Después de la muerte de su padre, Naomi es llevada por su padrino a la Villa Lupinville, un misterioso lugar habitado por hombres lobos, que, hasta ahora, ella creía que solo existían en los cuentos. Pero pronto, Naomi descubrirá que su conexión con este lugar siempre estuvo ligado con ella, atrapándola en una antigua profecía, que parece señalarla como la clave de una batalla y la disputa de dos lobos por ganarse su corazón.
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CAPÍTULO DIECISIETE: CONFRONTACIÓN
≈NAOMI≈
El viaje de regreso fue rápido y silencioso.
Nuestra llegada, no.
Debería de haber imaginado que, al llegar, no pasaría desapercibida. Claro, como si quien me viera llegar a la casa sucia, con la ropa hecha un desastre y la mano vendada manchada con sangre, fuera de lo más tranquilizante. Era obvio que reaccionarían mal y así fue, bastó con que Demian se estacionara en la entrada, para que la puerta principal se abriera, y en un instante, todo se desmadrará…
—¿¡Qué le hiciste hijo de puta!? —, Geral gritó, tan visceralmente que me hizo estremecer. No lo vi venir. En un parpadeo, ya estaba frente a nosotros. Se movió con tanta rapidez que antes de que pudiera reaccionar, lo vi abalanzarse sobre Demian sujetándolo por la camisa y levantándolo por el cuello.
Ciertamente, este lado suyo no me lo esperaba, pero lo que más me sorprendió de todo fue la actitud de Demian. Él no se defendió. Ni siquiera intentó forcejear, a pesar de estar suspendido en el aire, se mantuvo completamente quieto, pero claro, no menos intimidado ya que le sonrió para provocarlo.
La puerta de la casa volvió a abrirse, esta vez de par en par, dejando ver a José y Lesly que salieron disparados hacia nosotros. Lesly se detuvo en seco al verlos, ahogando un grito con las manos tapándose la boca. Sus ojos reflejaban puro pavor, pero antes de que pudiera hacer, o decir algo, José ya estaba vociferando…
—¡Suéltalo, Geral! —. Él no escuchó, por lo contrario, apretó más. Ejercía tanta fuerza, que sus venas se engrosaron y sus nudillos se pusieron blancos, como si quisiera partirle el cuello ahí mismo. Entonces, reaccione. Él no iba a ceder.
—¡No! —grité, alzando las manos forcejeando su brazo, con la esperanza de que lo soltará. Pero fue un error. El más estúpido de hecho. Lo que menos hizo fue verme o detenerse. Con un movimiento brusco, me empujó.
—¡Naomi! —me advirtió Lesly. Fue demasiado tarde. Sentí mis pies despegarse del suelo, como si mi cuerpo hubiera sido expulsado por un ciclón mientras el aire silbaba en mis oídos y, mis brazos se agitaban en el aire. Un segundo después, todo se detuvo.
Los gritos, el zumbido, el ruido, todo.
Caí de espaldas contra la fuente de agua y todo se apagó.
[…]
Estaba consciente de que algo pasaba, pero no estaba segura si estaba despierta o dormida. Intenté abrir los ojos, pero no podía del todo, hasta que la escuché…
—¡Mamá, ya despertó! —Era Mariel. Reconocí su voz al instante, incluso antes de abrir los ojos y ver su cara efusiva y aliviada.
Me senté en la cama despacio, mi cabeza todavía seguía dando vueltas.
—¿Qué... qué pasó? —pregunté notando que Lesly, estaba a un lado de la cama.
—¿No recuerdas nada cariño? —preguntó con suavidad, pero su voz la delataba. Estaba preocupada.
Sacudí la cabeza, confusa, frotándome la cien tratando de hacer memoria. No me tomo mucho tiempo recordar a Geral saliendo de la casa, desquiciado, y sujetando por el cuello a Demian. Luego, pude verme a mí misma tratando de intervenir, el grito de Lesly fue lo siguiente y luego llego esa sensación... esa sensación de volar por el aire me recordó el vértigo, el impacto, y luego... el vacío. Todo sucedió tan rápido…
—¿Se mataron? —pregunte temerosa.
