madrid, España.
Emma.
Después que mi hermana se va al trabajo, me siento en casa pensando en lo que dijo. Llamo a mi cuñado.
— Hola Emma, ¿cómo estás?.
— Hola Ricardo, ¡estoy bien gracias a Dios! ¿Estás ocupado?.
—¡Para mi cuñada, nunca! ¿En qué puedo ayudar?.
—Ricardo, estaba pensando en lo que dijo mi hermana.
—¿Qué dijo ella?.
— Que tengo que salir de la casa, retomar la Universidad, también dijo que debo salir a divertirme y buscar terapia.
— Emma, tu hermana tiene toda la razón, ya se lo había comentado yo mismo. Entonces ¿estás dispuesta a retomar tu vida?.
Pienso, en todo lo que me ha dicho Ricardo, aunque podría tardar y poco, pero ya es momento de que siga avanzando.
— ¿Hola, Emma?.
— Lo siento, y para responder tu pregunta, sí debo empezar a recuperar mi vida
—¡Maravilloso! ¿Te puedo recomendar un psicólogo?.
—¡Te lo agradezco!.
— ¡Te llamo luego! — nos despedimos.
Vuelvo a la cocina y limpio todo lo que está sucio.
Una vez termino, subo a mi habitación y me doy una ducha rápida. Salgo corriendo para no llegar tarde a mi curso de administración.
Me ha costado un poco volver adaptarme a España, pero aún conservo esos recuerdo de cuando Emery y yo éramos niñas. A pesar de que no tengo amistades aquí debo intentar conectar nuevamente con la sociedad.
Al momento de terminar la clase, sin querer chocó con un chico. Pido disculpas por tropezar con él, pero el estúpido empieza a insinuar algunas cosas. La verdad es que no presto mucha atención a lo que dice.
— ¡Eres repugnante! — comento con desdén.
— ¡En cualquier momento te enseñaré una hermosa lección! — dice Jordi, en tono amenazante. En ese momento siento que me quedo muda.
—¿Estás bien, Emma? — pregunta el profesor, al verme callada.
— Uh... ¡sí, estoy bien, profesor! — contesto, mi voz temblorosa, y el profesor nos pide que nos retiramos del salón.
Vuelvo a casa lo antes posible. Cuando llego, cierto todo y subo corriendo las escaleras. Voy a mi habitación y la cierro también. Estoy un poco paranoica, pero las palabras de Jordi aún retumba en mi mente.
Me siento yo en el suelo del dormitorio y empiezo a llorar, No puedo pasar por otro ataque de pánico otra vez, solo por las palabras de ese imbécil.
Desde que pasó ese incidente hace dos años. Siempre he evitado cualquier contacto con los hombres. Si se acercan demasiado, accidentalmente termino estresada y me muero de miedo.
—¡Dios mío, ayúdame a superar esta pesadilla! — suplico, mirando el cuadro que mi hermana Emery ha colocado en mi habitación, en donde está una foto familiar.
—¡No quiero sufrir más, necesito olvidar! — y volví a estallar en llanto.
Me quedé allí un rato más, luego seco mis lágrimas cuando recuerdo que no he almorzado y bajo a preparar algo. Tan pronto como termino, limpio todo y vuelvo a mi habitación, donde me encierro de nuevo. Suena mi celular, y la única persona que me llama es Emery.
— ¡Hola, Emmy! — la saludo
— ¡No soy Emmy! — dice una voz apagada, y empiezo a temblar como gelatina.
— ¿Quién eres tú?—pregunto temerosa.
— ¡Oh, yo soy el que va a hacer de tu vida un infierno, p***a! — cuelga. Bloqueo el número y vuelvo a llorar, imaginando lo peor. ¿Cómo consiguió mi número?.
¡Dios mío, no otra vez!. Corro al baño y devuelvo toda la comida que he comido en el inodoro. Me quedo ahí durante mucho tiempo. Cuando ya no creo que salga nada más, agarro mi cepillo de dientes y me lavo los dientes, para quitar el sabor amargo del vómito.
Tan pronto como termino, abro la ducha y entro, dejando que el agua caliente corra por mi cuerpo. Me lavo queriendo quitar la suciedad que no estaba en mi cuerpo, sino en mi alma.
No queriendo preocupar a mi hermana, salgo corriendo del baño, me cambio rápidamente, agarro mi bolso y salgo de la casa. Pronto veo un taxi, me subo y doy la dirección.
No tardo mucho en llegar. Cuando lo hago, le pago al conductor , le agradezco y entró al edificio. Me doy cuenta en la recepción que vine a encontrarme con mi hermana, ya a los cinco minutos estaba cara a cara con ella. La abrazo y estamos bromeando cuando ella dice, por encima de mi hombro:
—¡Saúl, ven a conocer a mi hermana! — le doy una mirada de advertencia, y cuando me doy la vuelta, me encuentro cara a cara con el hombre más perfecto que he visto en toda mi vida.
Se parecían dios Adonis, el dios de la belleza, y una cosa puedo decir: nunca había estado tan emocionada y confundida por un hombre al mismo tiempo. Mis bragas se habían inundado al ver a ese dios justo ahí en frente de mí.
Su forma de caminar era depredadora y me hizo caminar hacia atrás. No sé qué me pasa, pero u a cosa puedo decir con los ojos cerrados: él nunca me haría dañó. Su mirada tuvo el poder de llevarme directamente a sus brazos y estoy sorprendida por estos pensamientos.
Y ahí nos quedamos, mirándonos por mucho tiempo, era como si estuviéramos atrapados en una burbuja propia, y yo no quería salir de ella...