—Ojalá, lo hubieran hecho— dijo Mariel.
—¡Mariel! —la reprendió Lesly.
—¡¿Qué?! le habrían hecho un favor. Por poco la matan. — se quejó mofando y cruzándose de brazos.
—Ellos están bien. —expreso Lesly esta vez, dirigiéndose a mi —José está hablando con ellos. Linda, necesito entender ¿cómo te lastimaste la mano y el brazo?
Respire hondo para intentar explicarme, pero cuando baje la vista no encontré nada. Nada de nada. Mis heridas habían desaparecido.
—¿Cómo es posible...? —murmuré, palpándome, tratando de entender que carajos había pasado. ¿Ya me había vuelto loca de remate?
—Mamá te curó —me explicó Mariel—. Mi querida señora madre, tiene un don para sanar a los lobos, pero no estábamos seguras de si funcionaría contigo.
—Gracias —logré decir, aún incrédula. Lesly me dedicó una sonrisa y acaricio suavemente mi cabeza.
—Mejor me explicas luego, me temo que te dará jaqueca. ¿Aun te duele? —me preguntó, estudiándome con atención.
—Solo un poco —respondí, tocándome un lado.
Fue entonces cuando noté algo extraño. Lesly, por un momento, pareció ausente, como si estuviera escuchando algo con atención. Luego, en un susurro, la escuché decir:
—Ya despertó. Ya voy. —La miré, confundida. Parecía estar hablando con alguien, pero ni Mariel ni yo, habíamos dicho nada. Poco después Lesly se puso de pie.
—Mariel, quédate con ella —le encomendó observándome por última vez antes de dirigirse hacia la puerta.
Mariel asintió.
—Lo siento, Naomi —se excusó con una leve sonrisa—. Debo retirarme, regresare en un rato. ¿De acuerdo?
—De acuerdo —reafirme. Mariel la quedo mirando hasta que salió de la habitación, luego se puso de pie, se encamino hasta la puerta y cuando comprobó que se había ido, se giró hacia mí y me preguntó seria:
—¿Fue mi hermano quien te hizo eso?
Negué rápidamente con la cabeza.
—No, él no me hizo nada —le dije, tratando de tranquilizarla, pero ella frunció el ceño, como si no me creyera nada—. Te lo juro, Mariel. —Le asegure contándole como terminamos en el bosque, como nos tomó por sorpresa la jauría, hasta lo que sucedió en el jardín cuando llegamos a la casa.
Mariel suspiró, y pude ver culpa en su mirada.
—Yo… salí a buscarlos tan pronto llegamos. Geral estaba desquiciado y papá y mamá tuvieron que retenerlo. Te juro Naomi, cuando mamá me aviso que ya habían llegado, me volvió el alma al cuerpo. Lo siento —dijo, haciendo un puchero —De haber sabido que pasaría esto, no te habría pedido que te vayas con él—añadió, con la voz tomada agachando la cabeza.
La tomé de la mano y la forcé a mirarme.
—Oye, de verdad, no es tu culpa ¿ok? Estoy bien.
—Pero si yo no te hubiera dejado ir… —Mariel murmuró.
—¡Ay, por favor! He pasado por cosas peores, y aquí me vez. Estoy entera o ¿no? —Mariel asintió con los ojos aguados — ¿Ves?, no hay razón para que llores. Tengo más vidas que un gato. — me burle, aunque en realidad comenzaba a considerarlo.
—No tienes remedio. —dijo, dejando escapar una pequeña sonrisa.
—Exacto, no lo tengo. Ahora bien, volviendo a lo que nos quedó pendiente, cuéntame que es eso de la maldición de tu hermano. —dije con la intención de cambiar de tema.
Mariel me miró, extrañada.
—Es mejor que descanses, te lo contaré después.
—No, ahora. —insistí.
—¿Por qué quieres saber?
—Digamos que solo, quiero entender.
—Está bien —dijo soltando un suspiro, acomodándose a mi lado de la cama. Yo hice lo mismo y la abracé.
—Te escucho. —la motive a hablar.
—Bueno, —comenzó —cuando Demian nació…
[...]